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Columnista - 4 septiembre, 2010

Serenata Interdepartamental

Por: Julio Mario Celedon Viajando en un bus de Barranquilla a Valledupar, me acomodé en el puesto  13 al pie de la ventana para ir observando el paisaje, luego llegó al pasillo un sexagenario señor que se agachó para mirar la enumeración que los asientos llevan en sus brazos, al ver que tenía cierta dificultad […]

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Por: Julio Mario Celedon
Viajando en un bus de Barranquilla a Valledupar, me acomodé en el puesto  13 al pie de la ventana para ir observando el paisaje, luego llegó al pasillo un sexagenario señor que se agachó para mirar la enumeración que los asientos llevan en sus brazos, al ver que tenía cierta dificultad para distinguir los números, le pregunté por cortesía cual cupo le habían asignado, a lo que él respondió de manera más bien tajante, y con un dejo de inconformidad, que el mío, y que yo estaba sentado en el puesto suyo, comprendí que el hombre quería ubicarse al lado de la ventana, sin discutir ni constatar si era cierto o no, le cedí mi lugar y tomé la silla del pasillo, basándome en la premisa del respeto a los mayores.
Cruzando el puente Pumarejo, mi casual compañero de viaje me puso tema de conversación, habló de cualquier trivialidad para captar mi atención y luego preguntó que si me gustaba la música vallenata, yo le respondí que indiscutiblemente, el caballero se presentó indagándome que si el nombre de Rodrigo Álvarez Hinojosa no me decía nada, le comenté que se me hacía conocido, me interrogó que si había escuchado la canción ‘Rosa María’ grabada por los Hermanos Zuleta, o ‘No se justifica’ llevada al acetato por Diomedes Díaz y ‘El Debe’ López, o tal vez, ‘Marys Bolívar’, también interpretada por Diomedes pero con el gran Colacho Mendoza, yo le respondí que sí, que todas esos grandes cantos los había escuchado pues a pesar de que era un niño cuando salieron al mercado, crecí escuchándolos, ya que se habían inmortalizado en las voces de estos grandes artistas convirtiéndose en clásicos, él hombre sonrió como asintiendo y remató diciéndome con orgullo que él era el compositor de esas canciones, que él era Rodrigo Álvarez.
De ahí para allá el juglar, se dedicó a cantarme sus éxitos y a tararearme algunas canciones inéditas, el viaje se me hizo corto escuchando ‘la serenata’ del maestro, pues no solo me cantó  y verseó  en un derroche de talento sino que también me narró muchas de sus vivencias y aventuras de su briosa juventud.  (Continuará)

Coletilla (corrección)

Con respecto a mi columna anterior recibí dos correos con oportunas correcciones, uno de Milton Ricaurte y el otro de mi amigo Carlos Alberto Cabas Pumarejo quien me explica que ‘Chorrobalín’ respondía al nombre de Jacobo Churio y por eso le llamaban ‘Jacobito’, y que ‘Chepo’ era el que conducía con el sombrero y tocaba empujar cuando se varaba; gracias amigos lectores por sus aportes. También recibí una grata llamada del legendario Darío Pavajeau, quien gentilmente me hizo una certera aclaración e ilustración acerca de ‘Nanolacruz’, el cual se llamaba Maximiliano Zuleta Pavajeau, este era sordomudo y por obvias razones no podía ser vulgar, fue protegido de los Pumarejo y vivía en el traspatio de la casa de esta honorable familia, se la pasaba recogiendo checas, tablitas y palos por las calles.
También me contó Pavajeau que el ‘Monopepa’ no era un loco ‘local’ sino un personaje del vecino pueblo de La Paz. Le agradezco su valiosa colaboración a Darío, quien a propósito debe estar dichoso con la elección  a la Presidencia de Juan Manuel Santos, pues ellos son íntimos amigos de viaja data, y no se extrañen cuando el Primer Mandatario venga a parrandear al patio de la familia Pavajeau Baute en donde lo han atendido en incontables ocasiones.

[email protected]

Columnista
4 septiembre, 2010

Serenata Interdepartamental

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Por: Julio Mario Celedon Viajando en un bus de Barranquilla a Valledupar, me acomodé en el puesto  13 al pie de la ventana para ir observando el paisaje, luego llegó al pasillo un sexagenario señor que se agachó para mirar la enumeración que los asientos llevan en sus brazos, al ver que tenía cierta dificultad […]


Por: Julio Mario Celedon
Viajando en un bus de Barranquilla a Valledupar, me acomodé en el puesto  13 al pie de la ventana para ir observando el paisaje, luego llegó al pasillo un sexagenario señor que se agachó para mirar la enumeración que los asientos llevan en sus brazos, al ver que tenía cierta dificultad para distinguir los números, le pregunté por cortesía cual cupo le habían asignado, a lo que él respondió de manera más bien tajante, y con un dejo de inconformidad, que el mío, y que yo estaba sentado en el puesto suyo, comprendí que el hombre quería ubicarse al lado de la ventana, sin discutir ni constatar si era cierto o no, le cedí mi lugar y tomé la silla del pasillo, basándome en la premisa del respeto a los mayores.
Cruzando el puente Pumarejo, mi casual compañero de viaje me puso tema de conversación, habló de cualquier trivialidad para captar mi atención y luego preguntó que si me gustaba la música vallenata, yo le respondí que indiscutiblemente, el caballero se presentó indagándome que si el nombre de Rodrigo Álvarez Hinojosa no me decía nada, le comenté que se me hacía conocido, me interrogó que si había escuchado la canción ‘Rosa María’ grabada por los Hermanos Zuleta, o ‘No se justifica’ llevada al acetato por Diomedes Díaz y ‘El Debe’ López, o tal vez, ‘Marys Bolívar’, también interpretada por Diomedes pero con el gran Colacho Mendoza, yo le respondí que sí, que todas esos grandes cantos los había escuchado pues a pesar de que era un niño cuando salieron al mercado, crecí escuchándolos, ya que se habían inmortalizado en las voces de estos grandes artistas convirtiéndose en clásicos, él hombre sonrió como asintiendo y remató diciéndome con orgullo que él era el compositor de esas canciones, que él era Rodrigo Álvarez.
De ahí para allá el juglar, se dedicó a cantarme sus éxitos y a tararearme algunas canciones inéditas, el viaje se me hizo corto escuchando ‘la serenata’ del maestro, pues no solo me cantó  y verseó  en un derroche de talento sino que también me narró muchas de sus vivencias y aventuras de su briosa juventud.  (Continuará)

Coletilla (corrección)

Con respecto a mi columna anterior recibí dos correos con oportunas correcciones, uno de Milton Ricaurte y el otro de mi amigo Carlos Alberto Cabas Pumarejo quien me explica que ‘Chorrobalín’ respondía al nombre de Jacobo Churio y por eso le llamaban ‘Jacobito’, y que ‘Chepo’ era el que conducía con el sombrero y tocaba empujar cuando se varaba; gracias amigos lectores por sus aportes. También recibí una grata llamada del legendario Darío Pavajeau, quien gentilmente me hizo una certera aclaración e ilustración acerca de ‘Nanolacruz’, el cual se llamaba Maximiliano Zuleta Pavajeau, este era sordomudo y por obvias razones no podía ser vulgar, fue protegido de los Pumarejo y vivía en el traspatio de la casa de esta honorable familia, se la pasaba recogiendo checas, tablitas y palos por las calles.
También me contó Pavajeau que el ‘Monopepa’ no era un loco ‘local’ sino un personaje del vecino pueblo de La Paz. Le agradezco su valiosa colaboración a Darío, quien a propósito debe estar dichoso con la elección  a la Presidencia de Juan Manuel Santos, pues ellos son íntimos amigos de viaja data, y no se extrañen cuando el Primer Mandatario venga a parrandear al patio de la familia Pavajeau Baute en donde lo han atendido en incontables ocasiones.

[email protected]