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Columnista - 26 mayo, 2021

Solo pensando podemos convivir

Esta es una tarea esencial para que no nos ganen las emociones, causantes de tantos malestares personales, familiares y sociales. La fe ideológica, que es emotiva, problematiza. La razón soluciona.  Y la nobleza mejora la solución.  El filósofo Descartes nos aconsejaba pensar una hora al día;  una hora cada día, pues  sostenía que el hombre  […]

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Esta es una tarea esencial para que no nos ganen las emociones, causantes de tantos malestares personales, familiares y sociales. La fe ideológica, que es emotiva, problematiza. La razón soluciona. 

Y la nobleza mejora la solución. 

El filósofo Descartes nos aconsejaba pensar una hora al día;  una hora cada día, pues  sostenía que el hombre  no es capaz de pensar  más tiempo. A manera de broma decía que solo él era  capaz de pensar. Evidentemente, la historia de la filosofía lo reconoce como el primer pensador moderno. 

Pensar es un ejercicio del intelecto, que se sujeta a unas reglas: las del sistema lógico  de los silogismos y los llamados primeros principios.

Para los efectos de este escrito me contraigo al principio que prohíbe el abuso del Derecho. Apliquémoslo a las manifestaciones que algunos grupos humanos han estado realizando en el país con el objeto de lograr determinados resultados económicos y sociales que consideran necesarios para la comunidad; aunque no podemos ser ingenuos, pues lo que se proponen  es una finalidad política distinta: cambiar el orden democrático del país y sustituirlo por otro que les place más, por ejemplo: el de una “democracia” absolutista.

Por lo demás, esas manifestaciones  no solamente han tenido lugar en Colombia, sino también en otras naciones latinoamericanas, con el mismo propósito antes dicho.  Sirvan de ejemplo los regímenes totalitarios de América Latina.  

Y aquí  es donde quiero traer a colación el principio que prohíbe el abuso del Derecho. Es indudable que los marchantes tienen el derecho a sus manifestaciones con el fin de lograr sus objetivos, siempre y cuando sean lícitos, pero es evidente que no lo pueden ejercer violentamente, con menoscabo de los derechos privados y públicos de los que no participan, porque no están de acuerdo con su ideología o por cualquier otro motivo. Por tanto, el derecho a las manifestaciones pierde su legitimidad filosófica-jurídica al ser ejecutada mediante el ejercicio de la violencia. Por tanto, también está la comisión de delitos punibles. 

Es verdad que en nuestro país hay que cambiar muchas costumbres políticas detestables, lo mismo que a la mayoría de los dirigentes, que no en poco son responsables por abandonos de sus deberes y por sus ambiciones personales de mucho de lo que ocurre,  y reconocer y practicar la justicia económica y social de todos y cada uno  de los habitantes, pero no lo podemos hacer violentamente porque los tiempos de la fuerza bruta ya fueron superados y porque podríamos estar empollando a un tirano; como es sabido ni los treinta tiranos de Atenas pudieron solucionar los problemas que por  entonces aquejaban a esa ciudad-Estado, sino que los multiplicaron, y Atenas hubo de regresar definitivamente a la democracia. ¿Y qué decir de las naciones desgraciadas que en el siglo XX y lo que llevamos del XXl  han padecido cruelmente los gobiernos de los tiranos? 

Desde los montes de Pueblo Bello. 

[email protected]

Columnista
26 mayo, 2021

Solo pensando podemos convivir

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Esta es una tarea esencial para que no nos ganen las emociones, causantes de tantos malestares personales, familiares y sociales. La fe ideológica, que es emotiva, problematiza. La razón soluciona.  Y la nobleza mejora la solución.  El filósofo Descartes nos aconsejaba pensar una hora al día;  una hora cada día, pues  sostenía que el hombre  […]


Esta es una tarea esencial para que no nos ganen las emociones, causantes de tantos malestares personales, familiares y sociales. La fe ideológica, que es emotiva, problematiza. La razón soluciona. 

Y la nobleza mejora la solución. 

El filósofo Descartes nos aconsejaba pensar una hora al día;  una hora cada día, pues  sostenía que el hombre  no es capaz de pensar  más tiempo. A manera de broma decía que solo él era  capaz de pensar. Evidentemente, la historia de la filosofía lo reconoce como el primer pensador moderno. 

Pensar es un ejercicio del intelecto, que se sujeta a unas reglas: las del sistema lógico  de los silogismos y los llamados primeros principios.

Para los efectos de este escrito me contraigo al principio que prohíbe el abuso del Derecho. Apliquémoslo a las manifestaciones que algunos grupos humanos han estado realizando en el país con el objeto de lograr determinados resultados económicos y sociales que consideran necesarios para la comunidad; aunque no podemos ser ingenuos, pues lo que se proponen  es una finalidad política distinta: cambiar el orden democrático del país y sustituirlo por otro que les place más, por ejemplo: el de una “democracia” absolutista.

Por lo demás, esas manifestaciones  no solamente han tenido lugar en Colombia, sino también en otras naciones latinoamericanas, con el mismo propósito antes dicho.  Sirvan de ejemplo los regímenes totalitarios de América Latina.  

Y aquí  es donde quiero traer a colación el principio que prohíbe el abuso del Derecho. Es indudable que los marchantes tienen el derecho a sus manifestaciones con el fin de lograr sus objetivos, siempre y cuando sean lícitos, pero es evidente que no lo pueden ejercer violentamente, con menoscabo de los derechos privados y públicos de los que no participan, porque no están de acuerdo con su ideología o por cualquier otro motivo. Por tanto, el derecho a las manifestaciones pierde su legitimidad filosófica-jurídica al ser ejecutada mediante el ejercicio de la violencia. Por tanto, también está la comisión de delitos punibles. 

Es verdad que en nuestro país hay que cambiar muchas costumbres políticas detestables, lo mismo que a la mayoría de los dirigentes, que no en poco son responsables por abandonos de sus deberes y por sus ambiciones personales de mucho de lo que ocurre,  y reconocer y practicar la justicia económica y social de todos y cada uno  de los habitantes, pero no lo podemos hacer violentamente porque los tiempos de la fuerza bruta ya fueron superados y porque podríamos estar empollando a un tirano; como es sabido ni los treinta tiranos de Atenas pudieron solucionar los problemas que por  entonces aquejaban a esa ciudad-Estado, sino que los multiplicaron, y Atenas hubo de regresar definitivamente a la democracia. ¿Y qué decir de las naciones desgraciadas que en el siglo XX y lo que llevamos del XXl  han padecido cruelmente los gobiernos de los tiranos? 

Desde los montes de Pueblo Bello. 

[email protected]