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El Vallenato - 12 junio, 2021

¡Si Rafael Orozco estuviera por aquí!

Fue Rafa un artista que valoraba con sinceridad y trato digno el aporte de cada uno de los integrantes de su agrupación, respetaba sus derechos y en sus presentaciones y grabaciones.

Rafael Orozco e Israel Romero.
Rafael Orozco e Israel Romero.
Boton Wpp

“Ha podido volver cantante a San Pedro para dejar al pobre Rafa tranquilo”. El aparte transcrito corresponde a la canción ‘Un ángel más en el cielo’, de la autoría de Poncho Cotes Jr, que los Hermanos Zuleta incluyeron en el LP ‘Mañanitas de Invierno’ que lanzaron en enero de 1993, sentido homenaje a la memoria de Rafael Orozco

Se han cumplido los primeros 29 años  de la partida para siempre de ese caballero de los talones a la mollera, de sangre guajira, de Zambrano, y cesarense de Becerril, que con sus ideas y su comportamiento le puso ‘caché’ a los músicos y a la música vallenata. No es una ocasión más para conmemorar su ausencia, sino un día de renovado duelo por tantas cosas que están pasando en la música más representativa de Colombia, que si él estuviera por aquí no creo que estuvieran sucediendo.

Fue Rafa un artista que valoraba con sinceridad y trato digno el aporte de cada uno de los integrantes de su agrupación, respetaba sus derechos y en sus presentaciones y grabaciones, sin egoísmos mezquinos, propiciaba su lucimiento, no eran aquellos, para él, jornaleros a su servicio, sino compañeros de trabajo, algo que en estos tiempos es quimera, porque del acordeonero para abajo, salvo contadas excepciones, son víctimas de la discriminación y trato desmesurado por parte de quienes antes fungían como compañeros de fórmula y ahora los tratan como trapito de bajar olletas.

Lea también: 29 años sin Rafael Orozco: la voz romántica del vallenato

Seguramente, si Rafael Orozco estuviera con vida, las cosas serían diferentes porque además de afinado cantante, era un gran ser humano, que predicaba con el ejemplo.

Era evidente en el insustituible cantante, el contraste entre el alto perfil que con Israel  dieron a su agrupación, con la humildad en el trato con la gente, cálido con el público, cercano a sus seguidores, especialmente atento con su familia y -lo he sabido- generoso con sus amigos; nada usual en esa actividad, de su trabajo vivió mucha gente, y gracias a su apoyo muchos pudieron estudiar; fue puente para hacer posible la grabación de trabajos discográficos de algunos que hoy viven del oficio, y siempre tendió la mano a quien lo requería en momentos de dificultad. Tenía claro lo que dice Poncho Zuleta: “Uno antes de ser artista, tiene que ser gente”.

Su trayectoria meteórica fue construida ladrillo a ladrillo, a este hombre para triunfar pocas cosas le salieron gratis; la virgen, que está en todas partes, se le apareció en Aguachica. Todo comenzó  cuando Emilio Oviedo lo encontró acompañando como guacharaquero al rey vallenato Julio de La Ossa.

Le puede interesar: El ‘Cocha’ Molina: referente para la nueva generación de acordeoneros en el vallenato

Oviedo estaba en el mismo lugar, tocando y cantando, y su garganta estaba afectada, cuando el desconocido guacharaquero se ofreció para ayudarlo con el canto; a partir de allí comenzó lo que parecía una aventura, con peripecias, privaciones, ilusiones y desilusiones, mientras buscaban la oportunidad para grabar un disco; para lograrlo, pasaron hasta filo en Bogotá, y no fue peor porque Antonio del Villar les dio alojo en su casa, donde tuvieron que dormir en el piso porque camas no habían  para albergar al cantante, el acordeonero y los tres muchachos que lo acompañaban.

 Durante una semana, para poder comer, tocaban cada noche en el Círculo de Periodistas de Bogotá. El pago era ese, el único golpe al día, por eso no me canso de decir a los pobres de espíritu,  que son los verdaderos pobres, y  creen que quienes han triunfado lo han logrado por suerte, que: “Todo el que está arriba algún día estuvo abajo”. Nadie sabe nada  del hambre ajena.

Quien apretó el gatillo para acabar con la vida de Rafa no midió las consecuencias de su brutal comportamiento, precisamente por eso Dios ya los perdonó, ¡porque no sabían lo que estaban haciendo!

Por: Luis Eduardo Acosta Medina

El Vallenato
12 junio, 2021

¡Si Rafael Orozco estuviera por aquí!

Fue Rafa un artista que valoraba con sinceridad y trato digno el aporte de cada uno de los integrantes de su agrupación, respetaba sus derechos y en sus presentaciones y grabaciones.


Rafael Orozco e Israel Romero.
Rafael Orozco e Israel Romero.
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“Ha podido volver cantante a San Pedro para dejar al pobre Rafa tranquilo”. El aparte transcrito corresponde a la canción ‘Un ángel más en el cielo’, de la autoría de Poncho Cotes Jr, que los Hermanos Zuleta incluyeron en el LP ‘Mañanitas de Invierno’ que lanzaron en enero de 1993, sentido homenaje a la memoria de Rafael Orozco

Se han cumplido los primeros 29 años  de la partida para siempre de ese caballero de los talones a la mollera, de sangre guajira, de Zambrano, y cesarense de Becerril, que con sus ideas y su comportamiento le puso ‘caché’ a los músicos y a la música vallenata. No es una ocasión más para conmemorar su ausencia, sino un día de renovado duelo por tantas cosas que están pasando en la música más representativa de Colombia, que si él estuviera por aquí no creo que estuvieran sucediendo.

Fue Rafa un artista que valoraba con sinceridad y trato digno el aporte de cada uno de los integrantes de su agrupación, respetaba sus derechos y en sus presentaciones y grabaciones, sin egoísmos mezquinos, propiciaba su lucimiento, no eran aquellos, para él, jornaleros a su servicio, sino compañeros de trabajo, algo que en estos tiempos es quimera, porque del acordeonero para abajo, salvo contadas excepciones, son víctimas de la discriminación y trato desmesurado por parte de quienes antes fungían como compañeros de fórmula y ahora los tratan como trapito de bajar olletas.

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Seguramente, si Rafael Orozco estuviera con vida, las cosas serían diferentes porque además de afinado cantante, era un gran ser humano, que predicaba con el ejemplo.

Era evidente en el insustituible cantante, el contraste entre el alto perfil que con Israel  dieron a su agrupación, con la humildad en el trato con la gente, cálido con el público, cercano a sus seguidores, especialmente atento con su familia y -lo he sabido- generoso con sus amigos; nada usual en esa actividad, de su trabajo vivió mucha gente, y gracias a su apoyo muchos pudieron estudiar; fue puente para hacer posible la grabación de trabajos discográficos de algunos que hoy viven del oficio, y siempre tendió la mano a quien lo requería en momentos de dificultad. Tenía claro lo que dice Poncho Zuleta: “Uno antes de ser artista, tiene que ser gente”.

Su trayectoria meteórica fue construida ladrillo a ladrillo, a este hombre para triunfar pocas cosas le salieron gratis; la virgen, que está en todas partes, se le apareció en Aguachica. Todo comenzó  cuando Emilio Oviedo lo encontró acompañando como guacharaquero al rey vallenato Julio de La Ossa.

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Oviedo estaba en el mismo lugar, tocando y cantando, y su garganta estaba afectada, cuando el desconocido guacharaquero se ofreció para ayudarlo con el canto; a partir de allí comenzó lo que parecía una aventura, con peripecias, privaciones, ilusiones y desilusiones, mientras buscaban la oportunidad para grabar un disco; para lograrlo, pasaron hasta filo en Bogotá, y no fue peor porque Antonio del Villar les dio alojo en su casa, donde tuvieron que dormir en el piso porque camas no habían  para albergar al cantante, el acordeonero y los tres muchachos que lo acompañaban.

 Durante una semana, para poder comer, tocaban cada noche en el Círculo de Periodistas de Bogotá. El pago era ese, el único golpe al día, por eso no me canso de decir a los pobres de espíritu,  que son los verdaderos pobres, y  creen que quienes han triunfado lo han logrado por suerte, que: “Todo el que está arriba algún día estuvo abajo”. Nadie sabe nada  del hambre ajena.

Quien apretó el gatillo para acabar con la vida de Rafa no midió las consecuencias de su brutal comportamiento, precisamente por eso Dios ya los perdonó, ¡porque no sabían lo que estaban haciendo!

Por: Luis Eduardo Acosta Medina