Desde mí cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro En diálogo con mis alumnos internos, llegamos a la conclusión que la vida en cautiverio se soporta desde que cada instante se convierte en rutina, así, el humano se aferra a lo que le corresponde en su tránsito por la cautividad del alma en un cuerpo para transitar […]
Desde mí cocina
Por: Silvia Betancourt Alliegro
En diálogo con mis alumnos internos, llegamos a la conclusión que la vida en cautiverio se soporta desde que cada instante se convierte en rutina, así, el humano se aferra a lo que le corresponde en su tránsito por la cautividad del alma en un cuerpo para transitar por los minutos, los días y los años. Desde el primer ritual al que todo ser es sometido de forma involuntaria, el nacimiento es un rito de paso del que perdemos conciencia, curiosamente, el último ritual del que tampoco tendremos consciencia será el de la muerte; así, nuestra existencia empieza y termina a través de dos rituales.
Una vez nacidos somos sometidos pasivamente al ritual del bautismo basado en parámetros litúrgicos cimentados en alguna creencia religiosa o filosófica. En las fases de los rituales están presentes cuatro preceptos básicos: nacer, morir, transformarse y renacer. Cuando nos bautizan efectúan una muerte simbólica, es decir, morimos como personas no vinculadas a un estamento religioso.
Cada ritual posee unas singularidades que lo convierten en especial; sin embargo, muchas veces participamos en ritos sin darnos cuenta de ello. El ritual siempre es un acto dotado de cierta liturgia y basado en una puesta en escena.
Toda nuestra vida es un ritual. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos realizando una serie de acciones reiterativas y muchas de ellas están cargadas de una magia especial que pasa desapercibida, entre otras cosas porque las llevamos a cabo sin una intención concreta.
En los rituales de prosperidad se indica que el primer pie que debe ser puesto sobre el piso debe ser el derecho. La tradición esotérica asegura que el hecho de poner primero el pie derecho nos garantiza la prosperidad durante el día. Otra costumbre en apariencia normal, bostezar y estirar los brazos, es un ritual gitano que nos dice que al hacerlo pueden entrar por la boca entidades poco gratas y por eso aconsejan estirar los brazos para detener a los enemigos.
Entonces, la rutina salvadora para los hombres en cautiverio, se adhiere a ellos como costumbre que al principio es un hecho mecánico y reiterativo (usen los diccionarios, niños) se personaliza y en este caso estamos rompiendo con lo automático y cada vez que modificamos de forma voluntaria un hecho, estamos poniendo en práctica una costumbre que trae consigo finalidades energéticas. La actitud de la mente es la verdadera arma mágica de toda actividad ritual.
La palabra rito implica definición, voluntad, puesta en escena, pero también sugiere actitudes mentales muy determinadas: conocimiento, y sobre todo, respeto.
Cuando era niña asistía a todos los ritos religiosos católicos que eran extenuantes; en mi casa paterna se respetaba el ayuno, la abstinencia, la forma de hablar y vestirse en la Semana Mayor, todo acto era efectuado con mesura y respeto hacia la Divinidad, y- lo más importante- los pensamientos eran bellos, diáfanos, sometidos a las normas dictadas en los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Aún hoy iluminan mi sendero.
[email protected]
Twitter @yastao
Desde mí cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro En diálogo con mis alumnos internos, llegamos a la conclusión que la vida en cautiverio se soporta desde que cada instante se convierte en rutina, así, el humano se aferra a lo que le corresponde en su tránsito por la cautividad del alma en un cuerpo para transitar […]
Desde mí cocina
Por: Silvia Betancourt Alliegro
En diálogo con mis alumnos internos, llegamos a la conclusión que la vida en cautiverio se soporta desde que cada instante se convierte en rutina, así, el humano se aferra a lo que le corresponde en su tránsito por la cautividad del alma en un cuerpo para transitar por los minutos, los días y los años. Desde el primer ritual al que todo ser es sometido de forma involuntaria, el nacimiento es un rito de paso del que perdemos conciencia, curiosamente, el último ritual del que tampoco tendremos consciencia será el de la muerte; así, nuestra existencia empieza y termina a través de dos rituales.
Una vez nacidos somos sometidos pasivamente al ritual del bautismo basado en parámetros litúrgicos cimentados en alguna creencia religiosa o filosófica. En las fases de los rituales están presentes cuatro preceptos básicos: nacer, morir, transformarse y renacer. Cuando nos bautizan efectúan una muerte simbólica, es decir, morimos como personas no vinculadas a un estamento religioso.
Cada ritual posee unas singularidades que lo convierten en especial; sin embargo, muchas veces participamos en ritos sin darnos cuenta de ello. El ritual siempre es un acto dotado de cierta liturgia y basado en una puesta en escena.
Toda nuestra vida es un ritual. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos realizando una serie de acciones reiterativas y muchas de ellas están cargadas de una magia especial que pasa desapercibida, entre otras cosas porque las llevamos a cabo sin una intención concreta.
En los rituales de prosperidad se indica que el primer pie que debe ser puesto sobre el piso debe ser el derecho. La tradición esotérica asegura que el hecho de poner primero el pie derecho nos garantiza la prosperidad durante el día. Otra costumbre en apariencia normal, bostezar y estirar los brazos, es un ritual gitano que nos dice que al hacerlo pueden entrar por la boca entidades poco gratas y por eso aconsejan estirar los brazos para detener a los enemigos.
Entonces, la rutina salvadora para los hombres en cautiverio, se adhiere a ellos como costumbre que al principio es un hecho mecánico y reiterativo (usen los diccionarios, niños) se personaliza y en este caso estamos rompiendo con lo automático y cada vez que modificamos de forma voluntaria un hecho, estamos poniendo en práctica una costumbre que trae consigo finalidades energéticas. La actitud de la mente es la verdadera arma mágica de toda actividad ritual.
La palabra rito implica definición, voluntad, puesta en escena, pero también sugiere actitudes mentales muy determinadas: conocimiento, y sobre todo, respeto.
Cuando era niña asistía a todos los ritos religiosos católicos que eran extenuantes; en mi casa paterna se respetaba el ayuno, la abstinencia, la forma de hablar y vestirse en la Semana Mayor, todo acto era efectuado con mesura y respeto hacia la Divinidad, y- lo más importante- los pensamientos eran bellos, diáfanos, sometidos a las normas dictadas en los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Aún hoy iluminan mi sendero.
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