Hace muchos años mi padre todos los sábados, después de trabajar toda la semana aquí en el Valle, se iba para Manaure y lo esperábamos con alegría, tanta que parecía una fiesta. Mi madre sonreída, mi hermano y yo, con preguntas infinitas sobre todo lo que se nos ocurría, pero cuando pasaba el calor del semanal encuentro había dos preguntas que no faltaban: ¡Qué nos trajiste? Era la de mi hermano y la mía. ¿Me trajiste el cruci-mes? Era la de mi madre.