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Columnista - 24 enero, 2011

Retiro forzoso de un docente

EL TINAJERO Por: José Atuesta Mindiola Nadie se prepara para la derrota, todos queremos alcanzar el pedestal de la victoria. Los deportistas entrenan muchas horas y se esfuerzan en competencia para vivir  a plenitud el deleite del triunfo. Las personas responsables de sus compromisos laborales se esmeran por el desempeño honesto y eficiente, y cuando […]

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EL TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola

Nadie se prepara para la derrota, todos queremos alcanzar el pedestal de la victoria. Los deportistas entrenan muchas horas y se esfuerzan en competencia para vivir  a plenitud el deleite del triunfo. Las personas responsables de sus compromisos laborales se esmeran por el desempeño honesto y eficiente, y cuando les llega la edad del retiro, lo mínimo que esperan es un reconocimiento para sentir la satisfacción del deber cumplido.
Ese trofeo final esperado, casi siempre se convierte en frustración. En la mayoría de nuestras  empresas oficiales, cuando los empleados llegan a los sesenta y cinco años de edad, les llega la resolución anunciando el retiro del servicio, sin palabra alguna de reconocimiento. Desde todo punto de vista humano, una nota de elogio o de felicitaciones ayudaría a moderar los posibles traumas que en ciertas personas causa el retiro laboral definitivo.
Tengo en mis manos la resolución 002885 de diciembre 16 del 2010, firmada por el Alcalde de Valledupar. En uno de sus considerando, dice: “Revisando su hoja de vida se constató que su fecha de nacimiento fue el 30 de noviembre de 1945”, y luego, en la parte resolutoria, en el artículo primero: “Retirar del servicio por haber cumplido la edad de retiro forzoso…”.
Somos partidarios de que además de la resolución, que es un mandato legal, debería la Secretaría de Educación anexar un oficio para despedir en términos pedagógicos a un  educador, que después de laborar por más de cuarenta años ha llegado a la edad dorada del descanso. Algo similar debería hacer la Asociación de Educadores del Cesar, organizar semestralmente eventos académicos para exaltar a la vida y obra de los maestros destacados.
En mi condición de educador y estudiante, desde este espacio brindo un merecido reconocimiento al insigne maestro César Andrés López Serrano, quién es el destinatario de la resolución mencionada.
El maestro López Serrano es pacífico por natalicio y por convicción humana. En su terruño, La Paz, realiza el ciclo de primario en el Colegio Sagrado Corazón que regentaba su tía, Delfina López Calderón. En 1964 es proclamado bachiller del Colegio Nacional Loperena. En 1965 inicia su ejercicio docente en una Escuela de Primaria en Curumaní, fundada por el sacerdote español, Virgilio Fernández. Entre  1967 y 1970 estudia en la Universidad del Atlántico Licenciatura en Filología e Idiomas. Y prosigue su experiencia docente como profesor del INEM en Barranquilla en 1971; por su liderazgo democrático y sindical es trasladado en 1973 al INEM de Bucaramanga. En 1974 llega al Colegio Loperena, y 1976 en la famosa huelga contra el rector Pretel Naranjo, es retirado del servicio en compañía de diez profesores. En 1977 entra como catedrático del Instpecam y es nombrado en 1978. Además, es profesor fundador de la Universidad Popular del Cesar, y es autor de varios cuentos y poemas, fue incluido en la revista Letras Nacionales en 1979 y en la antología de Cuentos del Cesar (1994).
Los que hemos tenido la oportunidad de conocerlo y trabajar con él, somos testigo de sus cualidades de persona integral y de sus capacidades como docente, estudioso de la gramática, la literatura, el arte, el folclor y la política. En sus 45 años de docencia ha dejado huellas en la historia de las instituciones donde ha laborado.
En un evento de despedida de sus compañeros en el Instpecam, se le hizo entrega de una mención, cuyo texto dice: “A César López Serrano, benemérito maestro de la pedagogía, del idioma español, de la amistad y de la vida”.

DÉCIMA DE LA SEMANA

En Hurtado da dolor
el pueblito vallenato,
parece un kiosco de harapos
lo que fuera el mirador.
Una invitación de amor
al alcalde Luis Fabián,
que puede recuperar
esta obra que enaltece;
seguro se lo agradece
el pueblo en Valledupar.

Columnista
24 enero, 2011

Retiro forzoso de un docente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

EL TINAJERO Por: José Atuesta Mindiola Nadie se prepara para la derrota, todos queremos alcanzar el pedestal de la victoria. Los deportistas entrenan muchas horas y se esfuerzan en competencia para vivir  a plenitud el deleite del triunfo. Las personas responsables de sus compromisos laborales se esmeran por el desempeño honesto y eficiente, y cuando […]


EL TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola

Nadie se prepara para la derrota, todos queremos alcanzar el pedestal de la victoria. Los deportistas entrenan muchas horas y se esfuerzan en competencia para vivir  a plenitud el deleite del triunfo. Las personas responsables de sus compromisos laborales se esmeran por el desempeño honesto y eficiente, y cuando les llega la edad del retiro, lo mínimo que esperan es un reconocimiento para sentir la satisfacción del deber cumplido.
Ese trofeo final esperado, casi siempre se convierte en frustración. En la mayoría de nuestras  empresas oficiales, cuando los empleados llegan a los sesenta y cinco años de edad, les llega la resolución anunciando el retiro del servicio, sin palabra alguna de reconocimiento. Desde todo punto de vista humano, una nota de elogio o de felicitaciones ayudaría a moderar los posibles traumas que en ciertas personas causa el retiro laboral definitivo.
Tengo en mis manos la resolución 002885 de diciembre 16 del 2010, firmada por el Alcalde de Valledupar. En uno de sus considerando, dice: “Revisando su hoja de vida se constató que su fecha de nacimiento fue el 30 de noviembre de 1945”, y luego, en la parte resolutoria, en el artículo primero: “Retirar del servicio por haber cumplido la edad de retiro forzoso…”.
Somos partidarios de que además de la resolución, que es un mandato legal, debería la Secretaría de Educación anexar un oficio para despedir en términos pedagógicos a un  educador, que después de laborar por más de cuarenta años ha llegado a la edad dorada del descanso. Algo similar debería hacer la Asociación de Educadores del Cesar, organizar semestralmente eventos académicos para exaltar a la vida y obra de los maestros destacados.
En mi condición de educador y estudiante, desde este espacio brindo un merecido reconocimiento al insigne maestro César Andrés López Serrano, quién es el destinatario de la resolución mencionada.
El maestro López Serrano es pacífico por natalicio y por convicción humana. En su terruño, La Paz, realiza el ciclo de primario en el Colegio Sagrado Corazón que regentaba su tía, Delfina López Calderón. En 1964 es proclamado bachiller del Colegio Nacional Loperena. En 1965 inicia su ejercicio docente en una Escuela de Primaria en Curumaní, fundada por el sacerdote español, Virgilio Fernández. Entre  1967 y 1970 estudia en la Universidad del Atlántico Licenciatura en Filología e Idiomas. Y prosigue su experiencia docente como profesor del INEM en Barranquilla en 1971; por su liderazgo democrático y sindical es trasladado en 1973 al INEM de Bucaramanga. En 1974 llega al Colegio Loperena, y 1976 en la famosa huelga contra el rector Pretel Naranjo, es retirado del servicio en compañía de diez profesores. En 1977 entra como catedrático del Instpecam y es nombrado en 1978. Además, es profesor fundador de la Universidad Popular del Cesar, y es autor de varios cuentos y poemas, fue incluido en la revista Letras Nacionales en 1979 y en la antología de Cuentos del Cesar (1994).
Los que hemos tenido la oportunidad de conocerlo y trabajar con él, somos testigo de sus cualidades de persona integral y de sus capacidades como docente, estudioso de la gramática, la literatura, el arte, el folclor y la política. En sus 45 años de docencia ha dejado huellas en la historia de las instituciones donde ha laborado.
En un evento de despedida de sus compañeros en el Instpecam, se le hizo entrega de una mención, cuyo texto dice: “A César López Serrano, benemérito maestro de la pedagogía, del idioma español, de la amistad y de la vida”.

DÉCIMA DE LA SEMANA

En Hurtado da dolor
el pueblito vallenato,
parece un kiosco de harapos
lo que fuera el mirador.
Una invitación de amor
al alcalde Luis Fabián,
que puede recuperar
esta obra que enaltece;
seguro se lo agradece
el pueblo en Valledupar.