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Columnista - 5 marzo, 2016

Sanín Murcia: un ateo de mentiras

El que no sepa quién es Sanín Murcia o al menos haya escuchado de él, en realidad no es vallenato o no ha vivido ni visitado estas tierras. Lo conozco desde que tengo uso de razón, pues este pintoresco personaje, quien muy a pesar de haber nacido en Boyacá, es casi vallenato y además jamás […]

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El que no sepa quién es Sanín Murcia o al menos haya escuchado de él, en realidad no es vallenato o no ha vivido ni visitado estas tierras. Lo conozco desde que tengo uso de razón, pues este pintoresco personaje, quien muy a pesar de haber nacido en Boyacá, es casi vallenato y además jamás pasa desapercibido y ha dejado huella en la historia de Valledupar, pues mis primeras remembranzas del viejo Sanín se remontan a esos no tan remotos carnavales vallenatos en los que él siempre participaba, manejando un Land Rover verde descapotado, el cual tenía la particularidad de tener el timón del lado derecho, tal cual como los carros ingleses. Dicho vehículo fungió de carrozas de las reinas y en su momento sirvió de remolque del tráiler-jaula en donde transportaban un feroz tigre o más bien jaguar americano, el cual fue la mascota de Sanín durante muchos años, un bello animal en peligro de extinción, el cual por aquel entonces apareció en un solar baldío de la ciudad y al parecer bajó de la Sierra Nevada por los lados de La Mesa y llegó extraviado a la ciudad buscando refugio, agua o alimento, lo cierto es que una jauría de perros lo acorraló en el solar y la gente del sector lo atrapó y fue a templar al patio del taller metalmecánico de Sanín: Industrias Murciélago.

En ese entonces no existía Corpocesar y aunque el hecho de tener enjaulado a ese animalito no fue del todo correcto, peor hubiese sido que lo soltaran porque de seguro no hubiera sobrevivido ni 24 horas dado que ese felino en ese entonces era terriblemente depredado, años más tarde tuvo un triste final, pues en un descuido garrafal, el animal se salió de la jaula y para evitar que atacara a alguien, Sanín se vio en la penosa necesidad de dispararle, fue imposible atraparlo o al menos conseguir la manera de dormirlo, lo ideal hubiera sido donarlo a un parque zoológico en el mismo instante de su captura.

Murcia es pequeño de estatura, pero grande de corazón, fue pionero en la ciudad en el uso de vísceras en la culinaria regional: Chinchurria, riñones, hígado, bofe, corazón, los cuales en aquel entonces los botaban o se lo daban a los perros, pero nadie las comía, hay una anécdota de Sanín en la finca Rafael María Lacouture, cuando él y otros interioranos estaban deleitándose con una chinchurria frita y uno de los hijos del propietario de la hacienda le dijo al papá que los cachacos se estaban comiendo el alimento de los perros y este no aguantó la curiosidad y se acercó a ver si era cierto y estos le dieron a probar y le encantó, hasta ese día les dejaron de regalar las vísceras a Sanín y su gente porque a partir de ese entonces el viejo Rafael María las incluyó en la dieta de su hogar, al igual que mucha gente de estas tierras. Fue pionero también en la preparación de embutidos, especialmente de morcillas, las cuales son de antología según he escuchado de buena fuente.

Murcia se casó con la señora Amira Contreras, natural de Tame, Arauca, conformaron un hermoso hogar, el cual dio como fruto seis lindas mujeres, Amelia, Selema, Consuelo, Libia, Amira y Beatriz, dos de ellas casadas con unos señores a quienes quiero mucho y a quienes considero grandes amigos, sobre todo por su cariño hacia mi hermano mayor Juan Jaime: Johnny Hernández y Jesualdo ‘Chico’ Morelli.

Columnista
5 marzo, 2016

Sanín Murcia: un ateo de mentiras

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

El que no sepa quién es Sanín Murcia o al menos haya escuchado de él, en realidad no es vallenato o no ha vivido ni visitado estas tierras. Lo conozco desde que tengo uso de razón, pues este pintoresco personaje, quien muy a pesar de haber nacido en Boyacá, es casi vallenato y además jamás […]


El que no sepa quién es Sanín Murcia o al menos haya escuchado de él, en realidad no es vallenato o no ha vivido ni visitado estas tierras. Lo conozco desde que tengo uso de razón, pues este pintoresco personaje, quien muy a pesar de haber nacido en Boyacá, es casi vallenato y además jamás pasa desapercibido y ha dejado huella en la historia de Valledupar, pues mis primeras remembranzas del viejo Sanín se remontan a esos no tan remotos carnavales vallenatos en los que él siempre participaba, manejando un Land Rover verde descapotado, el cual tenía la particularidad de tener el timón del lado derecho, tal cual como los carros ingleses. Dicho vehículo fungió de carrozas de las reinas y en su momento sirvió de remolque del tráiler-jaula en donde transportaban un feroz tigre o más bien jaguar americano, el cual fue la mascota de Sanín durante muchos años, un bello animal en peligro de extinción, el cual por aquel entonces apareció en un solar baldío de la ciudad y al parecer bajó de la Sierra Nevada por los lados de La Mesa y llegó extraviado a la ciudad buscando refugio, agua o alimento, lo cierto es que una jauría de perros lo acorraló en el solar y la gente del sector lo atrapó y fue a templar al patio del taller metalmecánico de Sanín: Industrias Murciélago.

En ese entonces no existía Corpocesar y aunque el hecho de tener enjaulado a ese animalito no fue del todo correcto, peor hubiese sido que lo soltaran porque de seguro no hubiera sobrevivido ni 24 horas dado que ese felino en ese entonces era terriblemente depredado, años más tarde tuvo un triste final, pues en un descuido garrafal, el animal se salió de la jaula y para evitar que atacara a alguien, Sanín se vio en la penosa necesidad de dispararle, fue imposible atraparlo o al menos conseguir la manera de dormirlo, lo ideal hubiera sido donarlo a un parque zoológico en el mismo instante de su captura.

Murcia es pequeño de estatura, pero grande de corazón, fue pionero en la ciudad en el uso de vísceras en la culinaria regional: Chinchurria, riñones, hígado, bofe, corazón, los cuales en aquel entonces los botaban o se lo daban a los perros, pero nadie las comía, hay una anécdota de Sanín en la finca Rafael María Lacouture, cuando él y otros interioranos estaban deleitándose con una chinchurria frita y uno de los hijos del propietario de la hacienda le dijo al papá que los cachacos se estaban comiendo el alimento de los perros y este no aguantó la curiosidad y se acercó a ver si era cierto y estos le dieron a probar y le encantó, hasta ese día les dejaron de regalar las vísceras a Sanín y su gente porque a partir de ese entonces el viejo Rafael María las incluyó en la dieta de su hogar, al igual que mucha gente de estas tierras. Fue pionero también en la preparación de embutidos, especialmente de morcillas, las cuales son de antología según he escuchado de buena fuente.

Murcia se casó con la señora Amira Contreras, natural de Tame, Arauca, conformaron un hermoso hogar, el cual dio como fruto seis lindas mujeres, Amelia, Selema, Consuelo, Libia, Amira y Beatriz, dos de ellas casadas con unos señores a quienes quiero mucho y a quienes considero grandes amigos, sobre todo por su cariño hacia mi hermano mayor Juan Jaime: Johnny Hernández y Jesualdo ‘Chico’ Morelli.