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Columnista - 20 mayo, 2019

Seguir el hilo

El hilo de Ariadna es uno de los episodios más interesantes de la mitología griega. La joven, hija de los reyes de Creta, que ayuda al héroe Teseo a salir del laberinto: le entrega la punta de un carrete de hilo mientras ella lo sostiene desde afuera y lo va soltando poco a poco para […]

El hilo de Ariadna es uno de los episodios más interesantes de la mitología griega. La joven, hija de los reyes de Creta, que ayuda al héroe Teseo a salir del laberinto: le entrega la punta de un carrete de hilo mientras ella lo sostiene desde afuera y lo va soltando poco a poco para que el amado no se pierda, hasta cuando él logra salir triunfante luego de vencer al Minotauro.
Teseo no fue agradecido, dejó a Ariadna llena de amor por él, solitaria en una playa en donde se desgajó en llanto, un episodio que podría llamarse el llanto de Ariadna.

En nuestros tiempos se usa la expresión: y salí del enredo porque encontré mi hilo de Ariadna. Nuestra Ariadna puede ser la indicación, la fuerza, el consejo, la ayuda que alguien nos brinda cuando nos encontramos en un estado de confusión.

Pero no se trata de agotar el tema del episodio mitológico, sólo que me viene a la mente cada vez que leo ciertos textos a los que no se les encuentra un orden, un hilo conductor, un sendero limpio por seguir.
Se entusiasma al lector con un título y un comienzo interesantes, pero no se sostiene lo anunciado, porque el que escribe toma atajos, se sesga y termina con otro tema que no es el planteado. Se encuentra esa especie de anarquía en una simple noticia, en un ensayo escolar, en una carta y en mucho más.

Son muchas las veces en que se adquiere una obra renombrada y al leerla llega el desencanto. Confieso que muchas veces, cuando me sucede eso, cuando, llena de vigor y expectativa, comienzo una lectura que me llama la atención, interrumpo el silencio de mi habitación para gritarle al escritor desconocido o conocido ausente: “Oye, ¿por qué te desviaste, si ibas tan bien?”, suelto el libro y hasta ahí llego.

Eso sucede cuando no se madura el tema que se va a tratar. No se necesitan días ni meses para sazonarlo, porque se pasaría de tiempo, sólo se traza una línea vertical y se imagina que las palabras deben ir prendidas de ella. No es riguroso este sistema, se puede dar un salto pequeño pero hay que volver enseguida a la línea

También sucede cuando no hay la disciplina de escribir aunque sea un párrafo diario; cuando no se ha investigado sobre el tema a tratar, cuando se escribe por hacerse notar. Escribir para los demás conlleva una gran responsabilidad, no importa si los temas son banales o son serios, lo importante es que lleguen claros, informativos, con mensajes de cualquier índole, pero ordenados.

En nuestro mundo hay variedad de temas de interés; en nuestras vidas hay vivencias, historias, anécdotas; en nuestra mente y sentir hay conceptos, opiniones, creencias, ideas; todo eso lo podemos escribir, y de la manera como lo tratemos se vuelve interesante o por lo menos agradable para el lector.

Una pequeña guía: madurar el tema, hacer un borrador (para los no muy versados en el oficio de escribir), consultar, preguntar, no creernos el mejor escritor, porque la humildad es la base del éxito de nuestro discurso; no perder la elegancia, y si se está muy enredado buscar en el amigo, en el profesor, en el familiar el hilo de Ariadna que nos ayude a salir triunfantes de la tremenda, pero gratificante tarea de escribir.

Columnista
20 mayo, 2019

Seguir el hilo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

El hilo de Ariadna es uno de los episodios más interesantes de la mitología griega. La joven, hija de los reyes de Creta, que ayuda al héroe Teseo a salir del laberinto: le entrega la punta de un carrete de hilo mientras ella lo sostiene desde afuera y lo va soltando poco a poco para […]


El hilo de Ariadna es uno de los episodios más interesantes de la mitología griega. La joven, hija de los reyes de Creta, que ayuda al héroe Teseo a salir del laberinto: le entrega la punta de un carrete de hilo mientras ella lo sostiene desde afuera y lo va soltando poco a poco para que el amado no se pierda, hasta cuando él logra salir triunfante luego de vencer al Minotauro.
Teseo no fue agradecido, dejó a Ariadna llena de amor por él, solitaria en una playa en donde se desgajó en llanto, un episodio que podría llamarse el llanto de Ariadna.

En nuestros tiempos se usa la expresión: y salí del enredo porque encontré mi hilo de Ariadna. Nuestra Ariadna puede ser la indicación, la fuerza, el consejo, la ayuda que alguien nos brinda cuando nos encontramos en un estado de confusión.

Pero no se trata de agotar el tema del episodio mitológico, sólo que me viene a la mente cada vez que leo ciertos textos a los que no se les encuentra un orden, un hilo conductor, un sendero limpio por seguir.
Se entusiasma al lector con un título y un comienzo interesantes, pero no se sostiene lo anunciado, porque el que escribe toma atajos, se sesga y termina con otro tema que no es el planteado. Se encuentra esa especie de anarquía en una simple noticia, en un ensayo escolar, en una carta y en mucho más.

Son muchas las veces en que se adquiere una obra renombrada y al leerla llega el desencanto. Confieso que muchas veces, cuando me sucede eso, cuando, llena de vigor y expectativa, comienzo una lectura que me llama la atención, interrumpo el silencio de mi habitación para gritarle al escritor desconocido o conocido ausente: “Oye, ¿por qué te desviaste, si ibas tan bien?”, suelto el libro y hasta ahí llego.

Eso sucede cuando no se madura el tema que se va a tratar. No se necesitan días ni meses para sazonarlo, porque se pasaría de tiempo, sólo se traza una línea vertical y se imagina que las palabras deben ir prendidas de ella. No es riguroso este sistema, se puede dar un salto pequeño pero hay que volver enseguida a la línea

También sucede cuando no hay la disciplina de escribir aunque sea un párrafo diario; cuando no se ha investigado sobre el tema a tratar, cuando se escribe por hacerse notar. Escribir para los demás conlleva una gran responsabilidad, no importa si los temas son banales o son serios, lo importante es que lleguen claros, informativos, con mensajes de cualquier índole, pero ordenados.

En nuestro mundo hay variedad de temas de interés; en nuestras vidas hay vivencias, historias, anécdotas; en nuestra mente y sentir hay conceptos, opiniones, creencias, ideas; todo eso lo podemos escribir, y de la manera como lo tratemos se vuelve interesante o por lo menos agradable para el lector.

Una pequeña guía: madurar el tema, hacer un borrador (para los no muy versados en el oficio de escribir), consultar, preguntar, no creernos el mejor escritor, porque la humildad es la base del éxito de nuestro discurso; no perder la elegancia, y si se está muy enredado buscar en el amigo, en el profesor, en el familiar el hilo de Ariadna que nos ayude a salir triunfantes de la tremenda, pero gratificante tarea de escribir.