Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 8 agosto, 2012

Se requiere otra locomotora

Desde mí cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro ¿Por qué hay tantos delincuentes en Colombia? Porque no hay trabajo para satisfacer sus necesidades elementales, por tanto, salen de su casa dispuestos a conseguir el dinero para el sustento del día ¡como sea! es claro que me refiero a los delincuentes comunes que se dan silvestres, puesto […]

Desde mí cocina

Por: Silvia Betancourt Alliegro

¿Por qué hay tantos delincuentes en Colombia? Porque no hay trabajo para satisfacer sus necesidades elementales, por tanto, salen de su casa dispuestos a conseguir el dinero para el sustento del día ¡como sea! es claro que me refiero a los delincuentes comunes que se dan silvestres, puesto que desde su nacimiento están signados para carne de cañón o de prisión.

De los demás criminales, que por su condición privilegiada heredada o labrada, son ‘hospedados’ en los patios ‘R’ así hayan asesinado a miles, o usurpado los dineros públicos – que son billones de pesos que salvarían de la hambruna a la totalidad de la población vulnerable- habría que escribir un memorial de agravios en el que cada ciudadano insertara un párrafo que identificara a los malvados beneficiados en todo por el Estado.

Solo quien ha sido sometido al lento transcurso del tiempo en reclusión, sabe aquilatar lo que representa la plenitud de existir con privacidad asegurada.

Es imposible imaginar lo que acontece en los meses y años, que están fraccionados en horas con sus sesenta minutos, que hay que llenar con actividades que están condicionadas a la rutina de ruidos, gritos; el lavado de cuerpos y ropas jamás limpios del todo, a la sevicia de los guardias, de los compañeros de averno, a la ausencia de los familiares que jamás los visitan.

Estar detenido por la fuerza de sus hechos o de la infame injusticia arrastra al humano a la más vil condición que imaginar podamos. Actos cotidianos para los ciudadanos libres como comer, leer, cantar, orar, defecar o copular, son luchados a muerte por los aislados hacinados en las cárceles colombianas, colmadas hasta lo inimaginable; prácticamente están aprendiendo a sobrevivir como los murciélagos, colgados de cualquier clavo o grieta en las paredes con todo y pertenencias, que deben llevar en bolsas plásticas por donde puedan transitar, puesto que el infierno es no poder confiar en alguien.
Gente sin esperanza de ser redimida, pues no hay personal capacitado para laborar en el averno pleno, y mucho menos personas que quieran ingresar a rescatar los ángeles y demonios que apiñados esperan una sonrisa, un abrazo, un lápiz, un papel para escribir, o para envolver residuos de tabaco, o para llevar al sanitario inmundo al que pueden acceder después de hacer larga fila, así tengan disentería.

La ministra de Justicia ha sugerido que se deben flexibilizar las penas para delitos menores, para evitar el hacinamiento atroz, mientras los ciudadanos inermes ante esos mismos delitos considerados menores, clamamos para que priven de la libertad a los atracadores, violadores, conductores que en estado de embriaguez asesinan peatones, demonios que arrojan ácido al rostro de un semejante ya sea por encargo o por venganza propia y los reducidores de objetos robados que son cómplices de asesinato, así no lo hayan ordenado.

Es responsabilidad de cada ciudadano colombiano pensar en soluciones para el problema que nos acoquina, entraré en reposo para que la serenidad sea consejera.

Se me ocurre que el trabajo es redentor, en consecuencia habría que implementar un proyecto, que con recursos monetarios que la administración le asigna a la guerra, más los efectivos profesionales en todas las áreas, podrían atender la población carcelaria. También los narcotraficantes extraditados aportarían, puesto que dejan propiedades inmensas y dotadas, más los millones de dólares que les incautan y que no añaden al Presupuesto General de la Nación, se podría poner en marcha otra locomotora.

[email protected]

Twitter @yastao

Columnista
8 agosto, 2012

Se requiere otra locomotora

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mí cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro ¿Por qué hay tantos delincuentes en Colombia? Porque no hay trabajo para satisfacer sus necesidades elementales, por tanto, salen de su casa dispuestos a conseguir el dinero para el sustento del día ¡como sea! es claro que me refiero a los delincuentes comunes que se dan silvestres, puesto […]


Desde mí cocina

Por: Silvia Betancourt Alliegro

¿Por qué hay tantos delincuentes en Colombia? Porque no hay trabajo para satisfacer sus necesidades elementales, por tanto, salen de su casa dispuestos a conseguir el dinero para el sustento del día ¡como sea! es claro que me refiero a los delincuentes comunes que se dan silvestres, puesto que desde su nacimiento están signados para carne de cañón o de prisión.

De los demás criminales, que por su condición privilegiada heredada o labrada, son ‘hospedados’ en los patios ‘R’ así hayan asesinado a miles, o usurpado los dineros públicos – que son billones de pesos que salvarían de la hambruna a la totalidad de la población vulnerable- habría que escribir un memorial de agravios en el que cada ciudadano insertara un párrafo que identificara a los malvados beneficiados en todo por el Estado.

Solo quien ha sido sometido al lento transcurso del tiempo en reclusión, sabe aquilatar lo que representa la plenitud de existir con privacidad asegurada.

Es imposible imaginar lo que acontece en los meses y años, que están fraccionados en horas con sus sesenta minutos, que hay que llenar con actividades que están condicionadas a la rutina de ruidos, gritos; el lavado de cuerpos y ropas jamás limpios del todo, a la sevicia de los guardias, de los compañeros de averno, a la ausencia de los familiares que jamás los visitan.

Estar detenido por la fuerza de sus hechos o de la infame injusticia arrastra al humano a la más vil condición que imaginar podamos. Actos cotidianos para los ciudadanos libres como comer, leer, cantar, orar, defecar o copular, son luchados a muerte por los aislados hacinados en las cárceles colombianas, colmadas hasta lo inimaginable; prácticamente están aprendiendo a sobrevivir como los murciélagos, colgados de cualquier clavo o grieta en las paredes con todo y pertenencias, que deben llevar en bolsas plásticas por donde puedan transitar, puesto que el infierno es no poder confiar en alguien.
Gente sin esperanza de ser redimida, pues no hay personal capacitado para laborar en el averno pleno, y mucho menos personas que quieran ingresar a rescatar los ángeles y demonios que apiñados esperan una sonrisa, un abrazo, un lápiz, un papel para escribir, o para envolver residuos de tabaco, o para llevar al sanitario inmundo al que pueden acceder después de hacer larga fila, así tengan disentería.

La ministra de Justicia ha sugerido que se deben flexibilizar las penas para delitos menores, para evitar el hacinamiento atroz, mientras los ciudadanos inermes ante esos mismos delitos considerados menores, clamamos para que priven de la libertad a los atracadores, violadores, conductores que en estado de embriaguez asesinan peatones, demonios que arrojan ácido al rostro de un semejante ya sea por encargo o por venganza propia y los reducidores de objetos robados que son cómplices de asesinato, así no lo hayan ordenado.

Es responsabilidad de cada ciudadano colombiano pensar en soluciones para el problema que nos acoquina, entraré en reposo para que la serenidad sea consejera.

Se me ocurre que el trabajo es redentor, en consecuencia habría que implementar un proyecto, que con recursos monetarios que la administración le asigna a la guerra, más los efectivos profesionales en todas las áreas, podrían atender la población carcelaria. También los narcotraficantes extraditados aportarían, puesto que dejan propiedades inmensas y dotadas, más los millones de dólares que les incautan y que no añaden al Presupuesto General de la Nación, se podría poner en marcha otra locomotora.

[email protected]

Twitter @yastao