Eran las 10 de la mañana y un misterioso visitante golpeó a las puertas de la escuela. Su vestido completamente negro, la barba que cubría su rostro y su gesto sereno ausente de sonrisas aumentó el nerviosismo de un pequeño grupo de niños que, casi con el corazón en la mano, aguardaban desde hacía algún tiempo aquel encuentro.
El terrorismo es un mal parto de la guerra; es la guerra de las minorías, de aquellos que no tienen ejércitos regulares y creen que es la forma de vengarse de sus enemigos, a veces gratuitos.