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Columnista - 31 agosto, 2012

Sobre paz y petrofobia

Por: Raúl Bermúdez Márquez Sigue sorprendiendo el presidente Santos. Su reciente frase “quiero buscar la paz por encima de estimular la guerra, aunque sea más difícil”, pasará sin lugar a dudas a formar parte de la galería de las frases célebres del presente siglo en Colombia. El péndulo de la historia de Colombia recorre en […]

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Por: Raúl Bermúdez Márquez

Sigue sorprendiendo el presidente Santos. Su reciente frase “quiero buscar la paz por encima de estimular la guerra, aunque sea más difícil”, pasará sin lugar a dudas a formar parte de la galería de las frases célebres del presente siglo en Colombia. El péndulo de la historia de Colombia recorre en este período el cuadrante de la solución política negociada. Gracias a Dios.
Los cantos guerreristas atizados por algún nostálgico del poder y sus cajas de resonancia suenan lánguidos y desafinados. El de los tres huevitos se ha quedado solo rumiando la nostálgica amargura de 8 años de poder absolutista que no le alcanzaron para hacer más locuras, por ejemplo, la de invadir a Venezuela. Ni siquiera caracterizados Uribistas del pasado como Roy Barreras o Armando Benedetti le comen cuento ya. El Senado, la Cámara, la iglesia, el poder judicial, la oposición, la comunidad internacional, la embajada de los Estados Unidos, la UE, los países del Alba, todos a una, apoyan de manera entusiasta las gestiones y la mano tendida –pero firme-, del presidente a las Farc y al ELN.
La insurgencia armada, como bien lo precisa el presidente Ecuatoriano Rafael Correa, debe entender que es “ahora o nunca” la oportunidad para poner fin a un conflicto de cincuenta años que lo que le ha dejado al país es desolación, odios, llanto, luto, atraso económico, pobreza, desplazamiento rural, destierro y víctimas de todo tipo, pero sobretodo de inocentes.
Ojalá no arrecien sus ataques a poblaciones, ciudades e infraestructura, o se pongan a exigir despejes de territorio para retomar las fechorías y dilaciones del Caguán, o a hacer demostraciones de fuerza que no tienen para “llegar pisando fuerte a la mesa de negociación” como han acostumbrado al país cada vez que se perfila con posibilidad de éxito una solución política. Cualquier lugar del mundo es bueno para ponerse de acuerdo en algo que nos interesa a todos: vivir en un país en paz que pueda desplegar sin talanqueras todo su potencial humano para convertir las inmensas ventajas comparativas que tenemos en ventajas competitivas ante el concierto mundial de las naciones.
Cualquier lugar del mundo es bueno para lograr la reconciliación entre hermanos y aprisionar en el baúl del olvido, con un nudo gordiano, las rencillas, las injusticias sociales y todo aquello que nos ha mantenido en un conflicto interno de siglos, desde la época de la Patria Boba cuando servimos en bandeja de plata las condiciones para la reconquista del tirano, hasta hoy. Es mucho lo que está en juego, pero pueda ser que  la divina providencia ilumine en esta oportunidad a Timochenko y Gabino para que entiendan que el mejor servicio que le pueden prestar al país, no es desde las armas, sino desde la inteligencia y la razón.

Petrofobia

Pasando a otro tema, tampoco deja de sorprender la fobia y el ensañamiento de la crema y nata bogotana contra la administración de Gustavo Petro. Un alcalde que en menos de un año bajó los índices de criminalidad en Bogotá a niveles históricos, que con simple medidas de orden administrativo aumentó la movilidad en un 25%, que estableció el mínimo vital del agua para los estratos bajos, que bajó el costo del transporte, que está terminando obras que parecían inacabables como la de la calle 26 o la carrera 10 para integrarlos al sistema de Transmilenio, que quiere aprovechar las ventajas del transporte férreo para convertir la carrera séptima en un lugar de solaz donde el peatón tenga la prioridad, que acepta construir vivienda para los pobres pero en lugares dignos y cercanos al centro y no en los terrenos marginales de influencia de los ríos Tunjuelito o Bogotá de donde deben salir desterrados por las fuertes corrientes que los inundan, que fortaleció financieramente a la Universidad Distrital, que se la juega íntegra por la reapertura del hospital San Juan de Dios, y que promueve la mejor solución para que por fin la ciudad tenga un metro, hoy es blanco de las más mordaces críticas, la mayoría infundadas por parte de la gran prensa bogotana y de un candidato perdedor que pretende que gobierne aplicando un programa que fue derrotado en las urnas.
A Gustavo, que se repone de una delicada intervención quirúrgica, sus paisanos le decimos desde aquí quijotescamente: Compadre…“Si ladran, es porque cabalgas”.

[email protected]

Columnista
31 agosto, 2012

Sobre paz y petrofobia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Raúl Bermúdez Márquez

Por: Raúl Bermúdez Márquez Sigue sorprendiendo el presidente Santos. Su reciente frase “quiero buscar la paz por encima de estimular la guerra, aunque sea más difícil”, pasará sin lugar a dudas a formar parte de la galería de las frases célebres del presente siglo en Colombia. El péndulo de la historia de Colombia recorre en […]


Por: Raúl Bermúdez Márquez

Sigue sorprendiendo el presidente Santos. Su reciente frase “quiero buscar la paz por encima de estimular la guerra, aunque sea más difícil”, pasará sin lugar a dudas a formar parte de la galería de las frases célebres del presente siglo en Colombia. El péndulo de la historia de Colombia recorre en este período el cuadrante de la solución política negociada. Gracias a Dios.
Los cantos guerreristas atizados por algún nostálgico del poder y sus cajas de resonancia suenan lánguidos y desafinados. El de los tres huevitos se ha quedado solo rumiando la nostálgica amargura de 8 años de poder absolutista que no le alcanzaron para hacer más locuras, por ejemplo, la de invadir a Venezuela. Ni siquiera caracterizados Uribistas del pasado como Roy Barreras o Armando Benedetti le comen cuento ya. El Senado, la Cámara, la iglesia, el poder judicial, la oposición, la comunidad internacional, la embajada de los Estados Unidos, la UE, los países del Alba, todos a una, apoyan de manera entusiasta las gestiones y la mano tendida –pero firme-, del presidente a las Farc y al ELN.
La insurgencia armada, como bien lo precisa el presidente Ecuatoriano Rafael Correa, debe entender que es “ahora o nunca” la oportunidad para poner fin a un conflicto de cincuenta años que lo que le ha dejado al país es desolación, odios, llanto, luto, atraso económico, pobreza, desplazamiento rural, destierro y víctimas de todo tipo, pero sobretodo de inocentes.
Ojalá no arrecien sus ataques a poblaciones, ciudades e infraestructura, o se pongan a exigir despejes de territorio para retomar las fechorías y dilaciones del Caguán, o a hacer demostraciones de fuerza que no tienen para “llegar pisando fuerte a la mesa de negociación” como han acostumbrado al país cada vez que se perfila con posibilidad de éxito una solución política. Cualquier lugar del mundo es bueno para ponerse de acuerdo en algo que nos interesa a todos: vivir en un país en paz que pueda desplegar sin talanqueras todo su potencial humano para convertir las inmensas ventajas comparativas que tenemos en ventajas competitivas ante el concierto mundial de las naciones.
Cualquier lugar del mundo es bueno para lograr la reconciliación entre hermanos y aprisionar en el baúl del olvido, con un nudo gordiano, las rencillas, las injusticias sociales y todo aquello que nos ha mantenido en un conflicto interno de siglos, desde la época de la Patria Boba cuando servimos en bandeja de plata las condiciones para la reconquista del tirano, hasta hoy. Es mucho lo que está en juego, pero pueda ser que  la divina providencia ilumine en esta oportunidad a Timochenko y Gabino para que entiendan que el mejor servicio que le pueden prestar al país, no es desde las armas, sino desde la inteligencia y la razón.

Petrofobia

Pasando a otro tema, tampoco deja de sorprender la fobia y el ensañamiento de la crema y nata bogotana contra la administración de Gustavo Petro. Un alcalde que en menos de un año bajó los índices de criminalidad en Bogotá a niveles históricos, que con simple medidas de orden administrativo aumentó la movilidad en un 25%, que estableció el mínimo vital del agua para los estratos bajos, que bajó el costo del transporte, que está terminando obras que parecían inacabables como la de la calle 26 o la carrera 10 para integrarlos al sistema de Transmilenio, que quiere aprovechar las ventajas del transporte férreo para convertir la carrera séptima en un lugar de solaz donde el peatón tenga la prioridad, que acepta construir vivienda para los pobres pero en lugares dignos y cercanos al centro y no en los terrenos marginales de influencia de los ríos Tunjuelito o Bogotá de donde deben salir desterrados por las fuertes corrientes que los inundan, que fortaleció financieramente a la Universidad Distrital, que se la juega íntegra por la reapertura del hospital San Juan de Dios, y que promueve la mejor solución para que por fin la ciudad tenga un metro, hoy es blanco de las más mordaces críticas, la mayoría infundadas por parte de la gran prensa bogotana y de un candidato perdedor que pretende que gobierne aplicando un programa que fue derrotado en las urnas.
A Gustavo, que se repone de una delicada intervención quirúrgica, sus paisanos le decimos desde aquí quijotescamente: Compadre…“Si ladran, es porque cabalgas”.

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