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Columnista - 7 septiembre, 2016

El sistema de salud que necesitamos

Quien lo vive es quien lo goza, es una frase muy celebre que se ha acuñado para referirnos a una fiesta folclórica y cultural de nuestra costa, y tal vez esta expresión tenga mucho de cierto, ya que hay momentos o circunstancias que necesariamente deben de experimentarse y vivirse para poder explicar la sensación que […]

Quien lo vive es quien lo goza, es una frase muy celebre que se ha acuñado para referirnos a una fiesta folclórica y cultural de nuestra costa, y tal vez esta expresión tenga mucho de cierto, ya que hay momentos o circunstancias que necesariamente deben de experimentarse y vivirse para poder explicar la sensación que se siente.

Seguramente lo mismo ocurre con las experiencias y sensaciones que se viven hospitalizado en el interior de una IPS (Clínica u hospital), atendido por la clemencia y compasión de una EPS y la piedad de los médicos y enfermeras en las IPS, de donde se pueden acuñar frases como “el que requiere el servicio es el que lo padece”.

En varias ocasiones he escuchado y algunas veces he leído testimonios acerca del túnel de la muerte en medio de una penosa enfermedad o accidente y lo que se alcanza a narrar allí, creo que guarda un poco de relación y proporción con lo que vive un mortal ciudadano hospitalizado en la sala de urgencias de una clínica, ya bien sea por un dolor abdominal o un cólico renal; con la única diferencia que en este último el padecimiento y el viaje por ese túnel es consiente y con los ojos abiertos. Hace poco una bronquitis me llevó a experimentar este calvario en una sala de urgencia de una clínica de la cuidad y la verdad, tal vez me voy a quedar corto, es fatídico y tortuoso pasar 24 horas en observación en una tétrica sala de estas.

Fue así como pude comprender varias cosas; la primera, el drama que soportan miles de pacientes en los hospitales y clínicas: congestión, horas de espera, pocos médicos, falta de medicamentos y la falta de atención oportuna. Tengo que confesar que no fueron muchas las horas que estuve allí hospitalizado, porque tal vez Dios tuvo misericordia de mí y pudieron mandarme hacer el tratamiento que requerí en casa; pero no es nada fácil esperar largas horas sentado en una incómoda silla de espera, para que te ingresen al triage y te hagan la valoración inicial, y así definir si es una emergencia vital o no; luego sentado en la misma silla, esperar que el médico de urgencias te atienda y ordene los exámenes de diagnóstico y laboratorio si es que los ordenan; luego te canalizan sentado sobre otra silla tal vez más incomoda que la anterior, porque no hay camillas disponibles, mientras llegan los resultados para poder ordenar el tratamiento.

Lo segundo que comprendí, es que nuestro sistema de salud a pesar de la Ley Estatutaria de Salud (N. 1751/15), que elevó a categoría de derecho fundamental a la salud, es una ley de letra muerta e ineficaz, puesto que no garantiza ni acceso, ni oportunidad ni calidad en la preservación, mejoramiento y promoción de la salud, pues los problemas siguen estando a la orden del día: sobrecargas en las urgencias, falta de disponibilidad de camas, falta de especialistas, dificultad para acceder a las consultas externas, demoras en las remisiones, paseos de la muerte, etc.
Finalmente comprendí que los servicios de salud tienen una esperanza de cambiar y es sí a todos los pacientes se comienzan a tratar como trataron la próstata de Juan Manuel a la que EPS e IPS le brindaron una atención adecuada, oportuna, eficiente; infiero que no hubo que hacer cola para apartar una cita, no hubo que visitar salas de urgencias, no hubo que aguardar meses para la operación y me imagino la cara de amabilidad y cortesía del portero, enfermeras y médicos tratantes. Mejor dicho, todo hecho con amor. En definitiva ese es el modelo de sistema de salud humanizado que necesitamos, como la próstata de Juanma.

Columnista
7 septiembre, 2016

El sistema de salud que necesitamos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Quien lo vive es quien lo goza, es una frase muy celebre que se ha acuñado para referirnos a una fiesta folclórica y cultural de nuestra costa, y tal vez esta expresión tenga mucho de cierto, ya que hay momentos o circunstancias que necesariamente deben de experimentarse y vivirse para poder explicar la sensación que […]


Quien lo vive es quien lo goza, es una frase muy celebre que se ha acuñado para referirnos a una fiesta folclórica y cultural de nuestra costa, y tal vez esta expresión tenga mucho de cierto, ya que hay momentos o circunstancias que necesariamente deben de experimentarse y vivirse para poder explicar la sensación que se siente.

Seguramente lo mismo ocurre con las experiencias y sensaciones que se viven hospitalizado en el interior de una IPS (Clínica u hospital), atendido por la clemencia y compasión de una EPS y la piedad de los médicos y enfermeras en las IPS, de donde se pueden acuñar frases como “el que requiere el servicio es el que lo padece”.

En varias ocasiones he escuchado y algunas veces he leído testimonios acerca del túnel de la muerte en medio de una penosa enfermedad o accidente y lo que se alcanza a narrar allí, creo que guarda un poco de relación y proporción con lo que vive un mortal ciudadano hospitalizado en la sala de urgencias de una clínica, ya bien sea por un dolor abdominal o un cólico renal; con la única diferencia que en este último el padecimiento y el viaje por ese túnel es consiente y con los ojos abiertos. Hace poco una bronquitis me llevó a experimentar este calvario en una sala de urgencia de una clínica de la cuidad y la verdad, tal vez me voy a quedar corto, es fatídico y tortuoso pasar 24 horas en observación en una tétrica sala de estas.

Fue así como pude comprender varias cosas; la primera, el drama que soportan miles de pacientes en los hospitales y clínicas: congestión, horas de espera, pocos médicos, falta de medicamentos y la falta de atención oportuna. Tengo que confesar que no fueron muchas las horas que estuve allí hospitalizado, porque tal vez Dios tuvo misericordia de mí y pudieron mandarme hacer el tratamiento que requerí en casa; pero no es nada fácil esperar largas horas sentado en una incómoda silla de espera, para que te ingresen al triage y te hagan la valoración inicial, y así definir si es una emergencia vital o no; luego sentado en la misma silla, esperar que el médico de urgencias te atienda y ordene los exámenes de diagnóstico y laboratorio si es que los ordenan; luego te canalizan sentado sobre otra silla tal vez más incomoda que la anterior, porque no hay camillas disponibles, mientras llegan los resultados para poder ordenar el tratamiento.

Lo segundo que comprendí, es que nuestro sistema de salud a pesar de la Ley Estatutaria de Salud (N. 1751/15), que elevó a categoría de derecho fundamental a la salud, es una ley de letra muerta e ineficaz, puesto que no garantiza ni acceso, ni oportunidad ni calidad en la preservación, mejoramiento y promoción de la salud, pues los problemas siguen estando a la orden del día: sobrecargas en las urgencias, falta de disponibilidad de camas, falta de especialistas, dificultad para acceder a las consultas externas, demoras en las remisiones, paseos de la muerte, etc.
Finalmente comprendí que los servicios de salud tienen una esperanza de cambiar y es sí a todos los pacientes se comienzan a tratar como trataron la próstata de Juan Manuel a la que EPS e IPS le brindaron una atención adecuada, oportuna, eficiente; infiero que no hubo que hacer cola para apartar una cita, no hubo que visitar salas de urgencias, no hubo que aguardar meses para la operación y me imagino la cara de amabilidad y cortesía del portero, enfermeras y médicos tratantes. Mejor dicho, todo hecho con amor. En definitiva ese es el modelo de sistema de salud humanizado que necesitamos, como la próstata de Juanma.