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Columnista - 25 septiembre, 2020

Soñar no cuesta nada

Aunque muchos no lo crean el baño de mañanita en ‘el valle’ es un martirio cuando no se tiene calentador, porque paradójicamente, a pesar del clima caliente, el agua es fría y en la madrugada helada. La razón es que viene del río Guatapurí, que en lengua arhuaca significa “aguas heladas” que nace a 4500 […]

Aunque muchos no lo crean el baño de mañanita en ‘el valle’ es un martirio cuando no se tiene calentador, porque paradójicamente, a pesar del clima caliente, el agua es fría y en la madrugada helada. La razón es que viene del río Guatapurí, que en lengua arhuaca significa “aguas heladas” que nace a 4500 metro de altura en las nieves perpetuas de la Sierra Nevada en la laguna Curigua y después de recorrer 80 km, sus aguas, pocas o nada en verano y abundantes en invierno caen al río Cesar un poco antes del famoso puente Salguero, en donde se contaminan y envenenan con las aguas podridas y tóxicas que se filtran de las lagunas de oxidación que desde hace años construyó Emdupar a escasos metros del río, sin precaución ni estudios del terrible daño ambiental y ecológico que ha producido.

 Desde el Salguero para abajo en un largo recorrido, el Cesar es un río muerto e infectado de parásitos, que sus aguas matan a la gente y a los animales, especialmente al ganado que es la actividad principal de los hacendados grandes y pequeños, que pueblan las riberas del río. Después de Codazzi, Becerril, La Jagua, Bosconia y El Copey, con las aguas de muchos afluentes, entre ellos el Ariguaní, retoma su caudal y disminuye su envenenamiento y después de recorrer 280 km desde La Guajira donde nace, desemboca en la bella y hermosa laguna de Zapatoza que con 40.000 hectáreas de área y 1.000 millones de metros cúbicos es el mayor espejo de aguas dulces de Colombia y una reserva acuífera y turística del histórico municipio de Chimichagua, pero que a pesar del largo trayecto recorrido y el buen caudal de aguas recogidas a su paso, todavía la contaminación, el crimen del Salguero y las lagunas de oxidación de Emdupar llegan a la Zapatoza y le hacen un terrible daño a sus pobladores que derivan su sustento de la pesca, actividad que día a día tratan de intensificar la Gobernación y los municipios aledaños con poco éxito, por el alto nivel de contaminación.

¿Hasta cuando señores de Corpocesar van a seguir permitiendo –repito- este crimen ecológico y ambiental?, da vergüenza y merece un castigo que esta aberrante situación continúe. ¿Por qué no se ponen de acuerdo Corpocesar, Emdupar, ministerio del Medio Ambiente, departamento y municipios y buscan ayuda de organismos internacionales para construir una gran planta de tratamiento para convertir aguas negras en potables?, aprovechar el material orgánico para una fábrica de abonos y los gases que por miles de toneladas se liberan y así poder volver al idílico río Cesar de La Maye y Escalona a pasear en canoas y pescar bocachicos, sardinas, bagres y rayas con atarrayas y anzuelos; y pensando en serio, convertirlo en una despensa de pescados para el mundo.

Hablen con Rodolfo Mejía Peñaloza, sabe bastante de esto, visiten la CRA en Barranquilla para que vean lo que ellos hicieron con el Arroyo León y si es posible armen un viaje a Vietnam, me llevan para que se den cuenta que no estoy soñando. Aunque yo sé que soñar no cuesta nada.

Columnista
25 septiembre, 2020

Soñar no cuesta nada

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Aunque muchos no lo crean el baño de mañanita en ‘el valle’ es un martirio cuando no se tiene calentador, porque paradójicamente, a pesar del clima caliente, el agua es fría y en la madrugada helada. La razón es que viene del río Guatapurí, que en lengua arhuaca significa “aguas heladas” que nace a 4500 […]


Aunque muchos no lo crean el baño de mañanita en ‘el valle’ es un martirio cuando no se tiene calentador, porque paradójicamente, a pesar del clima caliente, el agua es fría y en la madrugada helada. La razón es que viene del río Guatapurí, que en lengua arhuaca significa “aguas heladas” que nace a 4500 metro de altura en las nieves perpetuas de la Sierra Nevada en la laguna Curigua y después de recorrer 80 km, sus aguas, pocas o nada en verano y abundantes en invierno caen al río Cesar un poco antes del famoso puente Salguero, en donde se contaminan y envenenan con las aguas podridas y tóxicas que se filtran de las lagunas de oxidación que desde hace años construyó Emdupar a escasos metros del río, sin precaución ni estudios del terrible daño ambiental y ecológico que ha producido.

 Desde el Salguero para abajo en un largo recorrido, el Cesar es un río muerto e infectado de parásitos, que sus aguas matan a la gente y a los animales, especialmente al ganado que es la actividad principal de los hacendados grandes y pequeños, que pueblan las riberas del río. Después de Codazzi, Becerril, La Jagua, Bosconia y El Copey, con las aguas de muchos afluentes, entre ellos el Ariguaní, retoma su caudal y disminuye su envenenamiento y después de recorrer 280 km desde La Guajira donde nace, desemboca en la bella y hermosa laguna de Zapatoza que con 40.000 hectáreas de área y 1.000 millones de metros cúbicos es el mayor espejo de aguas dulces de Colombia y una reserva acuífera y turística del histórico municipio de Chimichagua, pero que a pesar del largo trayecto recorrido y el buen caudal de aguas recogidas a su paso, todavía la contaminación, el crimen del Salguero y las lagunas de oxidación de Emdupar llegan a la Zapatoza y le hacen un terrible daño a sus pobladores que derivan su sustento de la pesca, actividad que día a día tratan de intensificar la Gobernación y los municipios aledaños con poco éxito, por el alto nivel de contaminación.

¿Hasta cuando señores de Corpocesar van a seguir permitiendo –repito- este crimen ecológico y ambiental?, da vergüenza y merece un castigo que esta aberrante situación continúe. ¿Por qué no se ponen de acuerdo Corpocesar, Emdupar, ministerio del Medio Ambiente, departamento y municipios y buscan ayuda de organismos internacionales para construir una gran planta de tratamiento para convertir aguas negras en potables?, aprovechar el material orgánico para una fábrica de abonos y los gases que por miles de toneladas se liberan y así poder volver al idílico río Cesar de La Maye y Escalona a pasear en canoas y pescar bocachicos, sardinas, bagres y rayas con atarrayas y anzuelos; y pensando en serio, convertirlo en una despensa de pescados para el mundo.

Hablen con Rodolfo Mejía Peñaloza, sabe bastante de esto, visiten la CRA en Barranquilla para que vean lo que ellos hicieron con el Arroyo León y si es posible armen un viaje a Vietnam, me llevan para que se den cuenta que no estoy soñando. Aunque yo sé que soñar no cuesta nada.