Según cifras del Consejo Privado de Competitividad (CPC) el departamento del Cesar sigue en los puestos de la cola en el Índice de Competitividad Departamental ocupando el puesto 21 en una escala de 33; este indicador mide doce pilares (instituciones, infraestructura, adopción Tic, sostenibilidad ambiental, salud, educación básica y media, educación superior y formación para […]
Según cifras del Consejo Privado de Competitividad (CPC) el departamento del Cesar sigue en los puestos de la cola en el Índice de Competitividad Departamental ocupando el puesto 21 en una escala de 33; este indicador mide doce pilares (instituciones, infraestructura, adopción Tic, sostenibilidad ambiental, salud, educación básica y media, educación superior y formación para el trabajo, entorno para los negocios, mercado laboral, sistema financiero, tamaño del mercado, sofisticación y diversificación e innovación) (Rosario, 2023), en todos, el Cesar se raja.
Adicionalmente, según un informe de la Secretaría de Salud Departamental sobre el IRCA, (Índice de Riesgo de la Calidad de Agua), de los 25 municipios solo 11 cuentan con agua potable y ninguno cuenta con un servicio garantizado las 24 horas, esta situación incluye irónicamente a la capital; pero como si fuera poco, a esta tragedia se le suma la extrema pobreza de un sector mayoritario del departamento que, junto a los factores de violencia y orden público, generan un cóctel adverso para que no solo se estanque sino que continúe su descenso frente a los indicadores que miden los principales pilares de desarrollo.
Con este panorama surge entonces cuestionarnos si nos resignamos a continuar con esta trágica situación o si por el contrario hacemos un alto en el camino, recuperamos el sentido común y la sana lógica que han sido por siempre los mejores consejeros en cualquier situación y tanto lo uno como lo otro nos indica que no es posible recuperar al departamento si se siguen las mismas prácticas, es decir, el futuro del Cesar no puede estar circunscrito a una pelea de dos sectores políticos por el control de los recursos que hasta aquí no podrían plantear nada diferente puesto que tanto los unos como los otros son directamente responsables de la debacle actual; pero quizás más grave aún y que no lo mencioné como la principal amenaza para los cesarenses, es la inminente caída de los recursos de regalías via explotación de carbón y que como agravante a la fecha no hay ningún plan concreto para reemplazarlos, tema sobre el que por supuesto ya hay muchísima literatura.
Con el departamento se han cometido todos los errores posibles y ello contrasta con la visión que tuvieron sus creadores y fundadores, primero porque al desconectarse de esa visión permitió que se fragmentara política, social, geográfica y culturalmente a tal punto que coexisten tres departamentos en uno; los del norte, es decir los que tienen directa relación con la capital; los del centro que a pesar que tienen alguna relación con la capital su cercanía al Magdalena y al sur de Bolívar los conecta culturalmente con estos departamentos, y finalmente los del sur, que definitivamente son santandereanos en toda la extensión de la palabra; en este contexto ¿Cómo estructurar un gobierno que recoja estas complejidades y logre unir al departamento en torno a una visión de territorio Caribe?, que logre por ejemplo volver realidad la conectividad por vía férrea hasta el mar Caribe, potencializar el aeropuerto Hacaritama de Aguachica, los puertos estratégicos sobre el río Magdalena, el puerto seco en Bosconia, el aeropuerto logístico sobre la sabana de Los Venados y la terminación de los tramos de la ruta del sol y depresión Momposina, esta última para desembotellar a Astrea y Chmichagua.
Así las cosas, el proyecto de gobierno debe contemplar inexcusablemente la participación de los tres sectores que representan el departamento, los proyectos antes contemplados deben ser el factor disparador para reorientar el territorio hacia lo que hoy se cacarea sin un sustento real, la transición económica.
El problema es que torcer una cultura como la que está enquistada y que nos ha traído hasta aquí, es una labor titánica, arriesgada y llena de desafíos, pero lo que más preocupa es que en el panorama no se vislumbra un proyecto político que tenga este talante y muy por el contrario lo que vemos en el espectro son candidaturas caudillistas que se venden como mesías o como salvadores, otras con un discurso populacho que por pretender conquistar el voto de las bases terminan ahuyentando las otras fuerzas que son al final las que están llamadas a liderar los cambios que el departamento necesita.
De continuar todo como está, la actual casa de gobierno y quien ha ostentado el poder por los últimos 16 años se alzará una vez más con la gobernación del Cesar en cabeza de cualquiera que ande por ahí desocupado o desempleado y quiera fungir como gobernador, triste pero real.
Según cifras del Consejo Privado de Competitividad (CPC) el departamento del Cesar sigue en los puestos de la cola en el Índice de Competitividad Departamental ocupando el puesto 21 en una escala de 33; este indicador mide doce pilares (instituciones, infraestructura, adopción Tic, sostenibilidad ambiental, salud, educación básica y media, educación superior y formación para […]
Según cifras del Consejo Privado de Competitividad (CPC) el departamento del Cesar sigue en los puestos de la cola en el Índice de Competitividad Departamental ocupando el puesto 21 en una escala de 33; este indicador mide doce pilares (instituciones, infraestructura, adopción Tic, sostenibilidad ambiental, salud, educación básica y media, educación superior y formación para el trabajo, entorno para los negocios, mercado laboral, sistema financiero, tamaño del mercado, sofisticación y diversificación e innovación) (Rosario, 2023), en todos, el Cesar se raja.
Adicionalmente, según un informe de la Secretaría de Salud Departamental sobre el IRCA, (Índice de Riesgo de la Calidad de Agua), de los 25 municipios solo 11 cuentan con agua potable y ninguno cuenta con un servicio garantizado las 24 horas, esta situación incluye irónicamente a la capital; pero como si fuera poco, a esta tragedia se le suma la extrema pobreza de un sector mayoritario del departamento que, junto a los factores de violencia y orden público, generan un cóctel adverso para que no solo se estanque sino que continúe su descenso frente a los indicadores que miden los principales pilares de desarrollo.
Con este panorama surge entonces cuestionarnos si nos resignamos a continuar con esta trágica situación o si por el contrario hacemos un alto en el camino, recuperamos el sentido común y la sana lógica que han sido por siempre los mejores consejeros en cualquier situación y tanto lo uno como lo otro nos indica que no es posible recuperar al departamento si se siguen las mismas prácticas, es decir, el futuro del Cesar no puede estar circunscrito a una pelea de dos sectores políticos por el control de los recursos que hasta aquí no podrían plantear nada diferente puesto que tanto los unos como los otros son directamente responsables de la debacle actual; pero quizás más grave aún y que no lo mencioné como la principal amenaza para los cesarenses, es la inminente caída de los recursos de regalías via explotación de carbón y que como agravante a la fecha no hay ningún plan concreto para reemplazarlos, tema sobre el que por supuesto ya hay muchísima literatura.
Con el departamento se han cometido todos los errores posibles y ello contrasta con la visión que tuvieron sus creadores y fundadores, primero porque al desconectarse de esa visión permitió que se fragmentara política, social, geográfica y culturalmente a tal punto que coexisten tres departamentos en uno; los del norte, es decir los que tienen directa relación con la capital; los del centro que a pesar que tienen alguna relación con la capital su cercanía al Magdalena y al sur de Bolívar los conecta culturalmente con estos departamentos, y finalmente los del sur, que definitivamente son santandereanos en toda la extensión de la palabra; en este contexto ¿Cómo estructurar un gobierno que recoja estas complejidades y logre unir al departamento en torno a una visión de territorio Caribe?, que logre por ejemplo volver realidad la conectividad por vía férrea hasta el mar Caribe, potencializar el aeropuerto Hacaritama de Aguachica, los puertos estratégicos sobre el río Magdalena, el puerto seco en Bosconia, el aeropuerto logístico sobre la sabana de Los Venados y la terminación de los tramos de la ruta del sol y depresión Momposina, esta última para desembotellar a Astrea y Chmichagua.
Así las cosas, el proyecto de gobierno debe contemplar inexcusablemente la participación de los tres sectores que representan el departamento, los proyectos antes contemplados deben ser el factor disparador para reorientar el territorio hacia lo que hoy se cacarea sin un sustento real, la transición económica.
El problema es que torcer una cultura como la que está enquistada y que nos ha traído hasta aquí, es una labor titánica, arriesgada y llena de desafíos, pero lo que más preocupa es que en el panorama no se vislumbra un proyecto político que tenga este talante y muy por el contrario lo que vemos en el espectro son candidaturas caudillistas que se venden como mesías o como salvadores, otras con un discurso populacho que por pretender conquistar el voto de las bases terminan ahuyentando las otras fuerzas que son al final las que están llamadas a liderar los cambios que el departamento necesita.
De continuar todo como está, la actual casa de gobierno y quien ha ostentado el poder por los últimos 16 años se alzará una vez más con la gobernación del Cesar en cabeza de cualquiera que ande por ahí desocupado o desempleado y quiera fungir como gobernador, triste pero real.