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Columnista - 27 octubre, 2013

¡Se ha dicho tanto!

A veces hay columnas que se escriben con el alma turbada. Esta quizás sea una de esas. Surgió de las curiosidades que se generan al presentar al público lector la última obra que uno ha escrito sin pretensiones de grandeza, solo, como lo he repetido, por pura nostalgia de lo que fue y ya no es.

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Por Mary Daza Orozco

A veces hay columnas que se escriben con el alma turbada. Esta quizás sea una de esas. Surgió de las curiosidades que se generan al presentar al público lector la última obra que uno ha escrito sin pretensiones de grandeza, solo, como lo he repetido, por pura nostalgia de lo que fue y ya no es.

Es divertido a veces que en todas mis obras, algunos lectores digan que la protagonista soy yo, aunque se trate de una Ocena Cayón que espera en el Urabá que el cadáver de su marido baje entre las turbulentas aguas de un río (¡Los muertos no se cuentan así) o Mónica Gaytero que se empeñó en tener un hijo perfecto (El hijo del universo); sólo para citar dos. Cuando me dicen: ahí estás pintada tú, me encantaría serlo, son mujeres fuertes, que van por la vida empuñando el carácter como única defensa.

Todo eso es válido, me encanta leer las críticas y afirmaciones sobre lo que escribo, ¡se ha dicho tanto y se ha callado tanto!, pero de ahí a recibir lanzazos  sumamente dolorosos de quien cree uno su mejor amigo  es sentir que esas horas de escritura, de pensar, de armar personajes, de recordar nítida las historia contadas por los abuelos, todo eso que implica escribir una novela y luego los trabajos hasta económicos para publicarla,  fueron en vano, porque si eso tan doloroso me lo dijo mi “mejor amigo”, qué se puede esperar de mis detractores, bueno, ellos por lo menos me ignoran, algunos  sé quienes son y los saludo con  amabilidad, están en todo su derecho de no soportarme. 

Cuando uno dedica un libro al amigo solo desea que lo lea con afecto, no con acerba crítica, si no le gusta dígalo con respeto, es su derecho a disentir, pero llegar a  dudar de la cultura general que uno pueda tener y asegurar que fue alguien cercano el que lo enseñó, duele. Si escribo de música es porque sé un poquito de la la culta y del bell canto; escribo con música de fondo, mi favorito Mendelssohn y soy verdiana de tiempo completo: mi padre sabía de música y mi tío Bullaranga (le decían así porque hablaba muy poco), violinista virtuoso me dio clases de solfeo en las tardes azulinas de Manaure, y no seguí porque  él murió muy joven, pero me quedaron la inquietud y los arpegios del tiple de mi papá.

Que hago un semi formato de cine en la obra,  también orientada por alguien, no, desde la universidad esa ha sido una de mis pasiones secretas, con mi profesor y amigo  Alberto Duque López, ya fallecido, fui a los cine foro permanentes y aprendí de él, ahora mis domingos de soledad son para el cine; lo mismo la pintura, cuando voy de viaje, mi principal interés son los museos y me solazo ante las obras colgadas en ellos.

Estoy dando muchas explicaciones, el espacio es corto, pero concluyo con pesar, porque siento que la crítica no fue a mi libro, fue a mí, a mi vida.
 

Columnista
27 octubre, 2013

¡Se ha dicho tanto!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

A veces hay columnas que se escriben con el alma turbada. Esta quizás sea una de esas. Surgió de las curiosidades que se generan al presentar al público lector la última obra que uno ha escrito sin pretensiones de grandeza, solo, como lo he repetido, por pura nostalgia de lo que fue y ya no es.


Por Mary Daza Orozco

A veces hay columnas que se escriben con el alma turbada. Esta quizás sea una de esas. Surgió de las curiosidades que se generan al presentar al público lector la última obra que uno ha escrito sin pretensiones de grandeza, solo, como lo he repetido, por pura nostalgia de lo que fue y ya no es.

Es divertido a veces que en todas mis obras, algunos lectores digan que la protagonista soy yo, aunque se trate de una Ocena Cayón que espera en el Urabá que el cadáver de su marido baje entre las turbulentas aguas de un río (¡Los muertos no se cuentan así) o Mónica Gaytero que se empeñó en tener un hijo perfecto (El hijo del universo); sólo para citar dos. Cuando me dicen: ahí estás pintada tú, me encantaría serlo, son mujeres fuertes, que van por la vida empuñando el carácter como única defensa.

Todo eso es válido, me encanta leer las críticas y afirmaciones sobre lo que escribo, ¡se ha dicho tanto y se ha callado tanto!, pero de ahí a recibir lanzazos  sumamente dolorosos de quien cree uno su mejor amigo  es sentir que esas horas de escritura, de pensar, de armar personajes, de recordar nítida las historia contadas por los abuelos, todo eso que implica escribir una novela y luego los trabajos hasta económicos para publicarla,  fueron en vano, porque si eso tan doloroso me lo dijo mi “mejor amigo”, qué se puede esperar de mis detractores, bueno, ellos por lo menos me ignoran, algunos  sé quienes son y los saludo con  amabilidad, están en todo su derecho de no soportarme. 

Cuando uno dedica un libro al amigo solo desea que lo lea con afecto, no con acerba crítica, si no le gusta dígalo con respeto, es su derecho a disentir, pero llegar a  dudar de la cultura general que uno pueda tener y asegurar que fue alguien cercano el que lo enseñó, duele. Si escribo de música es porque sé un poquito de la la culta y del bell canto; escribo con música de fondo, mi favorito Mendelssohn y soy verdiana de tiempo completo: mi padre sabía de música y mi tío Bullaranga (le decían así porque hablaba muy poco), violinista virtuoso me dio clases de solfeo en las tardes azulinas de Manaure, y no seguí porque  él murió muy joven, pero me quedaron la inquietud y los arpegios del tiple de mi papá.

Que hago un semi formato de cine en la obra,  también orientada por alguien, no, desde la universidad esa ha sido una de mis pasiones secretas, con mi profesor y amigo  Alberto Duque López, ya fallecido, fui a los cine foro permanentes y aprendí de él, ahora mis domingos de soledad son para el cine; lo mismo la pintura, cuando voy de viaje, mi principal interés son los museos y me solazo ante las obras colgadas en ellos.

Estoy dando muchas explicaciones, el espacio es corto, pero concluyo con pesar, porque siento que la crítica no fue a mi libro, fue a mí, a mi vida.