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Columnista - 17 diciembre, 2013

Sanciones, ‘carruseles’, fanáticos y amnesias

Por Antonio María Araujo Desde que se hizo pública una más de las ‘órdoñadas’, que de tiempo en tiempo convulsionan al país, por cuenta de la animadversión general cultivada por la radicalización de las ataduras ideológicas del señor procurador, se cambió el descontento propio de un gobierno de verdadera transformación, por solidaridad hacia un alcalde […]

Por Antonio María Araujo

Desde que se hizo pública una más de las ‘órdoñadas’, que de tiempo en tiempo convulsionan al país, por cuenta de la animadversión general cultivada por la radicalización de las ataduras ideológicas del señor procurador, se cambió el descontento propio de un gobierno de verdadera transformación, por solidaridad hacia un alcalde que encarna no solo la gestión ejecutiva de un ciudadano elegido popularmente, sino el espacio democrático que permite soñar con un país en el que quepamos todos, sin tener que matarnos para favorecer a una casta dominante e irrespetuosa de las diferencias.

Eso era Petro como alcalde; el referente político de los que defienden la vigencia de una desarmada izquierda colombiana en el ejercicio democrático, así en su momento los proyectiles aniquilaran a la Unión Patriótica y hoy la exterminadora espada del procurador deje grabado el número 734 en el cuello de quienes sus caprichosas concepciones religiosas acusan de malos, a todas luces en contraposición al ideario de grandes hombres como Martin Luther King, por ejemplo, quien predicaba que los hombres no podían ser juzgados por el color de su piel, condición sexual, credo espiritual o concepción política, atizando la barbarie al mejor estilo del supremo Tribunal de la Santa Inquisición o el Ku Klux Klan del siglo XIX.

Nelson Mandela también tendrá que estarse revolcando en su tumba, porque el procurador no es ese funcionario garantista de los derechos de las minorías y promotor de la reconciliación, como elemento fundamental en la construcción del entendimiento entre colombianos, sino que está más preocupado en ser el custodio de la pendenciera y anacrónica seguridad democrática uribista, ignorando que hoy el país es otro y necesita un estilo de gobierno diferente, precisamente por el buen trabajo del ex presidente Álvaro Uribe Vélez en materia de seguridad. Mientras implantemos la venganza como eje del proceso de paz, nos neguemos a conocer y aceptar la verdad, y el derecho no se convierta en ley, viviremos en el mismo país incapaz de ofrecer escenarios de paz.

En cuanto a si Petro es culpable o inocente, o si el procurador Ordoñez actuó conforme a la ley o no, la respuesta es tan discutible como el derecho al que le cabe toda argumentación para sancionar o absolver. Plena prueba de ello es el caso de Samuel Moreno Rojas. La hermeutica jurídica es tan subjetiva que la evaluación de una conducta fácilmente pasa de dolosa a culposa de acuerdo a quien vaya a decidir, de esta clasificación depende también la penalización o impunidad y por ende el grado de injusticia que promueve la violencia en Colombia. Nuestro país necesita una gran transformación de la justicia, para que los códigos no sigan siendo las metralletas de los estrados judiciales. Feliz Navidad.-

[email protected]

Columnista
17 diciembre, 2013

Sanciones, ‘carruseles’, fanáticos y amnesias

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Por Antonio María Araujo Desde que se hizo pública una más de las ‘órdoñadas’, que de tiempo en tiempo convulsionan al país, por cuenta de la animadversión general cultivada por la radicalización de las ataduras ideológicas del señor procurador, se cambió el descontento propio de un gobierno de verdadera transformación, por solidaridad hacia un alcalde […]


Por Antonio María Araujo

Desde que se hizo pública una más de las ‘órdoñadas’, que de tiempo en tiempo convulsionan al país, por cuenta de la animadversión general cultivada por la radicalización de las ataduras ideológicas del señor procurador, se cambió el descontento propio de un gobierno de verdadera transformación, por solidaridad hacia un alcalde que encarna no solo la gestión ejecutiva de un ciudadano elegido popularmente, sino el espacio democrático que permite soñar con un país en el que quepamos todos, sin tener que matarnos para favorecer a una casta dominante e irrespetuosa de las diferencias.

Eso era Petro como alcalde; el referente político de los que defienden la vigencia de una desarmada izquierda colombiana en el ejercicio democrático, así en su momento los proyectiles aniquilaran a la Unión Patriótica y hoy la exterminadora espada del procurador deje grabado el número 734 en el cuello de quienes sus caprichosas concepciones religiosas acusan de malos, a todas luces en contraposición al ideario de grandes hombres como Martin Luther King, por ejemplo, quien predicaba que los hombres no podían ser juzgados por el color de su piel, condición sexual, credo espiritual o concepción política, atizando la barbarie al mejor estilo del supremo Tribunal de la Santa Inquisición o el Ku Klux Klan del siglo XIX.

Nelson Mandela también tendrá que estarse revolcando en su tumba, porque el procurador no es ese funcionario garantista de los derechos de las minorías y promotor de la reconciliación, como elemento fundamental en la construcción del entendimiento entre colombianos, sino que está más preocupado en ser el custodio de la pendenciera y anacrónica seguridad democrática uribista, ignorando que hoy el país es otro y necesita un estilo de gobierno diferente, precisamente por el buen trabajo del ex presidente Álvaro Uribe Vélez en materia de seguridad. Mientras implantemos la venganza como eje del proceso de paz, nos neguemos a conocer y aceptar la verdad, y el derecho no se convierta en ley, viviremos en el mismo país incapaz de ofrecer escenarios de paz.

En cuanto a si Petro es culpable o inocente, o si el procurador Ordoñez actuó conforme a la ley o no, la respuesta es tan discutible como el derecho al que le cabe toda argumentación para sancionar o absolver. Plena prueba de ello es el caso de Samuel Moreno Rojas. La hermeutica jurídica es tan subjetiva que la evaluación de una conducta fácilmente pasa de dolosa a culposa de acuerdo a quien vaya a decidir, de esta clasificación depende también la penalización o impunidad y por ende el grado de injusticia que promueve la violencia en Colombia. Nuestro país necesita una gran transformación de la justicia, para que los códigos no sigan siendo las metralletas de los estrados judiciales. Feliz Navidad.-

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