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Columnista - 24 diciembre, 2019

Sin veneno en el alma

Dice un refrán popular que en Colombia la gente se muere más de  envidia  que de cáncer. El título  de esta nota suena  bastante subjetivo, fuerte y hasta un tanto grotesco, pero aplica de manera importante al tema que hoy nos ocupa. El individualismo crónico, el pensar que las cosas buenas  son exclusivas para un […]

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Dice un refrán popular que en Colombia la gente se muere más de  envidia  que de cáncer. El título  de esta nota suena  bastante subjetivo, fuerte y hasta un tanto grotesco, pero aplica de manera importante al tema que hoy nos ocupa.

El individualismo crónico, el pensar que las cosas buenas  son exclusivas para un sector y que nadie más tiene cabida a eso,  es cruel. El rencor y el abonar permanentemente la desidia nos lleva  al distanciamiento con la familia y con los amigos,  es un común denominador.

Dice el papa Francisco “En la sociedad actual donde el perdón es tan raro, la misericordia se hace cada vez más importante” y me remonta esto al contenido de la historia de una joven mujer  que al casarse se fue a vivir con su esposo y la suegra, al cabo de unos días la armonía inicial se fue desvaneciendo y todo era problema; sus personalidades eran diferentes y eso fue irritándola al punto que el desespero de la joven la llevó  a pensar en la forma de eliminar a su suegra; visitó  a un sabio al que le contó  sus penas y la angustia que le generaba la suegra.

“Deme algo para matar a esa señora, no la soporto. Pero eso sí, sin que nadie se entere que fui yo”  El sabio ante la inquietud de la joven le dio unos polvos y le dijo: vas a preparar los alimentos y le echas a cada preparación de estos polvos que te entrego.

Solo una cosa debes atender, le indicó  el sabio, debes cambiar tu actitud con ella, trátala con cariño y atiéndele  de manera especial, no le lleves la contraria.

De tal suerte que cuando ella muera nadie podrá sospechar de ti. Así  pasó, el tiempo y la actitud fueron  cambiando las cosas;  la joven se fue encariñando  con su  suegra y el buen trato se volvió normal y en doble vía, al punto que desesperada la joven fue hasta el sabio y le suplicó  que le diera un antídoto,  que ya no quería que su suegra se muriera  pues ahora ella la amaba.

“Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuera mi madre” Ante esto el sabio sonrío  y señaló  con la cabeza: no tienes de qué  preocuparte. Tu suegra no ha cambiado,  quien cambió  fuiste tú. Esos polvos que te di, eran unas vitaminas para mejorar su salud.

El veneno estaba en tu mente, en tu actitud, pero fue echado  fuera y sustituido  por el amor que pasaste a darle  a ella.

Lo que necesitamos realmente es cambiar de actitud, llenar el corazón de amor para sacar ese veneno que nos hace odiar al prójimo, es tan normal no saludar al vecino y sentir que nos cae mal. Odiar al jefe porque pensamos que es el responsable de mi ineptitud. Y mientras el mundo sigue polarizado nos olvidamos del valor de las pequeñas cosas.

Queremos cambiar el mundo, porque lo perfecto soy yo, error. Hay que aportar poco, pero significativo, empecemos por dar amor, simple la formula. “La paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia y sin perdón no es posible: papa Francisco” El día que entendamos que el cambio debe empezar por uno mismo, entonces ese día comenzará  a salir el veneno del alma. ¿Cierto José  Carlos?   Sólo Eso. 

Columnista
24 diciembre, 2019

Sin veneno en el alma

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Dice un refrán popular que en Colombia la gente se muere más de  envidia  que de cáncer. El título  de esta nota suena  bastante subjetivo, fuerte y hasta un tanto grotesco, pero aplica de manera importante al tema que hoy nos ocupa. El individualismo crónico, el pensar que las cosas buenas  son exclusivas para un […]


Dice un refrán popular que en Colombia la gente se muere más de  envidia  que de cáncer. El título  de esta nota suena  bastante subjetivo, fuerte y hasta un tanto grotesco, pero aplica de manera importante al tema que hoy nos ocupa.

El individualismo crónico, el pensar que las cosas buenas  son exclusivas para un sector y que nadie más tiene cabida a eso,  es cruel. El rencor y el abonar permanentemente la desidia nos lleva  al distanciamiento con la familia y con los amigos,  es un común denominador.

Dice el papa Francisco “En la sociedad actual donde el perdón es tan raro, la misericordia se hace cada vez más importante” y me remonta esto al contenido de la historia de una joven mujer  que al casarse se fue a vivir con su esposo y la suegra, al cabo de unos días la armonía inicial se fue desvaneciendo y todo era problema; sus personalidades eran diferentes y eso fue irritándola al punto que el desespero de la joven la llevó  a pensar en la forma de eliminar a su suegra; visitó  a un sabio al que le contó  sus penas y la angustia que le generaba la suegra.

“Deme algo para matar a esa señora, no la soporto. Pero eso sí, sin que nadie se entere que fui yo”  El sabio ante la inquietud de la joven le dio unos polvos y le dijo: vas a preparar los alimentos y le echas a cada preparación de estos polvos que te entrego.

Solo una cosa debes atender, le indicó  el sabio, debes cambiar tu actitud con ella, trátala con cariño y atiéndele  de manera especial, no le lleves la contraria.

De tal suerte que cuando ella muera nadie podrá sospechar de ti. Así  pasó, el tiempo y la actitud fueron  cambiando las cosas;  la joven se fue encariñando  con su  suegra y el buen trato se volvió normal y en doble vía, al punto que desesperada la joven fue hasta el sabio y le suplicó  que le diera un antídoto,  que ya no quería que su suegra se muriera  pues ahora ella la amaba.

“Ella se ha transformado en una mujer agradable y la amo como si fuera mi madre” Ante esto el sabio sonrío  y señaló  con la cabeza: no tienes de qué  preocuparte. Tu suegra no ha cambiado,  quien cambió  fuiste tú. Esos polvos que te di, eran unas vitaminas para mejorar su salud.

El veneno estaba en tu mente, en tu actitud, pero fue echado  fuera y sustituido  por el amor que pasaste a darle  a ella.

Lo que necesitamos realmente es cambiar de actitud, llenar el corazón de amor para sacar ese veneno que nos hace odiar al prójimo, es tan normal no saludar al vecino y sentir que nos cae mal. Odiar al jefe porque pensamos que es el responsable de mi ineptitud. Y mientras el mundo sigue polarizado nos olvidamos del valor de las pequeñas cosas.

Queremos cambiar el mundo, porque lo perfecto soy yo, error. Hay que aportar poco, pero significativo, empecemos por dar amor, simple la formula. “La paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia y sin perdón no es posible: papa Francisco” El día que entendamos que el cambio debe empezar por uno mismo, entonces ese día comenzará  a salir el veneno del alma. ¿Cierto José  Carlos?   Sólo Eso.