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Columnista - 23 mayo, 2019

Seamos machos

Los colombianos, por historia, entendemos al patriarcado como único estilo de vida aceptable en nuestra sociedad. Esto ha sido una costumbre heredada de nuestros antepasados al momento de la conquista. Los españoles vivían bajo el dictamen de Fernando II de Aragón, los nativos obedecían las órdenes de Upar y los africanos se regían por su […]

Los colombianos, por historia, entendemos al patriarcado como único estilo de vida aceptable en nuestra sociedad. Esto ha sido una costumbre heredada de nuestros antepasados al momento de la conquista. Los españoles vivían bajo el dictamen de Fernando II de Aragón, los nativos obedecían las órdenes de Upar y los africanos se regían por su Umholi. Desafortunadamente, en la costa norte de nuestro país el contexto de patriarcado se ha trastornado de tal forma que bordea los límites de la psiquiatría y la legalidad. El ¨jefe¨ o ¨macho¨, como se hacen llamar, es quien generalmente aporta el sustento diario mientras la mujer se ocupa de las actividades del hogar y de los niños. No es una práctica reciente puesto que desde nuestros inicios como seres sociales, los hombres se han encargado de la caza mientras las mujeres de la crianza y el cuidado de la familia. Lo que tampoco es reciente, es el uso del patriarcado como excusa para subyugar al sexo opuesto. Miles de mujeres han sufrido y sufren diariamente del abuso físico, emocional, sexual, financiero y tecnológico, por parte de los ¨machos¨ de la casa, quienes no dudan en usar la posición de cabeza de hogar para atentar en contra de sus parejas. Son tan frecuentes y aberrantes los casos, que en cualquier momento, un disgusto puede culminar con golpizas incapacitantes e incluso la muerte.

En tiempos modernos donde se supone que nos encontramos en una sociedad civilizada, muy lejana de los tiempos del Paleolítico y Mesolítico, aun se evidencian casos de abuso patriarcal en los hogares. Siendo más grave, la extrapolación de las agresiones en lugares como vías públicas y clínicas, y aún más llamativo el abuso a personas del sexo opuesto sin tener relación alguna con la víctima, como el caso de trabajadoras, enfermeras, aseadoras, etc. En la naturaleza, el macho de algunas especies como el caballito de mar, se encarga de la incubación y parto de sus hijos; los pingüinos alimentan a sus parejas por largos meses mientras esta incuba su único huevo; los leones se encargan de la protección de la manada y del territorio, y los gorilas, nuestros parientes cercanos, de encontrar la mejor área de alimento, resolver conflictos, defender al grupo y definir los horarios de comida y descanso. Los humanos, en contraste, somos célebres por el abandono y la agresión al sexo opuesto. Para poder llamarse macho de verdad, hay que tener la mano lo suficientemente firme para tomar un arado y lo suficientemente dócil para acariciar a la pareja, responder por las obligaciones adquiridas, cuidar y responder por los hijos, entender que no somos dueño de nada ni de nadie, que a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa y que en esta vida estamos para hacerlas nuestras reinas. Solo así un hombre se puede considerar un macho de verdad.

Nota de autor: En honor a todas las mujeres ausentes y que padecen de violencia de género de cualquier índole, aquellas madres valientes que se liberaron del yugo y trabajadoras agredidas por hombres cobardes.

Columnista
23 mayo, 2019

Seamos machos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Ivan Castro Lopez

Los colombianos, por historia, entendemos al patriarcado como único estilo de vida aceptable en nuestra sociedad. Esto ha sido una costumbre heredada de nuestros antepasados al momento de la conquista. Los españoles vivían bajo el dictamen de Fernando II de Aragón, los nativos obedecían las órdenes de Upar y los africanos se regían por su […]


Los colombianos, por historia, entendemos al patriarcado como único estilo de vida aceptable en nuestra sociedad. Esto ha sido una costumbre heredada de nuestros antepasados al momento de la conquista. Los españoles vivían bajo el dictamen de Fernando II de Aragón, los nativos obedecían las órdenes de Upar y los africanos se regían por su Umholi. Desafortunadamente, en la costa norte de nuestro país el contexto de patriarcado se ha trastornado de tal forma que bordea los límites de la psiquiatría y la legalidad. El ¨jefe¨ o ¨macho¨, como se hacen llamar, es quien generalmente aporta el sustento diario mientras la mujer se ocupa de las actividades del hogar y de los niños. No es una práctica reciente puesto que desde nuestros inicios como seres sociales, los hombres se han encargado de la caza mientras las mujeres de la crianza y el cuidado de la familia. Lo que tampoco es reciente, es el uso del patriarcado como excusa para subyugar al sexo opuesto. Miles de mujeres han sufrido y sufren diariamente del abuso físico, emocional, sexual, financiero y tecnológico, por parte de los ¨machos¨ de la casa, quienes no dudan en usar la posición de cabeza de hogar para atentar en contra de sus parejas. Son tan frecuentes y aberrantes los casos, que en cualquier momento, un disgusto puede culminar con golpizas incapacitantes e incluso la muerte.

En tiempos modernos donde se supone que nos encontramos en una sociedad civilizada, muy lejana de los tiempos del Paleolítico y Mesolítico, aun se evidencian casos de abuso patriarcal en los hogares. Siendo más grave, la extrapolación de las agresiones en lugares como vías públicas y clínicas, y aún más llamativo el abuso a personas del sexo opuesto sin tener relación alguna con la víctima, como el caso de trabajadoras, enfermeras, aseadoras, etc. En la naturaleza, el macho de algunas especies como el caballito de mar, se encarga de la incubación y parto de sus hijos; los pingüinos alimentan a sus parejas por largos meses mientras esta incuba su único huevo; los leones se encargan de la protección de la manada y del territorio, y los gorilas, nuestros parientes cercanos, de encontrar la mejor área de alimento, resolver conflictos, defender al grupo y definir los horarios de comida y descanso. Los humanos, en contraste, somos célebres por el abandono y la agresión al sexo opuesto. Para poder llamarse macho de verdad, hay que tener la mano lo suficientemente firme para tomar un arado y lo suficientemente dócil para acariciar a la pareja, responder por las obligaciones adquiridas, cuidar y responder por los hijos, entender que no somos dueño de nada ni de nadie, que a las mujeres no se les toca ni con el pétalo de una rosa y que en esta vida estamos para hacerlas nuestras reinas. Solo así un hombre se puede considerar un macho de verdad.

Nota de autor: En honor a todas las mujeres ausentes y que padecen de violencia de género de cualquier índole, aquellas madres valientes que se liberaron del yugo y trabajadoras agredidas por hombres cobardes.