“Jaime Araujo Rentería, ya entonces un adolescente estudiante inquieto y rebelde de las buenas causas sociales se fue perseguido del valle a la algodonera Codazzi en 1970 a hacerse bachiller. Entonces era un joven de 5 en las materias y 0 en conducta ‘política’, definida por rectores policías, en la agitada y politizada vida estudiantil […]
“Jaime Araujo Rentería, ya entonces un adolescente estudiante inquieto y rebelde de las buenas causas sociales se fue perseguido del valle a la algodonera Codazzi en 1970 a hacerse bachiller. Entonces era un joven de 5 en las materias y 0 en conducta ‘política’, definida por rectores policías, en la agitada y politizada vida estudiantil de los 60’s. Regresó a celebrar los 50 años del entrañable e histórico colegio como lo registra en estas notas en EL PILÓN ”.
El pasado viernes 2 de noviembre, los alumnos del colegio nacional Agustín Codazzi, volvimos a clases, para conmemorar los 50 años de creación de ese plantel educativo, del que me gradué como bachiller, en el año 1972.
En esta visita, pude percibir nuevamente la dialéctica de la vida: que las cosas son y no son al mismo tiempo. Que nuestro colegio era distinto al de la época en que nosotros estudiamos, pero que al mismo tiempo seguía siendo igual en muchos aspectos. En nuestros días, había escasez de elementos materiales, por eso algunas veces los estudiantes tenían que llevar de sus casas sus asientos para poderse sentar durante las clases; hoy cada alumno cuenta con su silla y ya los educandos no se cuentan por centenares como en nuestra época, sino por miles, pues hay cerca de 4.500 alumnos. Hoy como ayer, encontramos el mismo calor humano y la misma riqueza espiritual de sus alumnos, su deseo de superación y su disciplina en su educación, que ha hecho posible que los colegiales de ayer, sean hoy reputados profesionales, no sólo del Cesar y Colombia, sino también de otros países del mundo, desde donde vinieron a rendir homenaje a su alma Mater.
Codazzi, era a finales de los años 60 y comienzos de los 70, la capital algodonera de Colombia, y un micro país, donde llegaban personas y familias de todas las latitudes: del Tolima, de Cundinamarca, del Huila, de los llanos, de los Santanderes; etcétera, en el contacto con estas personas, aprendimos, que existían otros colombianos distintos a nosotros, pero que esto no nos hacía ni superiores ni inferiores a ellos, que éramos iguales; distintos pero iguales y que la riqueza de nuestra patria estaba precisamente en esa pluralidad con igualdad. La bonanza algodonera y la fumigación del algodón, trajeron problemas ambientales, que hoy aún persisten en el municipio de Codazzi.
Ese día en Codazzi, en mi mente se agolparon con nostalgia, los recuerdos de mi éxodo semanal de Valledupar al colegio nacional: levantarme cada lunes a las cinco de la mañana, para coger un bus que me llevaría hora y media y 50 km después, al salón de clase. Permanecer, donde la familia Becerra que me acogió como un hijo, hasta el día viernes en la tarde cuando terminaban las lecciones, para retornar casi de noche a casa de mi madre en Valledupar. El gran filósofo danés, Søren Aabye Kierkegaard, decía que el hombre como individuo es finito, que la que es infinita es la especie humana, en la medida en que los hombres del pasado le dejan una herencia a los del futuro y, estos a su vez, la engrandecen para dejársela a sus hijos. Quienes a comienzos de los años 70 estudiamos en el colegio nacional Agustín Codazzi, recibimos la herencia de esos creadores y de la sociedad codacense y es nuestro deber entregársela, más temprano que tarde, engrandecida a los estudiantes de hoy y a todo el pueblo de Codazzi.
Jaime Araujo Rentería
“Jaime Araujo Rentería, ya entonces un adolescente estudiante inquieto y rebelde de las buenas causas sociales se fue perseguido del valle a la algodonera Codazzi en 1970 a hacerse bachiller. Entonces era un joven de 5 en las materias y 0 en conducta ‘política’, definida por rectores policías, en la agitada y politizada vida estudiantil […]
“Jaime Araujo Rentería, ya entonces un adolescente estudiante inquieto y rebelde de las buenas causas sociales se fue perseguido del valle a la algodonera Codazzi en 1970 a hacerse bachiller. Entonces era un joven de 5 en las materias y 0 en conducta ‘política’, definida por rectores policías, en la agitada y politizada vida estudiantil de los 60’s. Regresó a celebrar los 50 años del entrañable e histórico colegio como lo registra en estas notas en EL PILÓN ”.
El pasado viernes 2 de noviembre, los alumnos del colegio nacional Agustín Codazzi, volvimos a clases, para conmemorar los 50 años de creación de ese plantel educativo, del que me gradué como bachiller, en el año 1972.
En esta visita, pude percibir nuevamente la dialéctica de la vida: que las cosas son y no son al mismo tiempo. Que nuestro colegio era distinto al de la época en que nosotros estudiamos, pero que al mismo tiempo seguía siendo igual en muchos aspectos. En nuestros días, había escasez de elementos materiales, por eso algunas veces los estudiantes tenían que llevar de sus casas sus asientos para poderse sentar durante las clases; hoy cada alumno cuenta con su silla y ya los educandos no se cuentan por centenares como en nuestra época, sino por miles, pues hay cerca de 4.500 alumnos. Hoy como ayer, encontramos el mismo calor humano y la misma riqueza espiritual de sus alumnos, su deseo de superación y su disciplina en su educación, que ha hecho posible que los colegiales de ayer, sean hoy reputados profesionales, no sólo del Cesar y Colombia, sino también de otros países del mundo, desde donde vinieron a rendir homenaje a su alma Mater.
Codazzi, era a finales de los años 60 y comienzos de los 70, la capital algodonera de Colombia, y un micro país, donde llegaban personas y familias de todas las latitudes: del Tolima, de Cundinamarca, del Huila, de los llanos, de los Santanderes; etcétera, en el contacto con estas personas, aprendimos, que existían otros colombianos distintos a nosotros, pero que esto no nos hacía ni superiores ni inferiores a ellos, que éramos iguales; distintos pero iguales y que la riqueza de nuestra patria estaba precisamente en esa pluralidad con igualdad. La bonanza algodonera y la fumigación del algodón, trajeron problemas ambientales, que hoy aún persisten en el municipio de Codazzi.
Ese día en Codazzi, en mi mente se agolparon con nostalgia, los recuerdos de mi éxodo semanal de Valledupar al colegio nacional: levantarme cada lunes a las cinco de la mañana, para coger un bus que me llevaría hora y media y 50 km después, al salón de clase. Permanecer, donde la familia Becerra que me acogió como un hijo, hasta el día viernes en la tarde cuando terminaban las lecciones, para retornar casi de noche a casa de mi madre en Valledupar. El gran filósofo danés, Søren Aabye Kierkegaard, decía que el hombre como individuo es finito, que la que es infinita es la especie humana, en la medida en que los hombres del pasado le dejan una herencia a los del futuro y, estos a su vez, la engrandecen para dejársela a sus hijos. Quienes a comienzos de los años 70 estudiamos en el colegio nacional Agustín Codazzi, recibimos la herencia de esos creadores y de la sociedad codacense y es nuestro deber entregársela, más temprano que tarde, engrandecida a los estudiantes de hoy y a todo el pueblo de Codazzi.
Jaime Araujo Rentería