Llegó la hora de desmarcarnos de los hábitos consuetudinarios que solo nos llevan a la monotonía, a actuar por impulsos exteriores, respondiendo a reflejos condicionados, que nos aprisionan en la que podemos denominar zona de confort.
Llegó la hora de desmarcarnos de los hábitos consuetudinarios que solo nos llevan a la monotonía, a actuar por impulsos exteriores, respondiendo a reflejos condicionados, que nos aprisionan en la que podemos denominar zona de confort. Mucha gente espera y aspira alcanzar el éxito sin esforzarse, sin pagar su precio, que puede significar para ellos salir de su zona de confort, de la modorra de su rutina cotidiana.
Ahora bien, de alcanzar lo que nos proponemos, de coronar con éxito nuestra tarea, ello no nos debe llevar a la seductora trampa de la autocomplacencia. Nelson Mandela afirmó que “después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo que hay muchas más colinas por escalar”. Nada más cierto. Las colinas que escalemos nos deben servir de hitos para escalar las más elevadas hasta llegar al Éverest de nuestras vidas. Pero, para ello, es absolutamente indispensable desactivar nuestro piloto automático: despojarnos de nuestros miedos, prejuicios y aprehensiones y tomar con las propias manos el control de la vida.
El gran escritor Jorge Zalamea tenía razón cuando dijo en uno de sus más hermosos poemas y tal vez el menos conocido, Vientos del Este: “Salta hombre sobre tus propias fronteras, pues ya no cabes en ellas”. Definitivamente, hay que salir de la zona de confort y saltar sobre nuestras propias fronteras para llegar a tener una vida plena, trascendente y de mayores realizaciones.
Se solía decir antiguamente que la humanidad se dividía entre quienes tenían y aquellos que no tenían, entre ricos y pobres; posteriormente lo que la caracterizaba era que unos pocos sabían y acaparaban el conocimiento y los ignaros, que poco o nada sabían, atrapados además por la pobreza y la exclusión social. Pero ello cambió drásticamente, para bien. Aunque aún falta mucho camino por recorrer, se ha avanzado en décadas lo que no se había avanzado en centurias. ¡Menos mal!
Hoy en día la información y el conocimiento fluye de manera abrumadora a través de la red de internet, están al alcance de un clip. Dejaron de ser un privilegio. La mayor barrera para acceder a la información y al conocimiento es no estar conectado a dicha red. De modo que aquello que hace la diferencia entre unos y otros es la conectividad, por ello podemos decir que, además de la pobreza monetaria y la pobreza multidimensional nos enfrentamos a la pobreza digital, la cual acentúa y exacerba a aquellas.
Por ello, hemos venido planteando la imperiosa e inaplazable necesidad de añadir a los 17 objetivos del desarrollo sostenible el 18, consistente en el cierre de la brecha digital para tratar de nivelar la cancha. En Colombia, particularmente, la brecha digital entre los centros urbanos y las zonas rurales es profunda. La crisis pandémica y la virtualidad como recurso para sortear las medidas de aislamiento y distanciamiento social para capear el temporal la pusieron al desnudo.
Amylkar D. Acosta M
www.amylkaracosta.net
Llegó la hora de desmarcarnos de los hábitos consuetudinarios que solo nos llevan a la monotonía, a actuar por impulsos exteriores, respondiendo a reflejos condicionados, que nos aprisionan en la que podemos denominar zona de confort.
Llegó la hora de desmarcarnos de los hábitos consuetudinarios que solo nos llevan a la monotonía, a actuar por impulsos exteriores, respondiendo a reflejos condicionados, que nos aprisionan en la que podemos denominar zona de confort. Mucha gente espera y aspira alcanzar el éxito sin esforzarse, sin pagar su precio, que puede significar para ellos salir de su zona de confort, de la modorra de su rutina cotidiana.
Ahora bien, de alcanzar lo que nos proponemos, de coronar con éxito nuestra tarea, ello no nos debe llevar a la seductora trampa de la autocomplacencia. Nelson Mandela afirmó que “después de escalar una gran colina, uno se encuentra sólo que hay muchas más colinas por escalar”. Nada más cierto. Las colinas que escalemos nos deben servir de hitos para escalar las más elevadas hasta llegar al Éverest de nuestras vidas. Pero, para ello, es absolutamente indispensable desactivar nuestro piloto automático: despojarnos de nuestros miedos, prejuicios y aprehensiones y tomar con las propias manos el control de la vida.
El gran escritor Jorge Zalamea tenía razón cuando dijo en uno de sus más hermosos poemas y tal vez el menos conocido, Vientos del Este: “Salta hombre sobre tus propias fronteras, pues ya no cabes en ellas”. Definitivamente, hay que salir de la zona de confort y saltar sobre nuestras propias fronteras para llegar a tener una vida plena, trascendente y de mayores realizaciones.
Se solía decir antiguamente que la humanidad se dividía entre quienes tenían y aquellos que no tenían, entre ricos y pobres; posteriormente lo que la caracterizaba era que unos pocos sabían y acaparaban el conocimiento y los ignaros, que poco o nada sabían, atrapados además por la pobreza y la exclusión social. Pero ello cambió drásticamente, para bien. Aunque aún falta mucho camino por recorrer, se ha avanzado en décadas lo que no se había avanzado en centurias. ¡Menos mal!
Hoy en día la información y el conocimiento fluye de manera abrumadora a través de la red de internet, están al alcance de un clip. Dejaron de ser un privilegio. La mayor barrera para acceder a la información y al conocimiento es no estar conectado a dicha red. De modo que aquello que hace la diferencia entre unos y otros es la conectividad, por ello podemos decir que, además de la pobreza monetaria y la pobreza multidimensional nos enfrentamos a la pobreza digital, la cual acentúa y exacerba a aquellas.
Por ello, hemos venido planteando la imperiosa e inaplazable necesidad de añadir a los 17 objetivos del desarrollo sostenible el 18, consistente en el cierre de la brecha digital para tratar de nivelar la cancha. En Colombia, particularmente, la brecha digital entre los centros urbanos y las zonas rurales es profunda. La crisis pandémica y la virtualidad como recurso para sortear las medidas de aislamiento y distanciamiento social para capear el temporal la pusieron al desnudo.
Amylkar D. Acosta M
www.amylkaracosta.net