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Columnista - 11 mayo, 2014

Sin distinción alguna

Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida, y de cuyas manos recibimos el alimento que contiene en sí todo deleite. Es preciso, además, […]

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Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida, y de cuyas manos recibimos el alimento que contiene en sí todo deleite. Es preciso, además, manifestar nuestro aprecio y apoyo a quienes dedican su vida al servicio del pueblo de Dios. Felicidades a todos los buenos pastores, sin distingo de credo ni de ninguna otra índole.

Aprovecho también para recordar una realidad no tan evidente por estos días: los pertenecientes a comunidades religiosas (otra vez sin ningún tipo de distinción), somos ovejas del redil, no borregos conducidos a capricho por quien simplemente quiere aprovecharse económica o psicológicamente de nosotros. Jesús reprocha a los falsos pastores que sólo persiguen ganancias y también deben ser objeto de nuestro reproche aquellos cuya intención principal es satisfacer sus deseos de reconocimiento y alcanzar un status social.

Preguntémonos ¿qué significa ser pastor?, ¿cómo distinguir entre un falso pastor y uno que representa los intereses de Jesús? Ser pastor es ser todo para los demás y nada para sí mismo, es ser tomado de entre los hombres para realizar una misión que supera la capacidad humana; a todos acompaña y escucha, todos encuentran en él consuelo, alivio para sus penas y fuerzas para seguir adelante, más él vive sumergido en una constante soledad que, aunque permeada por la presencia del Señor, no deja de tornarse a veces dolorosa. El pastor es otro Cristo y -como Cristo- también él se encuentra crucificado para que otros tengan vida.

Por otra parte, es preciso anotar que todo aquel que haya sido designado como guía o responsable de otros puede llamarse, con toda justicia, pastor: padres, servidores públicos, maestros, directores, etc. Todos y cada uno de quienes hemos sido puestos al frente hemos de encarnar en nosotros las actitudes del Buen Pastor: humildad, servicio, generosidad, amor constante y desinteresado, fidelidad y paciencia en cantidades industriales. Es oportuno reflexionar, sin ningún tipo de prejuicio, sobre la forma como estamos viviendo nuestro rol de guías, es necesario revisar y si es preciso redirigir nuestras intenciones, y evitar el peligro de que a nuestro nombre se añadan un diminutivo y un adjetivo poco deseables, utilizados para designar a un niño que cuidaba ovejas y que solía mentir.

Seamos agradecidos con Dios y luchemos juntos cada día por ser lo que debemos: buenos hijos, buenos padres, buenos trabajadores, buenos cristianos, buenos sacerdotes, buenos pastores… nada en la vida se consigue sin esfuerzo y la experiencia religiosa no es la excepción.

Post Scriptum: Da tristeza la forma como se han desarrollado las campañas políticas en busca de la presidencia: campañas basadas más en el desprestigio de los oponentes que en la proposición de ideas que mejoren la calidad de vida de los colombianos; guerras mediáticas de todos contra todos y clara persecución del bien particular por encima del bien común. Tal vez, como afirmara una de mis estudiantes, siempre ha sido así y soy yo quien deba equilibrar la fe en la humanidad con una necesaria dosis de misantropía. De todas formas sigo creyendo que podemos ser mejores y sigo agradecido con Dios por los buenos pastores (nuevamente sin ningún tipo de distinción) que he encontrado en mi camino.

Columnista
11 mayo, 2014

Sin distinción alguna

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Marlon Javier Domínguez

Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida, y de cuyas manos recibimos el alimento que contiene en sí todo deleite. Es preciso, además, […]


Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida, y de cuyas manos recibimos el alimento que contiene en sí todo deleite. Es preciso, además, manifestar nuestro aprecio y apoyo a quienes dedican su vida al servicio del pueblo de Dios. Felicidades a todos los buenos pastores, sin distingo de credo ni de ninguna otra índole.

Aprovecho también para recordar una realidad no tan evidente por estos días: los pertenecientes a comunidades religiosas (otra vez sin ningún tipo de distinción), somos ovejas del redil, no borregos conducidos a capricho por quien simplemente quiere aprovecharse económica o psicológicamente de nosotros. Jesús reprocha a los falsos pastores que sólo persiguen ganancias y también deben ser objeto de nuestro reproche aquellos cuya intención principal es satisfacer sus deseos de reconocimiento y alcanzar un status social.

Preguntémonos ¿qué significa ser pastor?, ¿cómo distinguir entre un falso pastor y uno que representa los intereses de Jesús? Ser pastor es ser todo para los demás y nada para sí mismo, es ser tomado de entre los hombres para realizar una misión que supera la capacidad humana; a todos acompaña y escucha, todos encuentran en él consuelo, alivio para sus penas y fuerzas para seguir adelante, más él vive sumergido en una constante soledad que, aunque permeada por la presencia del Señor, no deja de tornarse a veces dolorosa. El pastor es otro Cristo y -como Cristo- también él se encuentra crucificado para que otros tengan vida.

Por otra parte, es preciso anotar que todo aquel que haya sido designado como guía o responsable de otros puede llamarse, con toda justicia, pastor: padres, servidores públicos, maestros, directores, etc. Todos y cada uno de quienes hemos sido puestos al frente hemos de encarnar en nosotros las actitudes del Buen Pastor: humildad, servicio, generosidad, amor constante y desinteresado, fidelidad y paciencia en cantidades industriales. Es oportuno reflexionar, sin ningún tipo de prejuicio, sobre la forma como estamos viviendo nuestro rol de guías, es necesario revisar y si es preciso redirigir nuestras intenciones, y evitar el peligro de que a nuestro nombre se añadan un diminutivo y un adjetivo poco deseables, utilizados para designar a un niño que cuidaba ovejas y que solía mentir.

Seamos agradecidos con Dios y luchemos juntos cada día por ser lo que debemos: buenos hijos, buenos padres, buenos trabajadores, buenos cristianos, buenos sacerdotes, buenos pastores… nada en la vida se consigue sin esfuerzo y la experiencia religiosa no es la excepción.

Post Scriptum: Da tristeza la forma como se han desarrollado las campañas políticas en busca de la presidencia: campañas basadas más en el desprestigio de los oponentes que en la proposición de ideas que mejoren la calidad de vida de los colombianos; guerras mediáticas de todos contra todos y clara persecución del bien particular por encima del bien común. Tal vez, como afirmara una de mis estudiantes, siempre ha sido así y soy yo quien deba equilibrar la fe en la humanidad con una necesaria dosis de misantropía. De todas formas sigo creyendo que podemos ser mejores y sigo agradecido con Dios por los buenos pastores (nuevamente sin ningún tipo de distinción) que he encontrado en mi camino.