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Esta pregunta, según Mateo 27:46, la hizo Jesús cuando sus sufrimientos eran insoportables, todo dolor tiene sus límites y parece que hasta las divinidades los padecen.
Esta pregunta, según Mateo 27:46, la hizo Jesús cuando sus sufrimientos eran insoportables, todo dolor tiene sus límites y parece que hasta las divinidades los padecen. Desde entonces esta súplica no ha cesado, la hacen sin respuesta millones de personas en todo el mundo, el dolor se volvió costumbre, el eco de los gemidos universales retumba por todo el firmamento, nadie responde.
Este es el clamor sin esperanzas, en varios idiomas y culturas, de migrantes, deportados, desaparecidos, mutilados, masacrados, secuestrados, encarcelados injustamente, despojados y desarraigados de sus territorios. Toda la humanidad se hizo un Gólgota, pero sin resurrección, ese chance nadie más lo tendrá. Si Jesús vino a redimirnos, no lo logró, desde entonces la humanidad se ha pauperizado.
Los Estados gendarmes como Roma se han multiplicado y han exagerado sus prácticas de muerte, la destrucción de ciudades y pueblos se masificó, Jerusalén ya no es la única destruida, hoy toda Palestina lo ha sido, la intolerancia ha crecido, de Barrabases y Herodes se llenó el mundo, la maldad y la injusticia han crecido, la traición y la deslealtad han hecho escuela.
Entonces, ¿de qué nos sirve escenificar una tradición dolorosa si todos los días la vivimos de cuerpo presente y en grado sumo sin que aparezcan las soluciones? ¿Un distractor para banalizar el dolor de la humanidad e insistir en la resignación? Si Jesús padeció, ¿qué malo tiene que los mortales lo hagamos? Ese podría ser el mensaje subliminal. Ya no existen los Arimatea, ahora a los que tratan de disminuir las penas los llaman falsos testigos. ¿Ante quién clamará Colombia si el Redentor, siendo el hijo del Padre, no fue escuchado? Colombia ha soportado su cruz durante 200 años, un largo calvario y sus plegarias no han sido escuchadas, esta es una Nación cooptada por el sufrimiento que se alimenta con lo esotérico, en medio de ritos y mitos; su pasión está lejos de terminar, la de Jesús fue de horas. ¿Para qué conmemorar la pasión dentro de tanta desesperanza? Eso equivale a echarle limón a los ojos que ya están irritados. Solo falta implorar al mismo pueblo, ese que, dialécticamente debe sacudirse de tantas penas.
“Mi reino no es de este mundo”, dijo Jesús, pero nos dejó un paradigma aristotélico y en su mundo metafísico, tendrá su propia liberación; el nuestro está aquí y depende de nuestras soluciones, que las tiene el mismo pueblo cuyo yugo es material y sólo él puede quitárselo. Los antiguos palestinos, si bien hicieron unos intentos fácticos para liberarse del yugo romano, no tuvieron capacidad organizativa (los Zelotes, grupo de Pedro y Judas su hijo, y otros más, intentaron liberarse mediante los métodos convencionales de la guerra, pero fueron aplastados); más, mantuvieron la idea de un mesías para su liberación; hoy siguen sin redención, el imperio romano lo tienen más cerca, está en Israel.
La pregunta inicial de nuestra columna es fundamental, pero según Juan 19:30, lo que este escuchó fue otra cosa: “Todo está consumado”, como si una sola muerte sellara el destino de la humanidad. Aquí, Jesús no pidió clemencia, aceptó la situación, murió por sus ideas. ¿Qué se consumó allí si nada ha concluido? ¿Quién puede redimir a Palestina, la tierra donde nació Jesús? (El concepto de Jesucristo surgió a finales del siglo IV). Por su lado, Lucas que estaba en otra orilla, escuchó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, Lucas 23:46.
En estas dos versiones, Jesús tuvo más resignación, sin más lamentaciones. Estas tres exclamaciones de dolor debieron darse en el momento crítico del sufrimiento, cuando la muerte anunciaba su llegada; sin embargo, cada uno de estos tres evangelistas solo acuñó una. Acaso, ¿no fueron testigos? ¿Por qué escucharon cosas diferentes? ¿Fue de oídas su conocimiento? La pregunta que cualquier periodista haría hoy, asumiendo que solo hubo una sola frase, es: ¿cuál de las tres escuchas es la verdadera? En verdad, las tres declaraciones significan lo mismo; de ser cierta esta afirmación, no serían siete palabras sino cinco y así podríamos hablar del sermón de las cinco palabras.
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Esta pregunta, según Mateo 27:46, la hizo Jesús cuando sus sufrimientos eran insoportables, todo dolor tiene sus límites y parece que hasta las divinidades los padecen.
Esta pregunta, según Mateo 27:46, la hizo Jesús cuando sus sufrimientos eran insoportables, todo dolor tiene sus límites y parece que hasta las divinidades los padecen. Desde entonces esta súplica no ha cesado, la hacen sin respuesta millones de personas en todo el mundo, el dolor se volvió costumbre, el eco de los gemidos universales retumba por todo el firmamento, nadie responde.
Este es el clamor sin esperanzas, en varios idiomas y culturas, de migrantes, deportados, desaparecidos, mutilados, masacrados, secuestrados, encarcelados injustamente, despojados y desarraigados de sus territorios. Toda la humanidad se hizo un Gólgota, pero sin resurrección, ese chance nadie más lo tendrá. Si Jesús vino a redimirnos, no lo logró, desde entonces la humanidad se ha pauperizado.
Los Estados gendarmes como Roma se han multiplicado y han exagerado sus prácticas de muerte, la destrucción de ciudades y pueblos se masificó, Jerusalén ya no es la única destruida, hoy toda Palestina lo ha sido, la intolerancia ha crecido, de Barrabases y Herodes se llenó el mundo, la maldad y la injusticia han crecido, la traición y la deslealtad han hecho escuela.
Entonces, ¿de qué nos sirve escenificar una tradición dolorosa si todos los días la vivimos de cuerpo presente y en grado sumo sin que aparezcan las soluciones? ¿Un distractor para banalizar el dolor de la humanidad e insistir en la resignación? Si Jesús padeció, ¿qué malo tiene que los mortales lo hagamos? Ese podría ser el mensaje subliminal. Ya no existen los Arimatea, ahora a los que tratan de disminuir las penas los llaman falsos testigos. ¿Ante quién clamará Colombia si el Redentor, siendo el hijo del Padre, no fue escuchado? Colombia ha soportado su cruz durante 200 años, un largo calvario y sus plegarias no han sido escuchadas, esta es una Nación cooptada por el sufrimiento que se alimenta con lo esotérico, en medio de ritos y mitos; su pasión está lejos de terminar, la de Jesús fue de horas. ¿Para qué conmemorar la pasión dentro de tanta desesperanza? Eso equivale a echarle limón a los ojos que ya están irritados. Solo falta implorar al mismo pueblo, ese que, dialécticamente debe sacudirse de tantas penas.
“Mi reino no es de este mundo”, dijo Jesús, pero nos dejó un paradigma aristotélico y en su mundo metafísico, tendrá su propia liberación; el nuestro está aquí y depende de nuestras soluciones, que las tiene el mismo pueblo cuyo yugo es material y sólo él puede quitárselo. Los antiguos palestinos, si bien hicieron unos intentos fácticos para liberarse del yugo romano, no tuvieron capacidad organizativa (los Zelotes, grupo de Pedro y Judas su hijo, y otros más, intentaron liberarse mediante los métodos convencionales de la guerra, pero fueron aplastados); más, mantuvieron la idea de un mesías para su liberación; hoy siguen sin redención, el imperio romano lo tienen más cerca, está en Israel.
La pregunta inicial de nuestra columna es fundamental, pero según Juan 19:30, lo que este escuchó fue otra cosa: “Todo está consumado”, como si una sola muerte sellara el destino de la humanidad. Aquí, Jesús no pidió clemencia, aceptó la situación, murió por sus ideas. ¿Qué se consumó allí si nada ha concluido? ¿Quién puede redimir a Palestina, la tierra donde nació Jesús? (El concepto de Jesucristo surgió a finales del siglo IV). Por su lado, Lucas que estaba en otra orilla, escuchó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, Lucas 23:46.
En estas dos versiones, Jesús tuvo más resignación, sin más lamentaciones. Estas tres exclamaciones de dolor debieron darse en el momento crítico del sufrimiento, cuando la muerte anunciaba su llegada; sin embargo, cada uno de estos tres evangelistas solo acuñó una. Acaso, ¿no fueron testigos? ¿Por qué escucharon cosas diferentes? ¿Fue de oídas su conocimiento? La pregunta que cualquier periodista haría hoy, asumiendo que solo hubo una sola frase, es: ¿cuál de las tres escuchas es la verdadera? En verdad, las tres declaraciones significan lo mismo; de ser cierta esta afirmación, no serían siete palabras sino cinco y así podríamos hablar del sermón de las cinco palabras.
Por: Luis Napoleón de Armas P.