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Columnista - 15 octubre, 2019

Siempre hay una oportunidad para el mañana

Llevo en mi espíritu una captura de pantalla de un vídeo de la Organización Meteorológica Mundial, en cuyo pie se nos dice que la tierra alcanza un récord histórico de calor verdaderamente preocupante. Ante esta realidad, no puedo por menos que preocuparme y reconocer que nuestro comportamiento mezquino e irresponsable, ha sido el causante de […]

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Llevo en mi espíritu una captura de pantalla de un vídeo de la Organización Meteorológica Mundial, en cuyo pie se nos dice que la tierra alcanza un récord histórico de calor verdaderamente preocupante. Ante esta realidad, no puedo por menos que preocuparme y reconocer que nuestro comportamiento mezquino e irresponsable, ha sido el causante de triturar ese ambiente originario en lugar de protegerlo.

Cuando nada se considera, se estima y tampoco se respeta, las consecuencias son tremendas. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a dominarlo todo a nuestro antojo, al capricho del poder, obviando que las necedades del linaje en su conjunto son los problemas de cada uno. Junto a la degradación ambiental, la deshumanización parece dejarnos sin expectativas, pero llegado a este punto debe de estar el coraje de la ciudadanía, dispuesta a no dejarse amilanar por nada ni por nadie. Lo importante es cargar con el ahora, con la propuesta de un nuevo estilo de vida más equitativo, porque la injusticia no es invencible, que lo sepamos.

Precisamente, creo que el porvenir del germen humanístico radica en el afecto de unos y otros hacia ese instinto natural, o si quieren de raciocinio inherente, que jamás debemos perder. Desde luego, siempre vamos a tener una oportunidad de cambio.

La cuestión es que nos unamos toda la especie y empecemos una nueva construcción, pensando en todos los pueblos y en cada ser humano, y dejemos a un lado los intereses económicos y los capitales. No es cierto un desarrollo sostenible sin hermanamiento entre culturas. Tampoco es positiva esta solidaridad que venimos predicando, ya que no es una adhesión que nos fraternice.

Podríamos refrendar, incluso, que las bondades que solemos predicar hasta la saciedad, si no llegan a compenetrarnos, tampoco tienen nada de autenticidad. Por ello, es menester converger en diálogos de corazón, cada cual desde su experiencia de culto, desde su propia cultura, sus capacidades e iniciativas.

Lo fundamental es no quedarse parado, ni resignarnos. La resignación es una manera de dejarse morir.

Por el contrario, si no se combaten la falta de equidad, la intolerancia y la emergencia climática que afecta a toda la humanidad en su conjunto, a través de ese místico camino interior que cada cual llevamos consigo, difícilmente vamos a progresar y a poder realizarnos humanamente, que es lo que de veras nos da felicidad.

En todo caso, que no se repita una y otra vez el pasado, seamos honestos y creativos a través de un presente que siempre es indicativo, mientras todo está condicionado a un futuro que provoque esa sublime poética con todo lo creado que tan luminosamente viven las personas con alma en camino. No trunquemos, por tanto, ocasiones que nos fraternicen. Sólo así podremos superar esa ansiedad enfermiza que nos vuelve acaparadores, agresivos a más no poder y superficiales con el que camina a nuestro lado. Pensemos en que todos somos hijos del aire y de la vida, y que el porvenir será nuestro a poco que pongamos la mesura en uno mismo, el principal freno de todos las inmoralidades. ¡No desperdiciemos más el tiempo, hagámoslo de verdad!

Columnista
15 octubre, 2019

Siempre hay una oportunidad para el mañana

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Víctor Corcoba Herrero

Llevo en mi espíritu una captura de pantalla de un vídeo de la Organización Meteorológica Mundial, en cuyo pie se nos dice que la tierra alcanza un récord histórico de calor verdaderamente preocupante. Ante esta realidad, no puedo por menos que preocuparme y reconocer que nuestro comportamiento mezquino e irresponsable, ha sido el causante de […]


Llevo en mi espíritu una captura de pantalla de un vídeo de la Organización Meteorológica Mundial, en cuyo pie se nos dice que la tierra alcanza un récord histórico de calor verdaderamente preocupante. Ante esta realidad, no puedo por menos que preocuparme y reconocer que nuestro comportamiento mezquino e irresponsable, ha sido el causante de triturar ese ambiente originario en lugar de protegerlo.

Cuando nada se considera, se estima y tampoco se respeta, las consecuencias son tremendas. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a dominarlo todo a nuestro antojo, al capricho del poder, obviando que las necedades del linaje en su conjunto son los problemas de cada uno. Junto a la degradación ambiental, la deshumanización parece dejarnos sin expectativas, pero llegado a este punto debe de estar el coraje de la ciudadanía, dispuesta a no dejarse amilanar por nada ni por nadie. Lo importante es cargar con el ahora, con la propuesta de un nuevo estilo de vida más equitativo, porque la injusticia no es invencible, que lo sepamos.

Precisamente, creo que el porvenir del germen humanístico radica en el afecto de unos y otros hacia ese instinto natural, o si quieren de raciocinio inherente, que jamás debemos perder. Desde luego, siempre vamos a tener una oportunidad de cambio.

La cuestión es que nos unamos toda la especie y empecemos una nueva construcción, pensando en todos los pueblos y en cada ser humano, y dejemos a un lado los intereses económicos y los capitales. No es cierto un desarrollo sostenible sin hermanamiento entre culturas. Tampoco es positiva esta solidaridad que venimos predicando, ya que no es una adhesión que nos fraternice.

Podríamos refrendar, incluso, que las bondades que solemos predicar hasta la saciedad, si no llegan a compenetrarnos, tampoco tienen nada de autenticidad. Por ello, es menester converger en diálogos de corazón, cada cual desde su experiencia de culto, desde su propia cultura, sus capacidades e iniciativas.

Lo fundamental es no quedarse parado, ni resignarnos. La resignación es una manera de dejarse morir.

Por el contrario, si no se combaten la falta de equidad, la intolerancia y la emergencia climática que afecta a toda la humanidad en su conjunto, a través de ese místico camino interior que cada cual llevamos consigo, difícilmente vamos a progresar y a poder realizarnos humanamente, que es lo que de veras nos da felicidad.

En todo caso, que no se repita una y otra vez el pasado, seamos honestos y creativos a través de un presente que siempre es indicativo, mientras todo está condicionado a un futuro que provoque esa sublime poética con todo lo creado que tan luminosamente viven las personas con alma en camino. No trunquemos, por tanto, ocasiones que nos fraternicen. Sólo así podremos superar esa ansiedad enfermiza que nos vuelve acaparadores, agresivos a más no poder y superficiales con el que camina a nuestro lado. Pensemos en que todos somos hijos del aire y de la vida, y que el porvenir será nuestro a poco que pongamos la mesura en uno mismo, el principal freno de todos las inmoralidades. ¡No desperdiciemos más el tiempo, hagámoslo de verdad!