Desafiante es su tono, pero contradictorio es el senador Horacio Serpa en la columna donde anuncia que “seguir en la Unidad Nacional ya no nos interesa”. Pensé que, en su condición de codirector del Partido Liberal, esa colectividad se sentía maltratada por Santos y que eso justificaría el replanteamiento de las relaciones con el Gobierno […]
Desafiante es su tono, pero contradictorio es el senador Horacio Serpa en la columna donde anuncia que “seguir en la Unidad Nacional ya no nos interesa”. Pensé que, en su condición de codirector del Partido Liberal, esa colectividad se sentía maltratada por Santos y que eso justificaría el replanteamiento de las relaciones con el Gobierno Nacional.
Pero no. El senador, curiosamente, manifiesta que “no nos quejamos del gabinete, porque nos sentimos bien tratados. No criticamos el reciente reajuste, porque lo apreciamos más amplio y participativo”. Aunque no es imprevista, supuse entonces que la crítica de Serpa respecto de que el vicepresidente Vargas Lleras ostenta una condición simultánea de “funcionario y candidato” avalaría su reciente arremetida. Pero tampoco. Basta recordar las abundantes alusiones y lanzamientos de candidaturas presidenciales de funcionarios de su partido que hace el mismo veterano senador para verificar su mayúscula incoherencia.
Así, la explicación a la posición de Serpa no hay que buscarla en el reciente reajuste ministerial y menos tiene consideraciones de alta política. Es el simple oportunismo, previamente calculado, derivado de la debilidad y escasa popularidad de Santos, y a solo una semana del próximo congreso nacional del Partido Liberal. Es la estrategia de ‘usaos los unos a los otros’. En el caso del liberalismo, para abrevar después de 12 años de desierto burocrático, hoy ya olvidado; y en el caso de Santos, para enfrentarse a Uribe y formar una coalición cuando al comenzar su gobierno no tenía fuerza política propia. Debilidad a la que además contribuyen las pataletas del expresidente Gaviria porque el Gobierno no le apoya sus nombres, y de senadoras como Sofía Gaviria y Viviane Morales con sus previos pedidos de retiro de la Unidad Nacional.
Aunque no hay gran distancia ideológica entre el Presidente y los partidos de su coalición, otras variables centrales que explican las coaliciones presidenciales en América Latina operan en contra del gobierno Santos, tales como la distancia temporal entre la reconfiguración del gabinete y las próximas elecciones, y la fragmentación del sistema de partidos, agravada en un país como Colombia en el que, sostengo, existen al menos 268 partidos porque cada parlamentario es dueño de sus propios votos.
Si a ello se agrega la percepción de mala gestión, la estrategia dominante de los socios será la de retirarse del Gobierno y procurar construir un perfil político diferente. Es una evaluación en términos de costos y beneficios respecto de su futura presentación electoral. Y es que si bien el factor primordial de la reelección de los congresistas es la burocracia, no es suficiente, sobre todo en un país donde la opinión pública cuenta cada vez más. Por eso, para muchos congresistas ahora es rentable cuestionar al Gobierno.
Pero tampoco es que Santos se ayude. No solo reacciona tarde a las crisis y ordena perseguir al Eln como si estuviera regañando a un niño, sino que desaprovecha la oportunidad de un cambio ministerial para tomar impulso y cede a la milimetría burocrática. Ese es el caso del nuevo ministro de Transporte, Jorge Eduardo Rojas, quien apenas cuatro meses después de terminar la alcaldía de Manizales a nombre del Partido Conservador, se echó en los brazos de la U y del representante Hernán Penagos para hacerse designar.
Pese a que a la Unidad Nacional no la acaban las declaraciones del senador Serpa, e incluso seguirá funcionando por algunos meses más para temas puntuales, sí es un augurio de los tiempos difíciles que le esperan al presidente Santos y del pedregoso camino que tendrá la reforma tributaria. También de las complicaciones que pueden surgir con un proceso de paz en medio de una anticipada campaña electoral, y que pareciera caer en el limbo para su blindaje jurídico. La explicación al desbarajuste de la Unidad Nacional es, pues, sencilla: el presidente Santos está de manera prematura con el sol a sus espaldas.
Por Jhon Mario González
Desafiante es su tono, pero contradictorio es el senador Horacio Serpa en la columna donde anuncia que “seguir en la Unidad Nacional ya no nos interesa”. Pensé que, en su condición de codirector del Partido Liberal, esa colectividad se sentía maltratada por Santos y que eso justificaría el replanteamiento de las relaciones con el Gobierno […]
Desafiante es su tono, pero contradictorio es el senador Horacio Serpa en la columna donde anuncia que “seguir en la Unidad Nacional ya no nos interesa”. Pensé que, en su condición de codirector del Partido Liberal, esa colectividad se sentía maltratada por Santos y que eso justificaría el replanteamiento de las relaciones con el Gobierno Nacional.
Pero no. El senador, curiosamente, manifiesta que “no nos quejamos del gabinete, porque nos sentimos bien tratados. No criticamos el reciente reajuste, porque lo apreciamos más amplio y participativo”. Aunque no es imprevista, supuse entonces que la crítica de Serpa respecto de que el vicepresidente Vargas Lleras ostenta una condición simultánea de “funcionario y candidato” avalaría su reciente arremetida. Pero tampoco. Basta recordar las abundantes alusiones y lanzamientos de candidaturas presidenciales de funcionarios de su partido que hace el mismo veterano senador para verificar su mayúscula incoherencia.
Así, la explicación a la posición de Serpa no hay que buscarla en el reciente reajuste ministerial y menos tiene consideraciones de alta política. Es el simple oportunismo, previamente calculado, derivado de la debilidad y escasa popularidad de Santos, y a solo una semana del próximo congreso nacional del Partido Liberal. Es la estrategia de ‘usaos los unos a los otros’. En el caso del liberalismo, para abrevar después de 12 años de desierto burocrático, hoy ya olvidado; y en el caso de Santos, para enfrentarse a Uribe y formar una coalición cuando al comenzar su gobierno no tenía fuerza política propia. Debilidad a la que además contribuyen las pataletas del expresidente Gaviria porque el Gobierno no le apoya sus nombres, y de senadoras como Sofía Gaviria y Viviane Morales con sus previos pedidos de retiro de la Unidad Nacional.
Aunque no hay gran distancia ideológica entre el Presidente y los partidos de su coalición, otras variables centrales que explican las coaliciones presidenciales en América Latina operan en contra del gobierno Santos, tales como la distancia temporal entre la reconfiguración del gabinete y las próximas elecciones, y la fragmentación del sistema de partidos, agravada en un país como Colombia en el que, sostengo, existen al menos 268 partidos porque cada parlamentario es dueño de sus propios votos.
Si a ello se agrega la percepción de mala gestión, la estrategia dominante de los socios será la de retirarse del Gobierno y procurar construir un perfil político diferente. Es una evaluación en términos de costos y beneficios respecto de su futura presentación electoral. Y es que si bien el factor primordial de la reelección de los congresistas es la burocracia, no es suficiente, sobre todo en un país donde la opinión pública cuenta cada vez más. Por eso, para muchos congresistas ahora es rentable cuestionar al Gobierno.
Pero tampoco es que Santos se ayude. No solo reacciona tarde a las crisis y ordena perseguir al Eln como si estuviera regañando a un niño, sino que desaprovecha la oportunidad de un cambio ministerial para tomar impulso y cede a la milimetría burocrática. Ese es el caso del nuevo ministro de Transporte, Jorge Eduardo Rojas, quien apenas cuatro meses después de terminar la alcaldía de Manizales a nombre del Partido Conservador, se echó en los brazos de la U y del representante Hernán Penagos para hacerse designar.
Pese a que a la Unidad Nacional no la acaban las declaraciones del senador Serpa, e incluso seguirá funcionando por algunos meses más para temas puntuales, sí es un augurio de los tiempos difíciles que le esperan al presidente Santos y del pedregoso camino que tendrá la reforma tributaria. También de las complicaciones que pueden surgir con un proceso de paz en medio de una anticipada campaña electoral, y que pareciera caer en el limbo para su blindaje jurídico. La explicación al desbarajuste de la Unidad Nacional es, pues, sencilla: el presidente Santos está de manera prematura con el sol a sus espaldas.
Por Jhon Mario González