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Columnista - 5 enero, 2019

Requiem para mi hermano Alais Habib (Q.E.P.D)

Mi querido amigo, la verdad nunca pensé verme en esta situación, de pie aquí frente a tu tumba, leyendo estas palabras de despedida, al menos no tan prematuramente, pues al ser testigo de tu ardua batalla contra esa terrible y penosa enfermedad creí en algún momento que lograrías superarla. Hermano diste la pelea, y en […]

Mi querido amigo, la verdad nunca pensé verme en esta situación, de pie aquí frente a tu tumba, leyendo estas palabras de despedida, al menos no tan prematuramente, pues al ser testigo de tu ardua batalla contra esa terrible y penosa enfermedad creí en algún momento que lograrías superarla. Hermano diste la pelea, y en el fondo se que tus ganas de vivir fueron más por tus seres queridos, que por ti mismo, demostrando una férrea fe y una enorme valentía, pero sobre todo mostrándole a todo el mundo que el tiempo es solo de Dios y es perfecto, y exacto. Contra todo pronóstico sobrellevaste tu enfermedad por dos años, cuando solo te daban unos cuantos meses de vida. Hoy nos reunimos todos cuanto te quisimos, tu familia, tus suegros, tus cuñadas y cuñado y sus familias;  tus compañeros, tus amigos de siempre, tus compinches de infancia, tus nuevos amigos, tu abnegada madre, tu amada esposa, tus adoradas hijitas, y obviamente nuestro hermanito menor, Milton, fueron muy pocos los que faltaron a este último adiós y solo por motivos de fuerza mayor. Sé que a Ernesto Orozco le duele no estar aquí, lo mismo que Ape Cuello y el Mono Celedón, y al igual que Alfredo Castaño Knepper por su lejanía, ese amigo con quien andábamos juntos para arriba y para abajo en nuestra bonita infancia estudiando en el Colegio Bilingüe, ‘Los tres chiflados’ como alguna vez alguien nos dijo. Hoy partes a la ineludible e inevitable cita con Dios, por eso más que tristes debemos estar alegres, pues estoy seguro que dadas tus condiciones de gran hombre, buen esposo, buen papá, buen hijo, excelente familiar, excelso amigo y hermano Dios te reservó un lugar especial, una morada de lujo junto a ÉL, además que descansarás, mi amigo, de esa lucha extenuante y dura, de esa batalla que supiste librar con la gallardía y entereza que siempre te caracterizaron. Tus compañeros del Colegio Militar Francisco José de Caldas que te antecedieron en este viaje, muy seguramente te estarán organizando bajo el mando del Arcángel San Miguel, comandante de los ejércitos celestiales, una calle de honor,  compañeros como Noriega y Daza Porto, y el inolvidable Capitán Salgado quienes casualmente también padecieron esa penosa enfermedad y tantos otros que el momento se me escapan, quienes junto bajo la mirada orgullosa del Alais el viejo, y el inolvidable Alex Rosado, te estarán recibiendo. Hoy nosotros, los que aquí quedamos, te acompañamos hasta tu última morada terrenal, a despedirte, con la firme esperanza de que cuando Dios así lo disponga nos reencontraremos. Hoy elevo una plegaria al cielo, por tu eterno descanso, y prometo firmemente estar pendiente siempre de Ángela y tus hijas, muy a sabiendas de que ellas son unas berracas y sabrán con la ayuda de Dios soportar tu ausencia, todo esto gracias a esa fortaleza que tú les demostraste y al ejemplo de vida que les dejas. Agradezco públicamente a nuestro hermano y compañero Bladimir Castilla por darme la oportunidad con su iniciativa de leer estas palabras sentidas y oportunas, lo mismo a Ricardo Celedón Palacios y demás compañeros por inspirarme a hacerlo, a Carlos Eduardo Muñoz, Juan Pablo Castro, por darme la fortaleza necesaria y hacerme caer en la cuenta que fue una directriz de Dios hacerlo. Te vamos a extrañar Alais Alfonso, te llevaremos siempre en nuestros más bellos recuerdos y en nuestros corazones. Parte tranquilo hermano mío, ve contento a donde Dios Padre, Descansa en Paz. A mis lectores les deseo un feliz año y muchas bendiciones en este nuevo año.

Columnista
5 enero, 2019

Requiem para mi hermano Alais Habib (Q.E.P.D)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Mi querido amigo, la verdad nunca pensé verme en esta situación, de pie aquí frente a tu tumba, leyendo estas palabras de despedida, al menos no tan prematuramente, pues al ser testigo de tu ardua batalla contra esa terrible y penosa enfermedad creí en algún momento que lograrías superarla. Hermano diste la pelea, y en […]


Mi querido amigo, la verdad nunca pensé verme en esta situación, de pie aquí frente a tu tumba, leyendo estas palabras de despedida, al menos no tan prematuramente, pues al ser testigo de tu ardua batalla contra esa terrible y penosa enfermedad creí en algún momento que lograrías superarla. Hermano diste la pelea, y en el fondo se que tus ganas de vivir fueron más por tus seres queridos, que por ti mismo, demostrando una férrea fe y una enorme valentía, pero sobre todo mostrándole a todo el mundo que el tiempo es solo de Dios y es perfecto, y exacto. Contra todo pronóstico sobrellevaste tu enfermedad por dos años, cuando solo te daban unos cuantos meses de vida. Hoy nos reunimos todos cuanto te quisimos, tu familia, tus suegros, tus cuñadas y cuñado y sus familias;  tus compañeros, tus amigos de siempre, tus compinches de infancia, tus nuevos amigos, tu abnegada madre, tu amada esposa, tus adoradas hijitas, y obviamente nuestro hermanito menor, Milton, fueron muy pocos los que faltaron a este último adiós y solo por motivos de fuerza mayor. Sé que a Ernesto Orozco le duele no estar aquí, lo mismo que Ape Cuello y el Mono Celedón, y al igual que Alfredo Castaño Knepper por su lejanía, ese amigo con quien andábamos juntos para arriba y para abajo en nuestra bonita infancia estudiando en el Colegio Bilingüe, ‘Los tres chiflados’ como alguna vez alguien nos dijo. Hoy partes a la ineludible e inevitable cita con Dios, por eso más que tristes debemos estar alegres, pues estoy seguro que dadas tus condiciones de gran hombre, buen esposo, buen papá, buen hijo, excelente familiar, excelso amigo y hermano Dios te reservó un lugar especial, una morada de lujo junto a ÉL, además que descansarás, mi amigo, de esa lucha extenuante y dura, de esa batalla que supiste librar con la gallardía y entereza que siempre te caracterizaron. Tus compañeros del Colegio Militar Francisco José de Caldas que te antecedieron en este viaje, muy seguramente te estarán organizando bajo el mando del Arcángel San Miguel, comandante de los ejércitos celestiales, una calle de honor,  compañeros como Noriega y Daza Porto, y el inolvidable Capitán Salgado quienes casualmente también padecieron esa penosa enfermedad y tantos otros que el momento se me escapan, quienes junto bajo la mirada orgullosa del Alais el viejo, y el inolvidable Alex Rosado, te estarán recibiendo. Hoy nosotros, los que aquí quedamos, te acompañamos hasta tu última morada terrenal, a despedirte, con la firme esperanza de que cuando Dios así lo disponga nos reencontraremos. Hoy elevo una plegaria al cielo, por tu eterno descanso, y prometo firmemente estar pendiente siempre de Ángela y tus hijas, muy a sabiendas de que ellas son unas berracas y sabrán con la ayuda de Dios soportar tu ausencia, todo esto gracias a esa fortaleza que tú les demostraste y al ejemplo de vida que les dejas. Agradezco públicamente a nuestro hermano y compañero Bladimir Castilla por darme la oportunidad con su iniciativa de leer estas palabras sentidas y oportunas, lo mismo a Ricardo Celedón Palacios y demás compañeros por inspirarme a hacerlo, a Carlos Eduardo Muñoz, Juan Pablo Castro, por darme la fortaleza necesaria y hacerme caer en la cuenta que fue una directriz de Dios hacerlo. Te vamos a extrañar Alais Alfonso, te llevaremos siempre en nuestros más bellos recuerdos y en nuestros corazones. Parte tranquilo hermano mío, ve contento a donde Dios Padre, Descansa en Paz. A mis lectores les deseo un feliz año y muchas bendiciones en este nuevo año.