Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 31 mayo, 2024

Se fue un grande

Sí, se fue un grande, falleció Toño Murgas, nos dejó y su familia y amigos masivamente con el corazón y el alma destrozados lo despedimos con inmensa tristeza. A pesar de haber gozado, como muy pocos, de las mieles del poder, se nos fue como siempre fue: lleno de humildad y repleto de satisfacciones que […]

Boton Wpp

Sí, se fue un grande, falleció Toño Murgas, nos dejó y su familia y amigos masivamente con el corazón y el alma destrozados lo despedimos con inmensa tristeza. A pesar de haber gozado, como muy pocos, de las mieles del poder, se nos fue como siempre fue: lleno de humildad y repleto de satisfacciones que como premios recibió y ostentaba con gran orgullo; ese era José Antonio, un ser excepcional que nutría y alimentaba muy bien su cuerpo, su alma y su intelecto: era tragón, casi que perecío que gozaba comiendo y en su época de ministro de Trabajo y gobernador, cómo lo complacían enviándole a sus casas la de su mamá y la de su prima Rosa Dolores, ricas viandas, especialmente unas grandes sardinatas o doradas, que le encantaban y conejos guisados, que “Perfe” o “La Bella”, como le decíamos sus hijos y nietos a Doña Perfecta. 

Cuando yo llegaba a su casa, casi a diario, me decía: Chema, así me llamaba, ahí están esos desayunos y José Antonio salió madrugao a desayunar a San Diego donde su compadre El Facho, unos bollos de mazorcas biches cultivadas en su patio acompañados por un exquisito queso y suero especial que le hicieron sus compadres El Conde y el Beno y de ahí regresa a La Paz a almorzar donde Fita Aroca y su hija Edda Rosa un sancochón de gallina criolla, después arranca para El Caño a revisar el cultivo de algodón y de pronto llega hasta Casacará y fijo que duerme en Codazzi y por aquí aparece mañana y no hay quien se coma esos pescaos y conejos, así que llévate dos. 

Así era, no le alcanzaba el tiempo para satisfacer a sus amigos “grandotes”, pero se deleitaba con sus compadres, que según él eran más de 500.

Su alma la alimentaba con una férrea creencia en Dios y sirviéndole a la gente, al prójimo, sin distinción de ninguna naturaleza tal como lo mandan los mandamientos del Señor, era una réplica de mi papá, su tío predilecto y consejero, gozaba con ello y decía que eso le alargaba la vida placenteramente, ya que los bienes materiales para ellos no tenían valor y lo regalaban a manos llenas, por eso murieron pobres, pero ricos en servicios y amor a sus congéneres y con seguridad por ese comportamiento hoy gozan estando al lado de Dios.

Así alimentaba el cuerpo y el alma Toño Murgas, pero falta el intelecto, al cual le metía libros y más libros, pues era un lector voraz que lo que leía lo grababa y aprendía, diferente a mí que leo y no aprendo na; con su compadre y cuñado Rodrigo López las charlas literarias y filosóficas eran interminables y Borges, un tal Jiménez, Valencia, Kant, la Mistral y Neruda eran desmenuzados con sapiencia y deleite e igual cosa sucedía con su hermano Luciano, daba gusto oír a esos dos pozos de sabiduría y gran cultura discutir y analizar a Gabo y a Cervantes. 

Su último deseo cuando Luciano en una de sus últimas charlas le preguntó qué le gustaría llevar como epitafio en su tumba, le dijo: Lucía, en la tumba de Emmanuel Kant en Alemania hay uno que dice: “El Cielo estrellado encima de mí, la Ley moral dentro de mí, son pruebas para mí, que hay un Dios por encima de mí y un Dios dentro de mí”, que ese sea mi epitafio y así será.

Se nos fue Toño Murgas, se nos fue un grande, el gestor y padre del Cesar, el gran tribuno, brillante abogado, el exministro, y rector inolvidable de la UPC, pero por encima de todas esas dignidades, se nos fue el gran hombre, el bueno, el desinteresado, el jovial, el ejemplar ciudadano e inigualable familiar y vamos a ver, si ahora pego y la gobernadora Elvia Milena, a quien oí en su discurso decir que ella y su familia lo querían mucho, le rinde un homenaje póstumo, pues antes en vida no fue posible y su busto se levante al lado de Pedro Castro, López Michelsen y Galán en la Plazuela de la Gobernación. Ojalá que así sea.

José Manuel Aponte Martínez

Columnista
31 mayo, 2024

Se fue un grande

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Sí, se fue un grande, falleció Toño Murgas, nos dejó y su familia y amigos masivamente con el corazón y el alma destrozados lo despedimos con inmensa tristeza. A pesar de haber gozado, como muy pocos, de las mieles del poder, se nos fue como siempre fue: lleno de humildad y repleto de satisfacciones que […]


Sí, se fue un grande, falleció Toño Murgas, nos dejó y su familia y amigos masivamente con el corazón y el alma destrozados lo despedimos con inmensa tristeza. A pesar de haber gozado, como muy pocos, de las mieles del poder, se nos fue como siempre fue: lleno de humildad y repleto de satisfacciones que como premios recibió y ostentaba con gran orgullo; ese era José Antonio, un ser excepcional que nutría y alimentaba muy bien su cuerpo, su alma y su intelecto: era tragón, casi que perecío que gozaba comiendo y en su época de ministro de Trabajo y gobernador, cómo lo complacían enviándole a sus casas la de su mamá y la de su prima Rosa Dolores, ricas viandas, especialmente unas grandes sardinatas o doradas, que le encantaban y conejos guisados, que “Perfe” o “La Bella”, como le decíamos sus hijos y nietos a Doña Perfecta. 

Cuando yo llegaba a su casa, casi a diario, me decía: Chema, así me llamaba, ahí están esos desayunos y José Antonio salió madrugao a desayunar a San Diego donde su compadre El Facho, unos bollos de mazorcas biches cultivadas en su patio acompañados por un exquisito queso y suero especial que le hicieron sus compadres El Conde y el Beno y de ahí regresa a La Paz a almorzar donde Fita Aroca y su hija Edda Rosa un sancochón de gallina criolla, después arranca para El Caño a revisar el cultivo de algodón y de pronto llega hasta Casacará y fijo que duerme en Codazzi y por aquí aparece mañana y no hay quien se coma esos pescaos y conejos, así que llévate dos. 

Así era, no le alcanzaba el tiempo para satisfacer a sus amigos “grandotes”, pero se deleitaba con sus compadres, que según él eran más de 500.

Su alma la alimentaba con una férrea creencia en Dios y sirviéndole a la gente, al prójimo, sin distinción de ninguna naturaleza tal como lo mandan los mandamientos del Señor, era una réplica de mi papá, su tío predilecto y consejero, gozaba con ello y decía que eso le alargaba la vida placenteramente, ya que los bienes materiales para ellos no tenían valor y lo regalaban a manos llenas, por eso murieron pobres, pero ricos en servicios y amor a sus congéneres y con seguridad por ese comportamiento hoy gozan estando al lado de Dios.

Así alimentaba el cuerpo y el alma Toño Murgas, pero falta el intelecto, al cual le metía libros y más libros, pues era un lector voraz que lo que leía lo grababa y aprendía, diferente a mí que leo y no aprendo na; con su compadre y cuñado Rodrigo López las charlas literarias y filosóficas eran interminables y Borges, un tal Jiménez, Valencia, Kant, la Mistral y Neruda eran desmenuzados con sapiencia y deleite e igual cosa sucedía con su hermano Luciano, daba gusto oír a esos dos pozos de sabiduría y gran cultura discutir y analizar a Gabo y a Cervantes. 

Su último deseo cuando Luciano en una de sus últimas charlas le preguntó qué le gustaría llevar como epitafio en su tumba, le dijo: Lucía, en la tumba de Emmanuel Kant en Alemania hay uno que dice: “El Cielo estrellado encima de mí, la Ley moral dentro de mí, son pruebas para mí, que hay un Dios por encima de mí y un Dios dentro de mí”, que ese sea mi epitafio y así será.

Se nos fue Toño Murgas, se nos fue un grande, el gestor y padre del Cesar, el gran tribuno, brillante abogado, el exministro, y rector inolvidable de la UPC, pero por encima de todas esas dignidades, se nos fue el gran hombre, el bueno, el desinteresado, el jovial, el ejemplar ciudadano e inigualable familiar y vamos a ver, si ahora pego y la gobernadora Elvia Milena, a quien oí en su discurso decir que ella y su familia lo querían mucho, le rinde un homenaje póstumo, pues antes en vida no fue posible y su busto se levante al lado de Pedro Castro, López Michelsen y Galán en la Plazuela de la Gobernación. Ojalá que así sea.

José Manuel Aponte Martínez