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Columnista - 11 junio, 2020

Se aceleró la virtualidad en la educación

Hay tiempos que corren más rápido que otros. Por el Covid19 estamos transitando uno de esos. Y cuando el tiempo se apresura los cambios también lo hacen y, es ahí, cuando es necesario recordar a Darwin: No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente. El que sobrevive […]

Hay tiempos que corren más rápido que otros.

Por el Covid19 estamos transitando uno de esos. Y cuando el tiempo se apresura los cambios también lo hacen y, es ahí, cuando es necesario recordar a Darwin: No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente. El que sobrevive es aquel que es más adaptable al cambio.

Y el Covid19 es lo que Nassim Taleb denomina un cisne negro que no es otra otra cosa que un hecho inesperado, disruptivo y detonante. Es un punto de inflexión que coloca en el tiempo un antes y un después y agrega: “nuestro mundo está dominado por lo extremo, lo desconocido y lo muy improbable (improbable según nuestros conocimientos actuales) pero aún así empleamos el tiempo en dedicarnos a hablar del pasado, centrándonos en lo conocido y repetido.”

Por eso hay que mirar el futuro y prepararnos para asumirlo. Por ejemplo, en la educación y en su forma de impartirla la virtualidad terminará imponiéndose. Ya se habla de economía digital y de educación virtual. Además, la historia nos ha enseñado que la tecnología siempre gana. Uber lo hará en contra de los taxistas así como el carro lo hizo sobre el carruaje. Los que entren en una etapa de negación a esta época de cambios propiciada por el Covid19 se quedarán atrás, los que lo acepten se adaptarán y sobrevivirán como aconsejaba Darwin y los que se anticiparon llevarán la delantera.

Un ejemplo de esto último es la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD que desde su creación cuenta con más de 100 mil egresados y tiene 65 centros regionales en el país y un proyecto internacional en Estados Unidos, en Florida. Y todo, desde la virtualidad.

En todo caso, las herramientas digitales en la educación deberán encontrar su máximo potencial, ampliar sus límites de uso a la vez que reconocer las líneas de sus límites, masificar su uso y consolidar sus ventajas competitivas. La educación virtual ahorra costos de diverso orden, para las instituciones y para el estudiantado, y por ese mismo motivo ayuda a cerrar brechas. El Gobierno debería masificar a través de políticas públicas su uso. La tecnología progresa a grandes velocidades mientras que las personas que la usan lo hacen con mayor lentitud y las políticas públicas -que marcan la cancha y las reglas del juego- lo hacen aún más lentamente y así, los tiempos y procesos no están acompasados y ello puede producir disonancia, discordancia, desajustes.

En estos tiempos hay que promover la creatividad, la innovación y hasta cuestionar los viejos modelos establecidos y esas obsoletas organizaciones predominantes de una era analógica que ya caducó. Es hora de zambullirse en la piscina del futuro y del ahora, de lo digital y virtual  y no quedarse mirando el retrovisor de lo que ya fue.

Columnista
11 junio, 2020

Se aceleró la virtualidad en la educación

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Enrique Herrera Araujo

Hay tiempos que corren más rápido que otros. Por el Covid19 estamos transitando uno de esos. Y cuando el tiempo se apresura los cambios también lo hacen y, es ahí, cuando es necesario recordar a Darwin: No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente. El que sobrevive […]


Hay tiempos que corren más rápido que otros.

Por el Covid19 estamos transitando uno de esos. Y cuando el tiempo se apresura los cambios también lo hacen y, es ahí, cuando es necesario recordar a Darwin: No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente. El que sobrevive es aquel que es más adaptable al cambio.

Y el Covid19 es lo que Nassim Taleb denomina un cisne negro que no es otra otra cosa que un hecho inesperado, disruptivo y detonante. Es un punto de inflexión que coloca en el tiempo un antes y un después y agrega: “nuestro mundo está dominado por lo extremo, lo desconocido y lo muy improbable (improbable según nuestros conocimientos actuales) pero aún así empleamos el tiempo en dedicarnos a hablar del pasado, centrándonos en lo conocido y repetido.”

Por eso hay que mirar el futuro y prepararnos para asumirlo. Por ejemplo, en la educación y en su forma de impartirla la virtualidad terminará imponiéndose. Ya se habla de economía digital y de educación virtual. Además, la historia nos ha enseñado que la tecnología siempre gana. Uber lo hará en contra de los taxistas así como el carro lo hizo sobre el carruaje. Los que entren en una etapa de negación a esta época de cambios propiciada por el Covid19 se quedarán atrás, los que lo acepten se adaptarán y sobrevivirán como aconsejaba Darwin y los que se anticiparon llevarán la delantera.

Un ejemplo de esto último es la Universidad Nacional Abierta y a Distancia UNAD que desde su creación cuenta con más de 100 mil egresados y tiene 65 centros regionales en el país y un proyecto internacional en Estados Unidos, en Florida. Y todo, desde la virtualidad.

En todo caso, las herramientas digitales en la educación deberán encontrar su máximo potencial, ampliar sus límites de uso a la vez que reconocer las líneas de sus límites, masificar su uso y consolidar sus ventajas competitivas. La educación virtual ahorra costos de diverso orden, para las instituciones y para el estudiantado, y por ese mismo motivo ayuda a cerrar brechas. El Gobierno debería masificar a través de políticas públicas su uso. La tecnología progresa a grandes velocidades mientras que las personas que la usan lo hacen con mayor lentitud y las políticas públicas -que marcan la cancha y las reglas del juego- lo hacen aún más lentamente y así, los tiempos y procesos no están acompasados y ello puede producir disonancia, discordancia, desajustes.

En estos tiempos hay que promover la creatividad, la innovación y hasta cuestionar los viejos modelos establecidos y esas obsoletas organizaciones predominantes de una era analógica que ya caducó. Es hora de zambullirse en la piscina del futuro y del ahora, de lo digital y virtual  y no quedarse mirando el retrovisor de lo que ya fue.