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Columnista - 12 julio, 2015

Sin remordimientos

-Las pudorosas son las más peligrosas- dijo ella. -Eso está muy bien dicho- le dije- sobre todo viniendo de una ex pudorosa. -¿Y tú? Ex aristócrata. -No exactamente, pero si lo quieres ver así no tengo objeción. -Es igual que los que andan dándoselas de muy machos. Hace poco estaba yo en el almacén de […]

-Las pudorosas son las más peligrosas- dijo ella.

-Eso está muy bien dicho- le dije- sobre todo viniendo de una ex pudorosa.

-¿Y tú? Ex aristócrata.

-No exactamente, pero si lo quieres ver así no tengo objeción.

-Es igual que los que andan dándoselas de muy machos. Hace poco estaba yo en el almacén de mi hermana, cuando veo al frente una pelea: Un pelao iba con la novia y se encontró en la acera con una trans que se suponía era su peluquera, pero que al verlo acompañado lo increpó; a lo que el pelao respondió ofreciéndole unas trompás, no teniendo en cuenta la ferocidad y fuerza de su adversario, que tenía una fuerza descomunal y tiraba puños mejor que cualquiera… eso fue un escándalo…

-Tan chévere que peleen por uno.

-La trans le dio una paliza al pelao, delante de la novia y de todo el mundo porque eso fue en plena calle, en hora pico.

-¿Y nadie los separó? ¿Por qué la muchacha no se metió a ayudarlo; después de todo era su novia, no? ¿O acaso tú no te meterías a defenderme si ves que una vieja me está machacando a puño físico?

-¿Yo? No mijo, al contrario, o mejor dicho, ni siquiera al contrario pero si haría lo mismo que hizo esa pelá: me voy, te dejo ahí; o mejor aún: me quedo viendo como te masacran, y hasta yo misma te daría tus puñitos, por puto.
-Pues mal hecho, deberías defenderme.

-¡Já! Lo mejor de todo es que esa trans del cuento había ido antes al almacén de mi hermana, a medirse zapatos. Se midió casi todo el almacén pero la talla más grande que tenía mi hermana en el almacén era treintainueve y ella era como cuarenta y cinco. “Ay, déjame medirme esas sandalitas doradas”. Se creía Cenicienta aunque se parecía más a Shrek. Intentaba calzarse la zapatilla de cristal pero no le cabía ni la puntica de los dedos… Lo mejor de todo es que después me enteré que el pelao este había dejado a la novia, pero que seguía de amores con la trans.

-Una vez me fui a motilar a la peluquería de una trans, que después del respectivo masaje capilar me contó que al fondo de la peluquería quedaba su cuarto, una piecita levantada con esfuerzo pero acondicionada con todas las comodidades: aire acondicionado, tv satelital y cama doble. “El techo se lo mandé a echar en vaciao, o sea que ahí adentro puede uno hacer el ruido que quiera y eso no se oye”.

-¿Y fuiste?

-Al cuartico no, pero me cortó muy bien el pelo.

-Abre el ojo, no vaya a ser termines tú también por ahí como el pelao ese del que te hablo.

-¿Y me defenderías en caso de que una macancán de esas viniera a agredirme?

-¿Yo? No mijito, ya te dije, al contrario, aprovecharía yo también para desquitarme unas cuantas cuentas pendientes y te dejaría luego ahí, sin ningún remordimiento.

-Bueno saberlo.

-La trans de la que te hablo es cinturón negro en karate y calza cuarentaicinco, así que ponte pilas.

Columnista
12 julio, 2015

Sin remordimientos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

-Las pudorosas son las más peligrosas- dijo ella. -Eso está muy bien dicho- le dije- sobre todo viniendo de una ex pudorosa. -¿Y tú? Ex aristócrata. -No exactamente, pero si lo quieres ver así no tengo objeción. -Es igual que los que andan dándoselas de muy machos. Hace poco estaba yo en el almacén de […]


-Las pudorosas son las más peligrosas- dijo ella.

-Eso está muy bien dicho- le dije- sobre todo viniendo de una ex pudorosa.

-¿Y tú? Ex aristócrata.

-No exactamente, pero si lo quieres ver así no tengo objeción.

-Es igual que los que andan dándoselas de muy machos. Hace poco estaba yo en el almacén de mi hermana, cuando veo al frente una pelea: Un pelao iba con la novia y se encontró en la acera con una trans que se suponía era su peluquera, pero que al verlo acompañado lo increpó; a lo que el pelao respondió ofreciéndole unas trompás, no teniendo en cuenta la ferocidad y fuerza de su adversario, que tenía una fuerza descomunal y tiraba puños mejor que cualquiera… eso fue un escándalo…

-Tan chévere que peleen por uno.

-La trans le dio una paliza al pelao, delante de la novia y de todo el mundo porque eso fue en plena calle, en hora pico.

-¿Y nadie los separó? ¿Por qué la muchacha no se metió a ayudarlo; después de todo era su novia, no? ¿O acaso tú no te meterías a defenderme si ves que una vieja me está machacando a puño físico?

-¿Yo? No mijo, al contrario, o mejor dicho, ni siquiera al contrario pero si haría lo mismo que hizo esa pelá: me voy, te dejo ahí; o mejor aún: me quedo viendo como te masacran, y hasta yo misma te daría tus puñitos, por puto.
-Pues mal hecho, deberías defenderme.

-¡Já! Lo mejor de todo es que esa trans del cuento había ido antes al almacén de mi hermana, a medirse zapatos. Se midió casi todo el almacén pero la talla más grande que tenía mi hermana en el almacén era treintainueve y ella era como cuarenta y cinco. “Ay, déjame medirme esas sandalitas doradas”. Se creía Cenicienta aunque se parecía más a Shrek. Intentaba calzarse la zapatilla de cristal pero no le cabía ni la puntica de los dedos… Lo mejor de todo es que después me enteré que el pelao este había dejado a la novia, pero que seguía de amores con la trans.

-Una vez me fui a motilar a la peluquería de una trans, que después del respectivo masaje capilar me contó que al fondo de la peluquería quedaba su cuarto, una piecita levantada con esfuerzo pero acondicionada con todas las comodidades: aire acondicionado, tv satelital y cama doble. “El techo se lo mandé a echar en vaciao, o sea que ahí adentro puede uno hacer el ruido que quiera y eso no se oye”.

-¿Y fuiste?

-Al cuartico no, pero me cortó muy bien el pelo.

-Abre el ojo, no vaya a ser termines tú también por ahí como el pelao ese del que te hablo.

-¿Y me defenderías en caso de que una macancán de esas viniera a agredirme?

-¿Yo? No mijito, ya te dije, al contrario, aprovecharía yo también para desquitarme unas cuantas cuentas pendientes y te dejaría luego ahí, sin ningún remordimiento.

-Bueno saberlo.

-La trans de la que te hablo es cinturón negro en karate y calza cuarentaicinco, así que ponte pilas.