Qué más quisiera uno que medio entender la realidad de lo que está sucediendo con referencia a la COVID-19. La noticia, cuya fuente es el Instituto nacional de Salud (INS), es que al 89 % ya nos o les ha dado la COVID-19. Lo primero que nos dijeron fue que el final del camino estaba […]
Qué más quisiera uno que medio entender la realidad de lo que está sucediendo con referencia a la COVID-19. La noticia, cuya fuente es el Instituto nacional de Salud (INS), es que al 89 % ya nos o les ha dado la COVID-19.
Lo primero que nos dijeron fue que el final del camino estaba cuando se diera la cacareada inmunidad de rebaño y que esta se alcanzaba cuando aproximadamente el 70 u 80 por ciento de la población hubiera sido infectada por contagio o por la vacunación masiva; cuando explicaron eso estábamos muy lejos de esa cifra.
Fue cuando entramos en la paranoia de las UCIs y las cremaciones a las cuales llegaron los de verdad y los de mentira; la sub-utilización dejó de ser una pesadilla y una larga lista de etcéteras, como el del avioncito a Wuhan para buscar a 14 compatriotas que supieron cómo irse, pero no la manera de regresar y la vacuna nada que aparecía.
Nos mostraban, convulsiones a bordo, cómo era que en un pueblito perdido no había respiradores y que en tal cárcel todos los internos estaban contagiados. Caso memorable el de Villavicencio. Era uno de los jinetes del apocalipsis en su caballo desbocado.
El Sars Cov 2 es un virus que afecta el sistema respiratorio pero que se comporta como virus y debe manejarse como tal, es decir, no es una misteriosa partícula extraterrestre ni un virus de laboratorio, y la ciencia médica ha sabido desde hace más de un siglo que el asunto es básicamente del tapabocas, cuyo uso debió ser objeto de una gigantesca campaña, más grande que el equivocado y desastroso encierro al que nos sometieron.
Drásticas sanciones a los que evadieran el uso de la mascarilla en lugares de aglomeración debieron ser suficientes. Eso lo entendieron muchos gobiernos. Aquí optamos por un conveniente y sospechoso acuartelamiento, porque esa pandemia llegó cuando el país estaba a punto de estallar; al ser aquella una situación excepcional permitió medidas de emergencia que sirvieron para aplacar el incendio. Pienso que el Gobierno sin esas normas no hubiera resistido. El salvavidas les sirvió hasta para cobrar lo que no podían.
Entonces, y concluyendo, si las cifras y conceptos no mienten, ya tenemos inmunidad de rebaño y no sé por qué no lo evidencian claramente, lo que por supuesto no implica el abandono de la bioseguridad, la cual llegó como anillo al dedo para efectos de un control político de esta clase. Al que le van a dar le guardan. Sonó la campana y se salvaron.
Qué más quisiera uno que medio entender la realidad de lo que está sucediendo con referencia a la COVID-19. La noticia, cuya fuente es el Instituto nacional de Salud (INS), es que al 89 % ya nos o les ha dado la COVID-19. Lo primero que nos dijeron fue que el final del camino estaba […]
Qué más quisiera uno que medio entender la realidad de lo que está sucediendo con referencia a la COVID-19. La noticia, cuya fuente es el Instituto nacional de Salud (INS), es que al 89 % ya nos o les ha dado la COVID-19.
Lo primero que nos dijeron fue que el final del camino estaba cuando se diera la cacareada inmunidad de rebaño y que esta se alcanzaba cuando aproximadamente el 70 u 80 por ciento de la población hubiera sido infectada por contagio o por la vacunación masiva; cuando explicaron eso estábamos muy lejos de esa cifra.
Fue cuando entramos en la paranoia de las UCIs y las cremaciones a las cuales llegaron los de verdad y los de mentira; la sub-utilización dejó de ser una pesadilla y una larga lista de etcéteras, como el del avioncito a Wuhan para buscar a 14 compatriotas que supieron cómo irse, pero no la manera de regresar y la vacuna nada que aparecía.
Nos mostraban, convulsiones a bordo, cómo era que en un pueblito perdido no había respiradores y que en tal cárcel todos los internos estaban contagiados. Caso memorable el de Villavicencio. Era uno de los jinetes del apocalipsis en su caballo desbocado.
El Sars Cov 2 es un virus que afecta el sistema respiratorio pero que se comporta como virus y debe manejarse como tal, es decir, no es una misteriosa partícula extraterrestre ni un virus de laboratorio, y la ciencia médica ha sabido desde hace más de un siglo que el asunto es básicamente del tapabocas, cuyo uso debió ser objeto de una gigantesca campaña, más grande que el equivocado y desastroso encierro al que nos sometieron.
Drásticas sanciones a los que evadieran el uso de la mascarilla en lugares de aglomeración debieron ser suficientes. Eso lo entendieron muchos gobiernos. Aquí optamos por un conveniente y sospechoso acuartelamiento, porque esa pandemia llegó cuando el país estaba a punto de estallar; al ser aquella una situación excepcional permitió medidas de emergencia que sirvieron para aplacar el incendio. Pienso que el Gobierno sin esas normas no hubiera resistido. El salvavidas les sirvió hasta para cobrar lo que no podían.
Entonces, y concluyendo, si las cifras y conceptos no mienten, ya tenemos inmunidad de rebaño y no sé por qué no lo evidencian claramente, lo que por supuesto no implica el abandono de la bioseguridad, la cual llegó como anillo al dedo para efectos de un control político de esta clase. Al que le van a dar le guardan. Sonó la campana y se salvaron.