Toda madre es una santa por el amor que profesa; su fe es la triunfante esperanza y la abnegación, su fortaleza. Para salvar a un hijo, no hay caminos imposibles para una madre que busca en los laberintos de la sombra, el camino de la luz, y frente al anuncio triste de un dictamen médico, se aferra del poder de la oración para que Dios haga el milagro de prolongar la vida.