En los tiempos actuales nuestra sociedad occidental parece obligado de cualquier cultura o civilización, siempre atrasada en relación con nosotros, fundamenta su crecimiento, sostenido o no, en un consumo continuo imparable: la idea de progreso va ligada inexorablemente a los niveles de consumo. Fruto de esta progresión en el consumo, nuestra sociedad produce una cantidad […]
En los tiempos actuales nuestra sociedad occidental parece obligado de cualquier cultura o civilización, siempre atrasada en relación con nosotros, fundamenta su crecimiento, sostenido o no, en un consumo continuo imparable: la idea de progreso va ligada inexorablemente a los niveles de consumo. Fruto de esta progresión en el consumo, nuestra sociedad produce una cantidad de residuos excepcional que a diferencia de otras sociedades pretéritas o actuales pero más primarias, no recicla o recicla escasamente. Hoy en día por poner un ejemplo.
Un ciudadano español produce un poco más de un kilogramo diario, un ciudadano alemán supera los dos kilogramos diarios y un norteamericano se acerca a los cuatro. En estas cifras no se cuantifican los residuos indirectos, ligados al consumo social en general de todo tipo de productos manufacturados lejos o cerca, de carácter alimentario, farmacéutico, textil, tecnológico, entro otros.
Para hacer frente a este problema, se ha venido planteando tres ejes de actuación en cuanto a los residuos industriales. En primer lugar, se propone minimizar la producción de residuos. En este sentido, es fundamental la utilización de tecnología “limpia” que contemplen el evitar o el aprovechar los residuos. Por otra parte, hace falta reducir los residuos al mínimo aprovechando al máximo las materias primas. Finalmente se hace necesario que los residuos inevitables sean nuevos contaminantes; es el caso, por ejemplo, de evitar el uso de CFC (Clorofluorocarburos), que son la causa principal de la disminución de la capa ozono.
En segundo lugar, se propone la valorización de los residuos. Ello significa la recuperación, la reutilización (por ejemplo, de envases), el reciclaje (aprovechamiento de un residuo, como base para la elaboración de nuevos productos como el papel) y la regeneración (tratamiento de los residuos de modo que puedan volver a ser útiles). Se trata, pues, de aprovechar los residuos para que puedan seguir teniendo utilidad.
Finalmente se propone la disposición correcta del residuo. Ello significa que los productores deben inventariar sus residuos y declararlos a la administración. En este sentido, las instalaciones de tratamiento, a donde van a parar los residuos para su descontaminación, están sometidas a control y son las encargadas de tratarlas en función de sus características.
Hay que decir que no siempre un tratamiento genera un producto de calidad, a menudo lo que se consigue es una reducción del volumen de residuos, lo cual ya es importante. A pesar de todo el esfuerzo para limpiar las aguas de los ríos, aún queda mucho camino por recorrer, y éste pasa por la seriedad y el rigor en los tratamientos y el aumento de la dotación económica para conseguir los objetivos.
En los tiempos actuales nuestra sociedad occidental parece obligado de cualquier cultura o civilización, siempre atrasada en relación con nosotros, fundamenta su crecimiento, sostenido o no, en un consumo continuo imparable: la idea de progreso va ligada inexorablemente a los niveles de consumo. Fruto de esta progresión en el consumo, nuestra sociedad produce una cantidad […]
En los tiempos actuales nuestra sociedad occidental parece obligado de cualquier cultura o civilización, siempre atrasada en relación con nosotros, fundamenta su crecimiento, sostenido o no, en un consumo continuo imparable: la idea de progreso va ligada inexorablemente a los niveles de consumo. Fruto de esta progresión en el consumo, nuestra sociedad produce una cantidad de residuos excepcional que a diferencia de otras sociedades pretéritas o actuales pero más primarias, no recicla o recicla escasamente. Hoy en día por poner un ejemplo.
Un ciudadano español produce un poco más de un kilogramo diario, un ciudadano alemán supera los dos kilogramos diarios y un norteamericano se acerca a los cuatro. En estas cifras no se cuantifican los residuos indirectos, ligados al consumo social en general de todo tipo de productos manufacturados lejos o cerca, de carácter alimentario, farmacéutico, textil, tecnológico, entro otros.
Para hacer frente a este problema, se ha venido planteando tres ejes de actuación en cuanto a los residuos industriales. En primer lugar, se propone minimizar la producción de residuos. En este sentido, es fundamental la utilización de tecnología “limpia” que contemplen el evitar o el aprovechar los residuos. Por otra parte, hace falta reducir los residuos al mínimo aprovechando al máximo las materias primas. Finalmente se hace necesario que los residuos inevitables sean nuevos contaminantes; es el caso, por ejemplo, de evitar el uso de CFC (Clorofluorocarburos), que son la causa principal de la disminución de la capa ozono.
En segundo lugar, se propone la valorización de los residuos. Ello significa la recuperación, la reutilización (por ejemplo, de envases), el reciclaje (aprovechamiento de un residuo, como base para la elaboración de nuevos productos como el papel) y la regeneración (tratamiento de los residuos de modo que puedan volver a ser útiles). Se trata, pues, de aprovechar los residuos para que puedan seguir teniendo utilidad.
Finalmente se propone la disposición correcta del residuo. Ello significa que los productores deben inventariar sus residuos y declararlos a la administración. En este sentido, las instalaciones de tratamiento, a donde van a parar los residuos para su descontaminación, están sometidas a control y son las encargadas de tratarlas en función de sus características.
Hay que decir que no siempre un tratamiento genera un producto de calidad, a menudo lo que se consigue es una reducción del volumen de residuos, lo cual ya es importante. A pesar de todo el esfuerzo para limpiar las aguas de los ríos, aún queda mucho camino por recorrer, y éste pasa por la seriedad y el rigor en los tratamientos y el aumento de la dotación económica para conseguir los objetivos.