El más ejemplarizante caso de repatriación de un artista es hasta el presente el de Carlos Gardel, muerto y enterrado en Medellín en el año 1935 y tras un viaje en barco de un poco más de siete meses Medellín-Buenaventura-Nueva York-Montevideo-Buenos Aires, sus despojos mortales fueron trasladados hasta el cono sur y reposan en el cementerio de la Chacarita en la Capital Argentina.