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Columnista - 4 febrero, 2015

Seguimos en la cultura de la automedicación y la pildorita

Muchas veces como consumidores somos muy dados a comprar los que nos muestran y ofrecen por los diferente comerciales pautados en televisión y en otros medios de comunicación, so pretexto de su utilidad y bajo precio. Pero lo preocupante de todo esto es la alta y creciente dependencia de la sociedad en general hacia la […]

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Muchas veces como consumidores somos muy dados a comprar los que nos muestran y ofrecen por los diferente comerciales pautados en televisión y en otros medios de comunicación, so pretexto de su utilidad y bajo precio. Pero lo preocupante de todo esto es la alta y creciente dependencia de la sociedad en general hacia la oferta y demanda de medicamentos de venta libre ofrecidos mediante esta modalidad, cuyo mercado ya no solo es exclusivo de las personas mayores, enfermos, hipocondriacos, sino que ya también personas sanas y jóvenes los consideran parte de su rutina diaria y los consumen presumiéndolo como un acto normal e ignorando que su ingesta excesiva puede provocar una sobredosis peligrosa y letal.

Esa normalidad precisamente es el reflejo de las distorsiones y las consecuencias del modelo de publicidad y propaganda que se ha permitido en el país para publicitar este tipo de medicamentos, haciendo ver sus bondades y propiedades curativas para cualquier enfermedad, sus bajos precios y exagerando los beneficios que se esperan del producto por encima del criterio científico y lo más grave aún, es que ninguna publicidad asociada a su promoción, prevé ningún riesgo asociado a su consumo.

Es así como encontramos promociones de medicamentos indicados para la cura desde una jaqueca hasta una colitis crónica. Todo gracias a nuestra ingenuidad que es aprovechada por la industria farmacéutica, que obtiene grandes ganancias a costas de nuestra ignorancia. Hoy se hace tan fácil adquirir los medicamentos llamados “populares”, los cuales podemos comprar desde una tienda hasta en almacenes de grandes superficies. Igual pasa con los medicamentos naturales, que han invadido el mercado a través de las farmacias naturistas y la venta por catálogo. Ni que decir de los potencializadores sexuales, que se venden como pan caliente desde una droguería hasta en los estancos y licorerías y cuya promoción se hace por toda clase de medios. ¡Qué peligro!

Se han olvidado que los medicamentos son un bien social y por el contrario se les han venido tratando como simples productos de consumo. Creo que la laxitud del ordenamiento legal que regula esta actividad es insuficiente (Resolución N. 04536/96) al igual que los controles y vigilancia del INVIMA y de las Secretarías locales de Salud, ya que toda publicidad de los medicamentos en medios masivos de comunicación, como, la radio, la televisión y la prensa, requiere autorización previa a su difusión por parte de estas autoridades.

De seguir permitiendo esta práctica, vamos a perder la lucha contra las enfermedades y la restitución del derecho a la salud, porque aún no somos conscientes que seguimos inmersos en “la cultura de la automedicación y la pildorita”, lo cual se convierte en una amenaza para la salud individual y colectiva.

Columnista
4 febrero, 2015

Seguimos en la cultura de la automedicación y la pildorita

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Muchas veces como consumidores somos muy dados a comprar los que nos muestran y ofrecen por los diferente comerciales pautados en televisión y en otros medios de comunicación, so pretexto de su utilidad y bajo precio. Pero lo preocupante de todo esto es la alta y creciente dependencia de la sociedad en general hacia la […]


Muchas veces como consumidores somos muy dados a comprar los que nos muestran y ofrecen por los diferente comerciales pautados en televisión y en otros medios de comunicación, so pretexto de su utilidad y bajo precio. Pero lo preocupante de todo esto es la alta y creciente dependencia de la sociedad en general hacia la oferta y demanda de medicamentos de venta libre ofrecidos mediante esta modalidad, cuyo mercado ya no solo es exclusivo de las personas mayores, enfermos, hipocondriacos, sino que ya también personas sanas y jóvenes los consideran parte de su rutina diaria y los consumen presumiéndolo como un acto normal e ignorando que su ingesta excesiva puede provocar una sobredosis peligrosa y letal.

Esa normalidad precisamente es el reflejo de las distorsiones y las consecuencias del modelo de publicidad y propaganda que se ha permitido en el país para publicitar este tipo de medicamentos, haciendo ver sus bondades y propiedades curativas para cualquier enfermedad, sus bajos precios y exagerando los beneficios que se esperan del producto por encima del criterio científico y lo más grave aún, es que ninguna publicidad asociada a su promoción, prevé ningún riesgo asociado a su consumo.

Es así como encontramos promociones de medicamentos indicados para la cura desde una jaqueca hasta una colitis crónica. Todo gracias a nuestra ingenuidad que es aprovechada por la industria farmacéutica, que obtiene grandes ganancias a costas de nuestra ignorancia. Hoy se hace tan fácil adquirir los medicamentos llamados “populares”, los cuales podemos comprar desde una tienda hasta en almacenes de grandes superficies. Igual pasa con los medicamentos naturales, que han invadido el mercado a través de las farmacias naturistas y la venta por catálogo. Ni que decir de los potencializadores sexuales, que se venden como pan caliente desde una droguería hasta en los estancos y licorerías y cuya promoción se hace por toda clase de medios. ¡Qué peligro!

Se han olvidado que los medicamentos son un bien social y por el contrario se les han venido tratando como simples productos de consumo. Creo que la laxitud del ordenamiento legal que regula esta actividad es insuficiente (Resolución N. 04536/96) al igual que los controles y vigilancia del INVIMA y de las Secretarías locales de Salud, ya que toda publicidad de los medicamentos en medios masivos de comunicación, como, la radio, la televisión y la prensa, requiere autorización previa a su difusión por parte de estas autoridades.

De seguir permitiendo esta práctica, vamos a perder la lucha contra las enfermedades y la restitución del derecho a la salud, porque aún no somos conscientes que seguimos inmersos en “la cultura de la automedicación y la pildorita”, lo cual se convierte en una amenaza para la salud individual y colectiva.