Si de mujeres se trata, ninguna oposición puede ser más definitiva y punzante que la de las mismas. Si alguien se le opone a una mujer es otra. María Estuardo quería acabar a toda costa con Elizabeth desde Francia, mientras en su propia Inglaterra la hermana se agarraba a la vida en medio de los […]
Si de mujeres se trata, ninguna oposición puede ser más definitiva y punzante que la de las mismas. Si alguien se le opone a una mujer es otra. María Estuardo quería acabar a toda costa con Elizabeth desde Francia, mientras en su propia Inglaterra la hermana se agarraba a la vida en medio de los dolores más desastrosos, producidos por la enfermedad terminal, con tal de no dejarle la corona.
A Isabel de Aragón casi le arranca la mínima alegría de los años de su infancia su cuñada Juana, hermana del rey de Portugal, casada con el rey Enrique de Castilla; hizo lo impensable para alejarla de su madre y mantenerla como ficha de poder encerrada en el reino de Castilla. Nadie ha marcado más diferencia con Isabel II que su hermana Margarita y ahora Meghan Markle debe padecer a Kate. Ni hablar de Lady Di.
No han sido tanto los hombres, como nosotras mismas, las que nos hemos encargado de poner las más duras zancadillas y, aunque mis referencias parezcan frívolas, porque ya este mundo no es de reinas, lo cierto es que como mujeres todas y en todos los estrados, hemos sido una y mil veces anuladas por las mismas mujeres.
Claudia López no se enfrenta con sus gritos a los hombres, se enfrenta a las mujeres que no soportan que hable duro, ni que sea lesbiana, sin hijos y sin ninguna historia que la victimice y, muy por el contrario, la deje de tú a tú con cualquiera. Siempre se está buscando la debilidad en las mujeres, o algún episodio en la vida que haya generado el sufrimiento como para que por ese luego pueda tener derecho a decir lo que quiera.
No se vale decir lo que se quiera porque sí, si se es mujer; hay que tener contexto y las mujeres son quienes más lo necesitan para avalar a las otras. En política los ejemplos van desde las reinas ya mencionadas hasta la señora Thatcher, cuya vida nunca fue aceptada por las mujeres.
La expresión de “es un hombre con falda” siempre se le ha atribuido a estas mujeres que pasan fácilmente a ser llamadas hombres cuando no cumplen con ciertos requisitos indispensables, insisto, impuestos por las mismas mujeres.
La piedra en el zapato de Theresa May bien puede ser Andrea Ledsom, la conservadora, líder del Parlamento Británico y gran defensora del Brexit, quien renunció para aumentar la presión sobre la renuncia de May, ya que ha considerado que el plan de la premier británica no cumple con el resultado del referéndum al que se sometió el Reino Unido en 2016.
La lista sería enorme y sí, somos solidarias entre nosotras, nos cuidamos los hijos, somos grandes amigas, pero, por ejemplo, en Colombia aun no nos votamos entre nosotras y, con un par de excepciones, no lo tengo tan claro y por eso no digo nombres, las mujeres en la política buscan siempre el amparo de un hombre poderoso para que las otras mujeres puedan ver en él las garantías que jamás reconocerían en ellas, por ellas mismas.
Si de mujeres se trata, ninguna oposición puede ser más definitiva y punzante que la de las mismas. Si alguien se le opone a una mujer es otra. María Estuardo quería acabar a toda costa con Elizabeth desde Francia, mientras en su propia Inglaterra la hermana se agarraba a la vida en medio de los […]
Si de mujeres se trata, ninguna oposición puede ser más definitiva y punzante que la de las mismas. Si alguien se le opone a una mujer es otra. María Estuardo quería acabar a toda costa con Elizabeth desde Francia, mientras en su propia Inglaterra la hermana se agarraba a la vida en medio de los dolores más desastrosos, producidos por la enfermedad terminal, con tal de no dejarle la corona.
A Isabel de Aragón casi le arranca la mínima alegría de los años de su infancia su cuñada Juana, hermana del rey de Portugal, casada con el rey Enrique de Castilla; hizo lo impensable para alejarla de su madre y mantenerla como ficha de poder encerrada en el reino de Castilla. Nadie ha marcado más diferencia con Isabel II que su hermana Margarita y ahora Meghan Markle debe padecer a Kate. Ni hablar de Lady Di.
No han sido tanto los hombres, como nosotras mismas, las que nos hemos encargado de poner las más duras zancadillas y, aunque mis referencias parezcan frívolas, porque ya este mundo no es de reinas, lo cierto es que como mujeres todas y en todos los estrados, hemos sido una y mil veces anuladas por las mismas mujeres.
Claudia López no se enfrenta con sus gritos a los hombres, se enfrenta a las mujeres que no soportan que hable duro, ni que sea lesbiana, sin hijos y sin ninguna historia que la victimice y, muy por el contrario, la deje de tú a tú con cualquiera. Siempre se está buscando la debilidad en las mujeres, o algún episodio en la vida que haya generado el sufrimiento como para que por ese luego pueda tener derecho a decir lo que quiera.
No se vale decir lo que se quiera porque sí, si se es mujer; hay que tener contexto y las mujeres son quienes más lo necesitan para avalar a las otras. En política los ejemplos van desde las reinas ya mencionadas hasta la señora Thatcher, cuya vida nunca fue aceptada por las mujeres.
La expresión de “es un hombre con falda” siempre se le ha atribuido a estas mujeres que pasan fácilmente a ser llamadas hombres cuando no cumplen con ciertos requisitos indispensables, insisto, impuestos por las mismas mujeres.
La piedra en el zapato de Theresa May bien puede ser Andrea Ledsom, la conservadora, líder del Parlamento Británico y gran defensora del Brexit, quien renunció para aumentar la presión sobre la renuncia de May, ya que ha considerado que el plan de la premier británica no cumple con el resultado del referéndum al que se sometió el Reino Unido en 2016.
La lista sería enorme y sí, somos solidarias entre nosotras, nos cuidamos los hijos, somos grandes amigas, pero, por ejemplo, en Colombia aun no nos votamos entre nosotras y, con un par de excepciones, no lo tengo tan claro y por eso no digo nombres, las mujeres en la política buscan siempre el amparo de un hombre poderoso para que las otras mujeres puedan ver en él las garantías que jamás reconocerían en ellas, por ellas mismas.