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Columnista - 26 abril, 2013

Si te hieren las espinas… ¡apártalas del camino!

Son tantos los reconocimientos que en estos días previos a la edición 46 del Festival Vallenato se han hecho en diversos medios sobre la vida y obra de Gustavo Gutiérrez Cabello, que cualquier consideración adicional sobre el tema corre el riesgo de llover sobre lo mojado.

Por: Raúl Bermúdez Márquez

Son tantos los reconocimientos que en estos días previos a la edición 46 del Festival Vallenato se han hecho en diversos medios sobre la vida y obra de Gustavo Gutiérrez Cabello, que cualquier consideración adicional sobre el tema corre el riesgo de llover sobre lo mojado.

Sin embargo, no resistí la tentación por una sencilla razón: la primera canción que tarareé completa en mi niñez la compuso precisamente Tavo Gutiérrez.

Transcurría el año 1965 y cursaba el quinto año elemental en el Ateneo El Rosario de Valledupar -ubicado para la época en el callejón de la Purrututú,-cuando a José Quiroz con una dulzaina y a Edulfo Calderón con una melodiosa voz les escuché la interpretación de lo que después me enteraría era la primera composición de un muchacho que fue mordido en la plaza por un perro que “por rabioso le decían el Mayor Blanco” y por eso Evaristo, el papá, le descerrajó tres tiros frustrándose así el enfrentamiento de esa fiera con un tigre que asolaba varias fincas de la región.

La canción tenía un nombre muy fácil de recordar: La Espina. Y su mensaje me impactó de comienzo a fin: “Si te hieren las espinas, cuando vas por algún paso, no te quejes de la vida y apártalas del camino”. ¿Qué mejor aliciente para seguir adelante en medio de las dificultades propias de la época, en mi caso, ahondadas con la temprana pérdida de mi madre? “Soy yo linda, que vengo a verte a ti, vengo herido, la sangre brota en mí… Yo de ti, yo de ti me dejo curar, para que te ocupes de mí, quisiera volver a sangrar”. Me hacía recordar esos versos el calvario de Jesús para redimir a la humanidad.

“Como yo soy vallenato, con mi acordeón te lo digo, asómate a la ventana, ¡por Dios que yo te lo pido!” Allí encontraba por primera vez la intención de adoptar como símbolo de identidad el instrumento que hoy nos caracteriza hasta por fuera de nuestras fronteras. Después vendrían muchas más obras poéticas-musicales que como caso excepcional, resulta imposible emitir un veredicto sobre cuál es la mejor de todas. Para mí todas son madres, es decir, buenas.

La UPC, otorgó a Gustavo Gutiérrez el título de honoris-causa en Arte Folclor y Cultura, como una manera de reconocer la trayectoria musical, artística y poética de una de las figuras que, al lado de Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona, Jaime Molina, Fredy Molina, Hugues Martínez y Rodolfo Bolaños, entre otros-, los vallenatos raizales no nos cansaremos de agradecer a Dios por permitir que hayan sido paridos y formados en este prodigioso valle del Cacique Upar. 

 

Columnista
26 abril, 2013

Si te hieren las espinas… ¡apártalas del camino!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Raúl Bermúdez Márquez

Son tantos los reconocimientos que en estos días previos a la edición 46 del Festival Vallenato se han hecho en diversos medios sobre la vida y obra de Gustavo Gutiérrez Cabello, que cualquier consideración adicional sobre el tema corre el riesgo de llover sobre lo mojado.


Por: Raúl Bermúdez Márquez

Son tantos los reconocimientos que en estos días previos a la edición 46 del Festival Vallenato se han hecho en diversos medios sobre la vida y obra de Gustavo Gutiérrez Cabello, que cualquier consideración adicional sobre el tema corre el riesgo de llover sobre lo mojado.

Sin embargo, no resistí la tentación por una sencilla razón: la primera canción que tarareé completa en mi niñez la compuso precisamente Tavo Gutiérrez.

Transcurría el año 1965 y cursaba el quinto año elemental en el Ateneo El Rosario de Valledupar -ubicado para la época en el callejón de la Purrututú,-cuando a José Quiroz con una dulzaina y a Edulfo Calderón con una melodiosa voz les escuché la interpretación de lo que después me enteraría era la primera composición de un muchacho que fue mordido en la plaza por un perro que “por rabioso le decían el Mayor Blanco” y por eso Evaristo, el papá, le descerrajó tres tiros frustrándose así el enfrentamiento de esa fiera con un tigre que asolaba varias fincas de la región.

La canción tenía un nombre muy fácil de recordar: La Espina. Y su mensaje me impactó de comienzo a fin: “Si te hieren las espinas, cuando vas por algún paso, no te quejes de la vida y apártalas del camino”. ¿Qué mejor aliciente para seguir adelante en medio de las dificultades propias de la época, en mi caso, ahondadas con la temprana pérdida de mi madre? “Soy yo linda, que vengo a verte a ti, vengo herido, la sangre brota en mí… Yo de ti, yo de ti me dejo curar, para que te ocupes de mí, quisiera volver a sangrar”. Me hacía recordar esos versos el calvario de Jesús para redimir a la humanidad.

“Como yo soy vallenato, con mi acordeón te lo digo, asómate a la ventana, ¡por Dios que yo te lo pido!” Allí encontraba por primera vez la intención de adoptar como símbolo de identidad el instrumento que hoy nos caracteriza hasta por fuera de nuestras fronteras. Después vendrían muchas más obras poéticas-musicales que como caso excepcional, resulta imposible emitir un veredicto sobre cuál es la mejor de todas. Para mí todas son madres, es decir, buenas.

La UPC, otorgó a Gustavo Gutiérrez el título de honoris-causa en Arte Folclor y Cultura, como una manera de reconocer la trayectoria musical, artística y poética de una de las figuras que, al lado de Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona, Jaime Molina, Fredy Molina, Hugues Martínez y Rodolfo Bolaños, entre otros-, los vallenatos raizales no nos cansaremos de agradecer a Dios por permitir que hayan sido paridos y formados en este prodigioso valle del Cacique Upar.