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Columnista - 12 enero, 2015

Semejanzas

Era el año de mil novecientos setenta y dos. Terminaba estudios de periodismo, cuando una mañana de septiembre, en la universidad, nos sobresaltó una noticia muy parecida a la trágica que ha conmovido al mundo en estos últimos días: doce atletas judíos que participaban en los Juegos Olímpicos de Múnich, fueron asesinados por fedayines que […]

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Era el año de mil novecientos setenta y dos. Terminaba estudios de periodismo, cuando una mañana de septiembre, en la universidad, nos sobresaltó una noticia muy parecida a la trágica que ha conmovido al mundo en estos últimos días: doce atletas judíos que participaban en los Juegos Olímpicos de Múnich, fueron asesinados por fedayines que entraron a la Villa Olímpica.

Los compañeros preguntaban si habían matado a Mark Spitz, la estrella del momento, el nadador que asombró con las siete medallas de oro que conquistó y con ellas batió siete records, solo superados treinta y seis años después por su compatriota Michael Pelps, pero no, a él, aunque judío, no lo mataron, estaba en el pabellón de los Estados Unidos, tenía la nacionalidad norteamericana; se retiró a los veintidós años, sólo siguió participando en los Juegos Macabeos o Macabiadas.

Se comprueba así que la historia se repite, en distintos escenarios, pero con algo común en todos los casos: el estado de indefensión de los atacados. El caso de París tuvo autores de la misma región, Medio Oriente, y por lo menos con ideologías religiosas iguales; en el primer suceso se masacró a la juventud sana, la del deporte, en el segundo, a la libertad de expresión.

Y no nos acostumbramos a estos sucesos, conmocionan y con el tiempo que corre sin parar, aunque siempre he creído que somos nosotros los que corremos sobre el tiempo, se presentarán más casos, más sobresaltos, más angustias. Parece que estuviéramos cayendo en el abismo de la sinrazón sin posibilidades de frenar tanta violencia, y lo más doloroso es que los últimos casos de terrorismo sean ofrendados a dios, el de ellos.
Ya lo dijo un pensador hace años: “…el peligro no es el conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética (hoy Rusia de nuevo) es el odio que se larva en el fundamentalismo de ciertas religiones, hay que temerle a la guerras religiosas”.

De ese tema han escrito y hablado mucho en estos días, politólogos y entendidos en terrorismo, me atreví a tocarlo porque el recuerdo del Tiburón, como el decían a Spitz, se hizo tan claro que quise compartirlo con los jóvenes que me leen, y les cuento que el atleta, uno de los mejores de todos los tiempos, vive en california y tiene sesenta y cuatro años, se dedica al negocio de finca raíz, se retiró joven, dicen unos que decepcionados por el horrible momento que vivió, cuando todo le sonreía; otros, porque sus padres le pidieron que se retirara, temían por su vida.
Ha historia simplemente es la compilación de hechos que van sucediendo, es interesante buscarle semejanzas.

NOTICA: El título “No sé porque me separé de mi hermano Nelson” (Sic.) Debió ser: “No sé por qué me separé… Por qué, interrogación va separado y con tilde en qué, amerita abrir y cerrar interrogación en la mayoría de los casos. En cuanto a porque, una sola palabra, se usa como respuesta: porque no sabía; y porqué en una sola palabra tildada, es sustantivo: no entiendo el porqué o los porqués de tu tristeza.

Columnista
12 enero, 2015

Semejanzas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Era el año de mil novecientos setenta y dos. Terminaba estudios de periodismo, cuando una mañana de septiembre, en la universidad, nos sobresaltó una noticia muy parecida a la trágica que ha conmovido al mundo en estos últimos días: doce atletas judíos que participaban en los Juegos Olímpicos de Múnich, fueron asesinados por fedayines que […]


Era el año de mil novecientos setenta y dos. Terminaba estudios de periodismo, cuando una mañana de septiembre, en la universidad, nos sobresaltó una noticia muy parecida a la trágica que ha conmovido al mundo en estos últimos días: doce atletas judíos que participaban en los Juegos Olímpicos de Múnich, fueron asesinados por fedayines que entraron a la Villa Olímpica.

Los compañeros preguntaban si habían matado a Mark Spitz, la estrella del momento, el nadador que asombró con las siete medallas de oro que conquistó y con ellas batió siete records, solo superados treinta y seis años después por su compatriota Michael Pelps, pero no, a él, aunque judío, no lo mataron, estaba en el pabellón de los Estados Unidos, tenía la nacionalidad norteamericana; se retiró a los veintidós años, sólo siguió participando en los Juegos Macabeos o Macabiadas.

Se comprueba así que la historia se repite, en distintos escenarios, pero con algo común en todos los casos: el estado de indefensión de los atacados. El caso de París tuvo autores de la misma región, Medio Oriente, y por lo menos con ideologías religiosas iguales; en el primer suceso se masacró a la juventud sana, la del deporte, en el segundo, a la libertad de expresión.

Y no nos acostumbramos a estos sucesos, conmocionan y con el tiempo que corre sin parar, aunque siempre he creído que somos nosotros los que corremos sobre el tiempo, se presentarán más casos, más sobresaltos, más angustias. Parece que estuviéramos cayendo en el abismo de la sinrazón sin posibilidades de frenar tanta violencia, y lo más doloroso es que los últimos casos de terrorismo sean ofrendados a dios, el de ellos.
Ya lo dijo un pensador hace años: “…el peligro no es el conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética (hoy Rusia de nuevo) es el odio que se larva en el fundamentalismo de ciertas religiones, hay que temerle a la guerras religiosas”.

De ese tema han escrito y hablado mucho en estos días, politólogos y entendidos en terrorismo, me atreví a tocarlo porque el recuerdo del Tiburón, como el decían a Spitz, se hizo tan claro que quise compartirlo con los jóvenes que me leen, y les cuento que el atleta, uno de los mejores de todos los tiempos, vive en california y tiene sesenta y cuatro años, se dedica al negocio de finca raíz, se retiró joven, dicen unos que decepcionados por el horrible momento que vivió, cuando todo le sonreía; otros, porque sus padres le pidieron que se retirara, temían por su vida.
Ha historia simplemente es la compilación de hechos que van sucediendo, es interesante buscarle semejanzas.

NOTICA: El título “No sé porque me separé de mi hermano Nelson” (Sic.) Debió ser: “No sé por qué me separé… Por qué, interrogación va separado y con tilde en qué, amerita abrir y cerrar interrogación en la mayoría de los casos. En cuanto a porque, una sola palabra, se usa como respuesta: porque no sabía; y porqué en una sola palabra tildada, es sustantivo: no entiendo el porqué o los porqués de tu tristeza.