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Columnista - 8 diciembre, 2023

Sonido y ruido                                                

Buscar el tema para una columna puede resultar algo complicado porque escribir por escribir y llenar unos espacios no es serio, algo que podría suceder si decido hacerlo sobre la guerra en Ucrania o la de la franja de Gaza o la recién inventada Venezuela-Guyana.

Por Jaime García Chadid.

Muchas gracias a EL PILÓN que bondadosamente me abrió nuevamente sus puertas. 

Me impulsaron para esta nueva faena :Marta Ligia García  y el doctor Rodrigo Muñoz, cuyo  mensaje fue R/ escribir columna. 

Buscar el tema para una columna puede resultar algo complicado porque escribir por escribir y llenar unos espacios no es serio, algo que podría suceder si decido hacerlo sobre la guerra en Ucrania o la de la franja de Gaza o la recién inventada Venezuela-Guyana.

Pasó por mi mente uno muy serio que es el de los barriletes o cometas, que creo será la segunda columna porque en este diciembre hay que darles paso a los niños. 

En esa tónica decidí escribir suave, agradable, cerrando los ojos para mirar lo invisible, para escuchar el sonido, que armoniza con el universo, el mismo de la música Barroca y los Cantos Gregorianos que resultan hermanos con los intermitentes de la naturaleza, las olas del mar, las ranas en el bosque   los grillos y la lluvia. Todos ellos se encuentran en una frecuencia de entre cuarenta y setenta ciclos por segundo tal y como se da en un concierto de música de la de verdad, lo que por cierto no es la sumatoria incoherente de una serie de instrumentos de cuerda, viento o percusión sino la forma como se integran las partes en ese   todo produciendo la sinfonía instrumental.                                                                                                                                                   

Pero nuestro mundo está sometido al imperio del ruido.  el de los centros urbanos, aún en  el más pequeño de ellos porque si bien allí  no existen muchos buses, motos y automóviles, sí se da una competencia infernal entre equipos de sonido o ‘picós’ (‘pick ups’)   con los parlantes ubicados en las calles, ¡Qué horror!                                                                                                                                                                                                                                   

La música también puede convertirse en ruido, como el rock, que no solo vibra a ciento veinte ciclos por segundo, lo que sumado a el alto volumen al que lo reproducen rompiendo no solo la armonía sino los tímpanos, afectando al cerebro exactamente en la zona en donde se            encuentra la capacidad de análisis y crítica. Es decir, embrutecen.                                                           

La agresividad del ruido es tal que se ha utilizado y se utiliza   como método de tortura. Recuerden el caso del General Noriega, que perseguido por las tropas de la invasión norteamericana a Panamá se refugió en una embajada y al no poder dispararles con fusiles lo sometieron con potentes altavoces. No pudo resistir más y se entregó.

Hoy cuando el tráfico citadino aliena, lo que toca es mirar para el   lado de la naturaleza y buscar los valores primitivos que hemos desechado o que a decir verdad muchas personas ni siquiera han   llegado a conocer.

Se ha dicho que andamos demasiado ocupados para escuchar el silencio   y es allí en donde está la verdad de nuestro ser interno.

He conocido que desde el punto de vista de la energía y del sonido las enfermedades no son otra cosa que ruido y desorden armónico. La música barroca o una similar nos ayuda en los procesos de meditación y ella potencia la estabilización cerebral y emocional reforzando al sistema inmunológico.

Entonces ahora sí podemos ir entendiendo el por qué este país anda medio loco

y la razón fundamental es el ruido. Algunos amigos me dicen…. Busca, busca que hay más.

Columnista
8 diciembre, 2023

Sonido y ruido                                                

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

Buscar el tema para una columna puede resultar algo complicado porque escribir por escribir y llenar unos espacios no es serio, algo que podría suceder si decido hacerlo sobre la guerra en Ucrania o la de la franja de Gaza o la recién inventada Venezuela-Guyana.


Por Jaime García Chadid.

Muchas gracias a EL PILÓN que bondadosamente me abrió nuevamente sus puertas. 

Me impulsaron para esta nueva faena :Marta Ligia García  y el doctor Rodrigo Muñoz, cuyo  mensaje fue R/ escribir columna. 

Buscar el tema para una columna puede resultar algo complicado porque escribir por escribir y llenar unos espacios no es serio, algo que podría suceder si decido hacerlo sobre la guerra en Ucrania o la de la franja de Gaza o la recién inventada Venezuela-Guyana.

Pasó por mi mente uno muy serio que es el de los barriletes o cometas, que creo será la segunda columna porque en este diciembre hay que darles paso a los niños. 

En esa tónica decidí escribir suave, agradable, cerrando los ojos para mirar lo invisible, para escuchar el sonido, que armoniza con el universo, el mismo de la música Barroca y los Cantos Gregorianos que resultan hermanos con los intermitentes de la naturaleza, las olas del mar, las ranas en el bosque   los grillos y la lluvia. Todos ellos se encuentran en una frecuencia de entre cuarenta y setenta ciclos por segundo tal y como se da en un concierto de música de la de verdad, lo que por cierto no es la sumatoria incoherente de una serie de instrumentos de cuerda, viento o percusión sino la forma como se integran las partes en ese   todo produciendo la sinfonía instrumental.                                                                                                                                                   

Pero nuestro mundo está sometido al imperio del ruido.  el de los centros urbanos, aún en  el más pequeño de ellos porque si bien allí  no existen muchos buses, motos y automóviles, sí se da una competencia infernal entre equipos de sonido o ‘picós’ (‘pick ups’)   con los parlantes ubicados en las calles, ¡Qué horror!                                                                                                                                                                                                                                   

La música también puede convertirse en ruido, como el rock, que no solo vibra a ciento veinte ciclos por segundo, lo que sumado a el alto volumen al que lo reproducen rompiendo no solo la armonía sino los tímpanos, afectando al cerebro exactamente en la zona en donde se            encuentra la capacidad de análisis y crítica. Es decir, embrutecen.                                                           

La agresividad del ruido es tal que se ha utilizado y se utiliza   como método de tortura. Recuerden el caso del General Noriega, que perseguido por las tropas de la invasión norteamericana a Panamá se refugió en una embajada y al no poder dispararles con fusiles lo sometieron con potentes altavoces. No pudo resistir más y se entregó.

Hoy cuando el tráfico citadino aliena, lo que toca es mirar para el   lado de la naturaleza y buscar los valores primitivos que hemos desechado o que a decir verdad muchas personas ni siquiera han   llegado a conocer.

Se ha dicho que andamos demasiado ocupados para escuchar el silencio   y es allí en donde está la verdad de nuestro ser interno.

He conocido que desde el punto de vista de la energía y del sonido las enfermedades no son otra cosa que ruido y desorden armónico. La música barroca o una similar nos ayuda en los procesos de meditación y ella potencia la estabilización cerebral y emocional reforzando al sistema inmunológico.

Entonces ahora sí podemos ir entendiendo el por qué este país anda medio loco

y la razón fundamental es el ruido. Algunos amigos me dicen…. Busca, busca que hay más.