En La mancha humana (2000), la novela del escritor norteamericano, de origen judío, Philip Roth (eterno candidato al premio Nobel), uno de los personajes hace la siguiente reflexión: “Dejamos una mancha, dejamos un rastro, dejamos una huella”. Somos como los dioses griegos: “que son mezquinos, se pelean entre ellos, combaten, odian, asesinan. Lo único que […]
En La mancha humana (2000), la novela del escritor norteamericano, de origen judío, Philip Roth (eterno candidato al premio Nobel), uno de los personajes hace la siguiente reflexión: “Dejamos una mancha, dejamos un rastro, dejamos una huella”. Somos como los dioses griegos: “que son mezquinos, se pelean entre ellos, combaten, odian, asesinan. Lo único que siempre quiere hacer Zeus es joder a diosas, a mortales, a novillas, a osas, y no tan sólo en su propia forma, sino lo que es más excitante, manifestándose en forma de bestia.
La enormidad de montar una mujer convertido en un toro. Penetrarla grotescamente como aleteante cisne blanco. Nunca hay suficiente perversidad…Y la furia de la esposa que lo ve todo. No el dios hebreo, infinitamente solitario y oscuro, con la monomanía de ser el único dios que existe, el cual no tenía ni tendrá nada mejor que preocuparse por los judíos. Y no el perfectamente desexualizado hombre-dios cristiano y su madre incontaminada y, toda la culpa y la vergüenza que inspira un carácter sobrenatural exquisito.
En lugar de ellos, el Zeus griego, embrollado en aventuras, de vivida expresividad, caprichoso, sensual, entregado de un modo exuberante a su divertida existencia, cualquier cosa menos solo y oculto. En vez de la deidad judeocristiana”.
Las religión, ya sea la de los griegos, la religión de los judíos, la religión cristiana tiene como característica la mancha humana. La religión de los griegos, con los dioses que viven en el Olimpo, como se puede ver en el primer capítulo de la Odisea. O bien la religión judía como se lee en el Antiguo Testamento: Dios hace un pacto con Abraham, solo para los judíos y excluye a los demás pueblos, a pesar de que se dice en el Génesis que el hombre fue creado por Dios, como si los otros pueblos no fueran hijos de Dios. Y en el caso del cristianismo, el Cristo no es hijo de un hombre, a pesar de que en la genealogía, narrada en el evangelio de Mateo 1,16, está escrito: “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”. A continuación aclara el evangelista: “La concepción de Cristo fue así: Estando María con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo”.
Y en el relato La mancha humana, escribe Philip Roth: “como dice la fantasía de nuestro orgullo desmesurado, estamos hechos a imagen y semejanza de los dioses” Y por lo tanto, si somos a imagen de los dioses griegos somos viciosos, corruptos; si somos judíos entonces somos los elegidos del único dios, solo para los judíos y; si somos cristianos entonces negamos nuestra condición sexual, porque la madre de Dios fue virgen y el Cristo es un dios desexualizado.
En La mancha humana (2000), la novela del escritor norteamericano, de origen judío, Philip Roth (eterno candidato al premio Nobel), uno de los personajes hace la siguiente reflexión: “Dejamos una mancha, dejamos un rastro, dejamos una huella”. Somos como los dioses griegos: “que son mezquinos, se pelean entre ellos, combaten, odian, asesinan. Lo único que […]
En La mancha humana (2000), la novela del escritor norteamericano, de origen judío, Philip Roth (eterno candidato al premio Nobel), uno de los personajes hace la siguiente reflexión: “Dejamos una mancha, dejamos un rastro, dejamos una huella”. Somos como los dioses griegos: “que son mezquinos, se pelean entre ellos, combaten, odian, asesinan. Lo único que siempre quiere hacer Zeus es joder a diosas, a mortales, a novillas, a osas, y no tan sólo en su propia forma, sino lo que es más excitante, manifestándose en forma de bestia.
La enormidad de montar una mujer convertido en un toro. Penetrarla grotescamente como aleteante cisne blanco. Nunca hay suficiente perversidad…Y la furia de la esposa que lo ve todo. No el dios hebreo, infinitamente solitario y oscuro, con la monomanía de ser el único dios que existe, el cual no tenía ni tendrá nada mejor que preocuparse por los judíos. Y no el perfectamente desexualizado hombre-dios cristiano y su madre incontaminada y, toda la culpa y la vergüenza que inspira un carácter sobrenatural exquisito.
En lugar de ellos, el Zeus griego, embrollado en aventuras, de vivida expresividad, caprichoso, sensual, entregado de un modo exuberante a su divertida existencia, cualquier cosa menos solo y oculto. En vez de la deidad judeocristiana”.
Las religión, ya sea la de los griegos, la religión de los judíos, la religión cristiana tiene como característica la mancha humana. La religión de los griegos, con los dioses que viven en el Olimpo, como se puede ver en el primer capítulo de la Odisea. O bien la religión judía como se lee en el Antiguo Testamento: Dios hace un pacto con Abraham, solo para los judíos y excluye a los demás pueblos, a pesar de que se dice en el Génesis que el hombre fue creado por Dios, como si los otros pueblos no fueran hijos de Dios. Y en el caso del cristianismo, el Cristo no es hijo de un hombre, a pesar de que en la genealogía, narrada en el evangelio de Mateo 1,16, está escrito: “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”. A continuación aclara el evangelista: “La concepción de Cristo fue así: Estando María con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo”.
Y en el relato La mancha humana, escribe Philip Roth: “como dice la fantasía de nuestro orgullo desmesurado, estamos hechos a imagen y semejanza de los dioses” Y por lo tanto, si somos a imagen de los dioses griegos somos viciosos, corruptos; si somos judíos entonces somos los elegidos del único dios, solo para los judíos y; si somos cristianos entonces negamos nuestra condición sexual, porque la madre de Dios fue virgen y el Cristo es un dios desexualizado.