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Columnista - 12 septiembre, 2016

Sigue deuda de Diomedes Díaz con la Cárcel Judicial

El calvario de Diomedes Díaz, comenzó en 1997, luego que el cadáver de Doris Adriana Niño fuera encontrado en las afueras de combita Boyacá y responsabilizado de ese caso junto a sus guardaespaldas. Diomedes escapó de su residencia en Valledupar donde tenía casa por cárcel en agosto de 2000 y después de varias batallas jurídicas […]

El calvario de Diomedes Díaz, comenzó en 1997, luego que el cadáver de Doris Adriana Niño fuera encontrado en las afueras de combita Boyacá y responsabilizado de ese caso junto a sus guardaespaldas.

Diomedes escapó de su residencia en Valledupar donde tenía casa por cárcel en agosto de 2000 y después de varias batallas jurídicas y sortear extrañas enfermedades, se entregó a la justicia en septiembre del 2002, ante unos guardias estupefactos por su presencia a los cuales les dijo: “vengo a ponerle la cara a la justicia”.

Ante la reclusión de tan prestigioso cantante de la música vallenata, en el patio 6 de la Cárcel Judicial de Valledupar, este centro reclusorio se convirtió en el sitio preferido de romerías de personajes de todos los órdenes, algunos con el interés de ayudarle en su difícil situación, otros únicamente los movía el interés de la novelería, a algunos el chisme y la figuración.

‘El Cacique’, con su personalidad impredecible y su agudo olfato, a la mayoría de estos personajes los dejó plantados en la puerta del penal, quienes iracundos por tremendo desaire juraron no escuchar más una canción más del reo inválido, y dijeron: “El biscorocho fue el asesino”, juramento que jamás cumplieron, fueron primeros en hacerle calle de honor a la salida de la cárcel y posar para la foto.

Ante tanta soledad, Díaz tuvo tiempo para escuchar radio, programas de su agrado, a los que mandaba mensajes, este servidor fue objeto de uno de ellos invitándome a visitarlo a la cárcel, con un mensajero que no inspiraba confianza, ante el temor de hacer el oso y quedar “como las novias de barrancas”.

Luego recibí una llamada presuntamente de ‘El Cacique’, me mostré receloso para no ser objeto de burla, se había vuelto costumbre hacerse pasar por Diomedes, para mamar gallo.

Por último me envió una carta que guardo y publiqué en el libro ‘Las voces del vallenato’, diciéndome que no tuviera temor, que había instrucciones para hacerme pasar, deje mis resquemores y acepte la invitación.

Diomedes estaba reducido en una pequeña habitación él solo, no se veía comodo, buena cama, baño pequeño, una cava con abundantes líquidos y comida que le había sido enviada con el primo ‘Alejo’ el de la canción ‘El tigrillo’, Diomedes regalaba la comida a visitantes o guardas, tenía desconfianza de ser envenenado.

Después de la entrevista, Diomedes prometió me compraría cien libros de la obra ‘Clásicos del Vallenato’, para donárselos a la Judicial, dinero que me enviaría con su representante José Zequeda.

Dos años después de la libertad de Diomedes, José Zequeda, quien ese momento se encontraba al lado de ‘El Cacique’, según testigos, me llama y pregunta dónde me encontraba, le dije el sitio, me comentó que en quince minutos llegaría para entregarme el dinero.

Hoy Varios años después, estoy aquí esperando a Zequeda con la plata, haciendo el oso, como los invitados de Diomedes a la cárcel, para hacerle la entrega de los libros a la Judicial.

Columnista
12 septiembre, 2016

Sigue deuda de Diomedes Díaz con la Cárcel Judicial

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

El calvario de Diomedes Díaz, comenzó en 1997, luego que el cadáver de Doris Adriana Niño fuera encontrado en las afueras de combita Boyacá y responsabilizado de ese caso junto a sus guardaespaldas. Diomedes escapó de su residencia en Valledupar donde tenía casa por cárcel en agosto de 2000 y después de varias batallas jurídicas […]


El calvario de Diomedes Díaz, comenzó en 1997, luego que el cadáver de Doris Adriana Niño fuera encontrado en las afueras de combita Boyacá y responsabilizado de ese caso junto a sus guardaespaldas.

Diomedes escapó de su residencia en Valledupar donde tenía casa por cárcel en agosto de 2000 y después de varias batallas jurídicas y sortear extrañas enfermedades, se entregó a la justicia en septiembre del 2002, ante unos guardias estupefactos por su presencia a los cuales les dijo: “vengo a ponerle la cara a la justicia”.

Ante la reclusión de tan prestigioso cantante de la música vallenata, en el patio 6 de la Cárcel Judicial de Valledupar, este centro reclusorio se convirtió en el sitio preferido de romerías de personajes de todos los órdenes, algunos con el interés de ayudarle en su difícil situación, otros únicamente los movía el interés de la novelería, a algunos el chisme y la figuración.

‘El Cacique’, con su personalidad impredecible y su agudo olfato, a la mayoría de estos personajes los dejó plantados en la puerta del penal, quienes iracundos por tremendo desaire juraron no escuchar más una canción más del reo inválido, y dijeron: “El biscorocho fue el asesino”, juramento que jamás cumplieron, fueron primeros en hacerle calle de honor a la salida de la cárcel y posar para la foto.

Ante tanta soledad, Díaz tuvo tiempo para escuchar radio, programas de su agrado, a los que mandaba mensajes, este servidor fue objeto de uno de ellos invitándome a visitarlo a la cárcel, con un mensajero que no inspiraba confianza, ante el temor de hacer el oso y quedar “como las novias de barrancas”.

Luego recibí una llamada presuntamente de ‘El Cacique’, me mostré receloso para no ser objeto de burla, se había vuelto costumbre hacerse pasar por Diomedes, para mamar gallo.

Por último me envió una carta que guardo y publiqué en el libro ‘Las voces del vallenato’, diciéndome que no tuviera temor, que había instrucciones para hacerme pasar, deje mis resquemores y acepte la invitación.

Diomedes estaba reducido en una pequeña habitación él solo, no se veía comodo, buena cama, baño pequeño, una cava con abundantes líquidos y comida que le había sido enviada con el primo ‘Alejo’ el de la canción ‘El tigrillo’, Diomedes regalaba la comida a visitantes o guardas, tenía desconfianza de ser envenenado.

Después de la entrevista, Diomedes prometió me compraría cien libros de la obra ‘Clásicos del Vallenato’, para donárselos a la Judicial, dinero que me enviaría con su representante José Zequeda.

Dos años después de la libertad de Diomedes, José Zequeda, quien ese momento se encontraba al lado de ‘El Cacique’, según testigos, me llama y pregunta dónde me encontraba, le dije el sitio, me comentó que en quince minutos llegaría para entregarme el dinero.

Hoy Varios años después, estoy aquí esperando a Zequeda con la plata, haciendo el oso, como los invitados de Diomedes a la cárcel, para hacerle la entrega de los libros a la Judicial.