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Columnista - 29 julio, 2022

Sobre la cuestión de la libertad 

Desde cuando la humanidad descubrió el sentido de la libertad, cuántas batallas necesarias para mantener enhiesta esta no ha librado en su camino civilizatorio.

Nos pondremos fácilmente de acuerdo si decimos que el pensador francés Alexis de Tocquevill (1805–1859 ) fue uno de los pensadores modernos más afortunados en la consideración oral y escrita sobre el tema de la libertad humana y su aplicación concreta en la democracia  de Los Estados Unidos de Norte América.

También  podemos decir que esa saga de manera prominente encontró al austriaco Federico Hayek (1899–1992), premio Nobel de economía en 1974;  entre tantos libros que escribió se cuenta el que cráneo como filósofo, considerado el más importante de ellos, La Constitución de la Libertad, que brevemente reseña el célebre escritor peruano Mario Vargas Llosa ( 1936 ) en su libro  La Llamada de la Trubu. 

Desde cuando la humanidad descubrió el sentido de la libertad, cuántas batallas necesarias para mantener enhiesta esta no ha librado en su camino civilizatorio. Y nunca será la última. 

En las actuales circunstancias del mundo, en el que no faltan infidelidades al respecto, especialmente en los países latinoamericanos, conviene recordar sus beneficios y lamentar su defenestración, ya en no pocos de nuestros países. 

La libertad, nunca será tan suficientemente lamentada cuando infortunadamente se pierda y alabada cuando se mantiene o haya necesidad de recuperarla, con la decisión y los esfuerzos que sean de menester; pues sin estos desaparecería el oxígeno espiritual de la vida social, la economía, la política, la cultura, la religión, la familia, el trabajo, el individuo, esto es, lo privado y lo público. 

En cuanto a esto último, la libertad corre el peligro, y con ella los pueblos, de ser engañados por el artificio populista, en unos casos, de hecho y en otros, por fementidas reformas constitucionales políticas y leyes intervencionistas, en contra de las libertades individuales, con preponderancia asfixiante del Estado estatista, en el que sus gobernantes son de tendencias colectivistas.

Las actividades sacrificiales de las libertades de los particulares suelen tener por chivos expiatorios lo concerniente al empleo, la salud, la educación, la vivienda, las pensiones jubilatorias, ahorradas en virtud del  trabajo tesonero durante muchos años, la política monetaria, las expropiaciones inmobiliarias, las fuentes de energía, la tributación, etc, etc.

Tales intervencionismos estatales no siempre son fruto de revanchas sociales, aunque también, sino que se hacen con buenos propósitos, pero equivocados, como lo prueban los resultados históricos puntuales de los países que han sufrido esas desgracias destructivas, aupadas por déspotas utópicos totalitarios y totalizantes.

Matadores de la gallina que pone los huevos de oro,  que es la insustituible iniciativa del interés individual que luego se irriga a través de los vasos comunicantes del tejido social por todo el cuerpo y alma de la Nación. El Estado es paquidermo y gacela la iniciativa privada, la que debe ser sancionada por la ética operativa. Si en la democracia se conoce, investiga y sanciona la corrupción, es verdad que deficientemente, en el Estado Totalitario, la corrupción es sustancial al régimen y nunca sancionada. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected] 

Columnista
29 julio, 2022

Sobre la cuestión de la libertad 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Desde cuando la humanidad descubrió el sentido de la libertad, cuántas batallas necesarias para mantener enhiesta esta no ha librado en su camino civilizatorio.


Nos pondremos fácilmente de acuerdo si decimos que el pensador francés Alexis de Tocquevill (1805–1859 ) fue uno de los pensadores modernos más afortunados en la consideración oral y escrita sobre el tema de la libertad humana y su aplicación concreta en la democracia  de Los Estados Unidos de Norte América.

También  podemos decir que esa saga de manera prominente encontró al austriaco Federico Hayek (1899–1992), premio Nobel de economía en 1974;  entre tantos libros que escribió se cuenta el que cráneo como filósofo, considerado el más importante de ellos, La Constitución de la Libertad, que brevemente reseña el célebre escritor peruano Mario Vargas Llosa ( 1936 ) en su libro  La Llamada de la Trubu. 

Desde cuando la humanidad descubrió el sentido de la libertad, cuántas batallas necesarias para mantener enhiesta esta no ha librado en su camino civilizatorio. Y nunca será la última. 

En las actuales circunstancias del mundo, en el que no faltan infidelidades al respecto, especialmente en los países latinoamericanos, conviene recordar sus beneficios y lamentar su defenestración, ya en no pocos de nuestros países. 

La libertad, nunca será tan suficientemente lamentada cuando infortunadamente se pierda y alabada cuando se mantiene o haya necesidad de recuperarla, con la decisión y los esfuerzos que sean de menester; pues sin estos desaparecería el oxígeno espiritual de la vida social, la economía, la política, la cultura, la religión, la familia, el trabajo, el individuo, esto es, lo privado y lo público. 

En cuanto a esto último, la libertad corre el peligro, y con ella los pueblos, de ser engañados por el artificio populista, en unos casos, de hecho y en otros, por fementidas reformas constitucionales políticas y leyes intervencionistas, en contra de las libertades individuales, con preponderancia asfixiante del Estado estatista, en el que sus gobernantes son de tendencias colectivistas.

Las actividades sacrificiales de las libertades de los particulares suelen tener por chivos expiatorios lo concerniente al empleo, la salud, la educación, la vivienda, las pensiones jubilatorias, ahorradas en virtud del  trabajo tesonero durante muchos años, la política monetaria, las expropiaciones inmobiliarias, las fuentes de energía, la tributación, etc, etc.

Tales intervencionismos estatales no siempre son fruto de revanchas sociales, aunque también, sino que se hacen con buenos propósitos, pero equivocados, como lo prueban los resultados históricos puntuales de los países que han sufrido esas desgracias destructivas, aupadas por déspotas utópicos totalitarios y totalizantes.

Matadores de la gallina que pone los huevos de oro,  que es la insustituible iniciativa del interés individual que luego se irriga a través de los vasos comunicantes del tejido social por todo el cuerpo y alma de la Nación. El Estado es paquidermo y gacela la iniciativa privada, la que debe ser sancionada por la ética operativa. Si en la democracia se conoce, investiga y sanciona la corrupción, es verdad que deficientemente, en el Estado Totalitario, la corrupción es sustancial al régimen y nunca sancionada. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected]