De niño acostumbrábamos a ir al río Cesar, porque era un lugar de esplendor, el sitio perfecto para encontrar, diversión, paz y asombro. El río como lugar que estaba libre de toda censura, como si las aguas lavaran la vergüenza de la gente. Ese río Cesar se convirtió en parte de nuestra identidad, de nuestras […]
De niño acostumbrábamos a ir al río Cesar, porque era un lugar de esplendor, el sitio perfecto para encontrar, diversión, paz y asombro. El río como lugar que estaba libre de toda censura, como si las aguas lavaran la vergüenza de la gente. Ese río Cesar se convirtió en parte de nuestra identidad, de nuestras leyendas y relatos orales, de nuestros cantos.
Desde los pueblos aledaños a la Sierra, el Cesar es idéntico al río que describe García Márquez en Cien años de soledad; un río de aguas diáfanas que se precipitan sobre un lecho de piedras, blancas y pulidas como huevos prehistóricos y cuando llega al sur de La Guajira, a pueblos como San Juan del Cesar, se vuelve más manso, más brillante, más arenoso; un río de pocas aguas en verano, pero vivo y lleno de esperanza.
Desde su nacimiento, hasta su desembocadura, el río Cesar ha inspirado y ejercido una influencia enorme en el modo de vivir de las poblaciones que baña.
Hernando Marín, en sus cantos mostró la vida del río Cesar, el que pasa por San Juan, ese con su cauce de aguas cristalinas que nace en la Sierra Nevada, el río de las aguas que brillan sobre el inmenso arenal.
El río Cesar que describe Fernando Dangond Castro en su canción Nació mi poesía, es un río de aguas lozanas y puras. Nada parecido al río de hoy. El poeta anunció cómo el folclor, igual que el arhuaco y la lozanía de las aguas del río Cesar perdurarían. Hoy nuestro vallenato se robustece, los arhuacos luchan para defender su cultura en el tiempo, pero el río Cesar se está muriendo por la contaminación y la indiferencia.
Tristemente el río Cesar no es el mismo, es un río de aguas contaminadas y podridas a la altura del puente Salguero; un sitio que inspiró a Escalona para escribir el bello canto La Creciente del Cesar, pero que hoy solo inspira tristeza, porque al pasar por el nuevo puente, donde aún permanecen los vestigios del antiguo, podemos observar el nefasto espectáculo de aguas contaminadas cayendo al río y dejando una extensa estela de espuma que anuncia que el Cesar se está muriendo por los desechos orgánicos y químicos que se envían a la laguna de oxidación desde los hogares valduparenses y que luego caen libremente al Cesar.
Muchos pueblos del Cesar viven directamente de ese río, consumen el agua y los peces que allí se producen, como también se afectan con su contaminación; es por eso que urge que la autoridades ambientales establezcan control, para evitar repetir la historia del río Bogotá que comenzó a morir de indiferencia a pesar de los anuncios y alertas que se hacían para evitarlo.
Muchas personas de otros lugares de Colombia y el mundo quieren conocer al río Cesar que describen las canciones vallenatas y otros cantos ribereños que reflejan el amor de muchos por la vida y belleza que tenían sus aguas, pero en pocos años si no tomamos correctivos, quienes vengan solo encontrarán un río devastado por la contaminación y la crueldad humana, entonces no nos conocerán por nuestros cantos a la vida, sino por la fama de destructores de la naturaleza y de nuestra propia identidad.
@Oscararizadaza
De niño acostumbrábamos a ir al río Cesar, porque era un lugar de esplendor, el sitio perfecto para encontrar, diversión, paz y asombro. El río como lugar que estaba libre de toda censura, como si las aguas lavaran la vergüenza de la gente. Ese río Cesar se convirtió en parte de nuestra identidad, de nuestras […]
De niño acostumbrábamos a ir al río Cesar, porque era un lugar de esplendor, el sitio perfecto para encontrar, diversión, paz y asombro. El río como lugar que estaba libre de toda censura, como si las aguas lavaran la vergüenza de la gente. Ese río Cesar se convirtió en parte de nuestra identidad, de nuestras leyendas y relatos orales, de nuestros cantos.
Desde los pueblos aledaños a la Sierra, el Cesar es idéntico al río que describe García Márquez en Cien años de soledad; un río de aguas diáfanas que se precipitan sobre un lecho de piedras, blancas y pulidas como huevos prehistóricos y cuando llega al sur de La Guajira, a pueblos como San Juan del Cesar, se vuelve más manso, más brillante, más arenoso; un río de pocas aguas en verano, pero vivo y lleno de esperanza.
Desde su nacimiento, hasta su desembocadura, el río Cesar ha inspirado y ejercido una influencia enorme en el modo de vivir de las poblaciones que baña.
Hernando Marín, en sus cantos mostró la vida del río Cesar, el que pasa por San Juan, ese con su cauce de aguas cristalinas que nace en la Sierra Nevada, el río de las aguas que brillan sobre el inmenso arenal.
El río Cesar que describe Fernando Dangond Castro en su canción Nació mi poesía, es un río de aguas lozanas y puras. Nada parecido al río de hoy. El poeta anunció cómo el folclor, igual que el arhuaco y la lozanía de las aguas del río Cesar perdurarían. Hoy nuestro vallenato se robustece, los arhuacos luchan para defender su cultura en el tiempo, pero el río Cesar se está muriendo por la contaminación y la indiferencia.
Tristemente el río Cesar no es el mismo, es un río de aguas contaminadas y podridas a la altura del puente Salguero; un sitio que inspiró a Escalona para escribir el bello canto La Creciente del Cesar, pero que hoy solo inspira tristeza, porque al pasar por el nuevo puente, donde aún permanecen los vestigios del antiguo, podemos observar el nefasto espectáculo de aguas contaminadas cayendo al río y dejando una extensa estela de espuma que anuncia que el Cesar se está muriendo por los desechos orgánicos y químicos que se envían a la laguna de oxidación desde los hogares valduparenses y que luego caen libremente al Cesar.
Muchos pueblos del Cesar viven directamente de ese río, consumen el agua y los peces que allí se producen, como también se afectan con su contaminación; es por eso que urge que la autoridades ambientales establezcan control, para evitar repetir la historia del río Bogotá que comenzó a morir de indiferencia a pesar de los anuncios y alertas que se hacían para evitarlo.
Muchas personas de otros lugares de Colombia y el mundo quieren conocer al río Cesar que describen las canciones vallenatas y otros cantos ribereños que reflejan el amor de muchos por la vida y belleza que tenían sus aguas, pero en pocos años si no tomamos correctivos, quienes vengan solo encontrarán un río devastado por la contaminación y la crueldad humana, entonces no nos conocerán por nuestros cantos a la vida, sino por la fama de destructores de la naturaleza y de nuestra propia identidad.
@Oscararizadaza