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Columnista - 6 junio, 2010

Sobre la labor de jueces y fiscales

Por: Luis Nieto Pardo “NO SE PUEDE ESPERAR LA PERFECCION ABSOLUTA PORQUE TODAS LAS INSTITUCIONES ESTAN EN LAS MANOS DE SERES HUMANOS IMPERFECTOS Y FALIBLES” Alberto S. Osbornn Si mal no estoy de recuerdos, con este mismo encabezamiento inicié el desarrollo hace más de dos años de aquella columna que titulé “LA TOGA NEGRA”, la […]

Por: Luis Nieto Pardo



“NO SE PUEDE ESPERAR LA PERFECCION ABSOLUTA PORQUE TODAS LAS INSTITUCIONES ESTAN EN LAS MANOS DE SERES HUMANOS IMPERFECTOS Y FALIBLES”
Alberto S. Osbornn

Si mal no estoy de recuerdos, con este mismo encabezamiento inicié el desarrollo hace más de dos años de aquella columna que titulé “LA TOGA NEGRA”, la cual hacía referencia a la ardua y loable labor de nuestros Jueces y Fiscales, siempre animados por el noble propósito de acertar en sus diarias y complejas decisiones en las salas de audiencias ubicadas en esta ciudad en el Cuarto Piso del Palacio de Justicia, y de igual manera como funcionan desde el año 2.004 en todo el territorio nacional, a raíz de la entrada en vigencia del Nuevo Sistema Penal Acusatorio.
También rememoré en aquella oportunidad, que el filosofo Aristóteles una vez dijo que el estadista ateniense Solón había escrito su famoso código en un lenguaje oscuro para que resultaran muchos pleitos y en esa forma dar al estado amplia oportunidad de actuación y aumentar su autoridad sobre los ciudadanos a través de frecuentes intervenciones.
Pero, contrario a aquella apreciación de antaño, hoy en día el Código Penal que guía al Juez que preside las audiencias en el nuevo Sistema, ni es oscuro ni tiene el propósito de hacer compleja la administración de justicia. La nuevas leyes penales son sencillas, directas y de fácil entendimiento, y hasta el poco informado (se imaginan a quien me refiero) podría pensar que fueron hechas para hacer de la labor del juez un vademécum contrario a lo saludable jurídicamente.
Es por ello que para esos, afortunadamente escasos, mal informados “teóricamente”, las cosas deberían ser blancas o negras en esas audiencias. Pero, para los que si conocemos la ley, para los que superamos hace ya tiempo la barrera de los groseramente llamados “tinterillos”, sabemos que de hecho, no siempre las cosas resultan así; eso no ocurre nunca cuando se trata de individuos de carne y hueso, de la vida o la libertad de seres humanos y de la seguridad de la comunidad.
Esos momentos de tomar decisiones de fondo están, como todos, revestidos de solemnidad, no admiten dubitaciones; y es allí en donde el o la juez, en cuestión de minutos debe decidir que puerta de la sala usará el acusado cuando salga de allí; es decir, que el Juez tiene que hacer uso del tremendo poder que le ha sido otorgado: O manda al sindicado a la Cárcel o le otorga la libertad. No tiene otra alternativa, pues sólo los Magistrados actúan en conjunto; acá el Juez sólo tiene que acudir a su propia conciencia, y eso no resulta nada fácil: Hacerse a sí mismo una sola pregunta: “¿ Que es lo justo en este caso?;  Si ,es verdad, como lo reza la frase acunada por el autor, muchas veces el Juez puede equivocarse, es un ser humano, y por tanto falible; y es precisamente por ello que en veces todavía se manda a la cárcel a quien delinque por primera vez al igual que al criminal empedernido.
Pero la experiencia enseña al Juez que sólo en muy raros casos se reforma un individuo en la prisión; casi siempre sale más depravado y antisocial de lo que era antes de ser puesto entre rejas. Por todo lo anterior, nadie, y mucho menos quien representa la máxima autoridad del estado, puede considerarse autorizado para descalificar, y mucho menos ofender y lanzar diatribas contra quienes intervenimos en las audiencias. Menos aún cuando no se tiene ni el conocimiento, ni la práctica y mucho menos la experiencia suficiente para opinar. Hasta el mismo sabio Salmón, al momento de impartir justicia, le imploraba al Altísimo:”Da pues a tu servidor un claro entendimiento con el cual juzgar a tu pueblo, para que pueda yo discernir entre el bien y el mal”.
Por eso, respetado presidente, atienda el llamado del señor Presidente encargado del Consejo Superior de la Judicatura: Confiemos en la autonomía e independencia de nuestros jueces para que sigan actuando en concordancia con la Ley y la Constitución. Y, por favor, no siga ofreciendo sus servicios profesionales mientras no vuelva a la Universidad y ponga al día sus conocimientos jurídicos.

Columnista
6 junio, 2010

Sobre la labor de jueces y fiscales

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Nieto Pardo “NO SE PUEDE ESPERAR LA PERFECCION ABSOLUTA PORQUE TODAS LAS INSTITUCIONES ESTAN EN LAS MANOS DE SERES HUMANOS IMPERFECTOS Y FALIBLES” Alberto S. Osbornn Si mal no estoy de recuerdos, con este mismo encabezamiento inicié el desarrollo hace más de dos años de aquella columna que titulé “LA TOGA NEGRA”, la […]


Por: Luis Nieto Pardo



“NO SE PUEDE ESPERAR LA PERFECCION ABSOLUTA PORQUE TODAS LAS INSTITUCIONES ESTAN EN LAS MANOS DE SERES HUMANOS IMPERFECTOS Y FALIBLES”
Alberto S. Osbornn

Si mal no estoy de recuerdos, con este mismo encabezamiento inicié el desarrollo hace más de dos años de aquella columna que titulé “LA TOGA NEGRA”, la cual hacía referencia a la ardua y loable labor de nuestros Jueces y Fiscales, siempre animados por el noble propósito de acertar en sus diarias y complejas decisiones en las salas de audiencias ubicadas en esta ciudad en el Cuarto Piso del Palacio de Justicia, y de igual manera como funcionan desde el año 2.004 en todo el territorio nacional, a raíz de la entrada en vigencia del Nuevo Sistema Penal Acusatorio.
También rememoré en aquella oportunidad, que el filosofo Aristóteles una vez dijo que el estadista ateniense Solón había escrito su famoso código en un lenguaje oscuro para que resultaran muchos pleitos y en esa forma dar al estado amplia oportunidad de actuación y aumentar su autoridad sobre los ciudadanos a través de frecuentes intervenciones.
Pero, contrario a aquella apreciación de antaño, hoy en día el Código Penal que guía al Juez que preside las audiencias en el nuevo Sistema, ni es oscuro ni tiene el propósito de hacer compleja la administración de justicia. La nuevas leyes penales son sencillas, directas y de fácil entendimiento, y hasta el poco informado (se imaginan a quien me refiero) podría pensar que fueron hechas para hacer de la labor del juez un vademécum contrario a lo saludable jurídicamente.
Es por ello que para esos, afortunadamente escasos, mal informados “teóricamente”, las cosas deberían ser blancas o negras en esas audiencias. Pero, para los que si conocemos la ley, para los que superamos hace ya tiempo la barrera de los groseramente llamados “tinterillos”, sabemos que de hecho, no siempre las cosas resultan así; eso no ocurre nunca cuando se trata de individuos de carne y hueso, de la vida o la libertad de seres humanos y de la seguridad de la comunidad.
Esos momentos de tomar decisiones de fondo están, como todos, revestidos de solemnidad, no admiten dubitaciones; y es allí en donde el o la juez, en cuestión de minutos debe decidir que puerta de la sala usará el acusado cuando salga de allí; es decir, que el Juez tiene que hacer uso del tremendo poder que le ha sido otorgado: O manda al sindicado a la Cárcel o le otorga la libertad. No tiene otra alternativa, pues sólo los Magistrados actúan en conjunto; acá el Juez sólo tiene que acudir a su propia conciencia, y eso no resulta nada fácil: Hacerse a sí mismo una sola pregunta: “¿ Que es lo justo en este caso?;  Si ,es verdad, como lo reza la frase acunada por el autor, muchas veces el Juez puede equivocarse, es un ser humano, y por tanto falible; y es precisamente por ello que en veces todavía se manda a la cárcel a quien delinque por primera vez al igual que al criminal empedernido.
Pero la experiencia enseña al Juez que sólo en muy raros casos se reforma un individuo en la prisión; casi siempre sale más depravado y antisocial de lo que era antes de ser puesto entre rejas. Por todo lo anterior, nadie, y mucho menos quien representa la máxima autoridad del estado, puede considerarse autorizado para descalificar, y mucho menos ofender y lanzar diatribas contra quienes intervenimos en las audiencias. Menos aún cuando no se tiene ni el conocimiento, ni la práctica y mucho menos la experiencia suficiente para opinar. Hasta el mismo sabio Salmón, al momento de impartir justicia, le imploraba al Altísimo:”Da pues a tu servidor un claro entendimiento con el cual juzgar a tu pueblo, para que pueda yo discernir entre el bien y el mal”.
Por eso, respetado presidente, atienda el llamado del señor Presidente encargado del Consejo Superior de la Judicatura: Confiemos en la autonomía e independencia de nuestros jueces para que sigan actuando en concordancia con la Ley y la Constitución. Y, por favor, no siga ofreciendo sus servicios profesionales mientras no vuelva a la Universidad y ponga al día sus conocimientos jurídicos.