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Columnista - 10 junio, 2020

Repensar la educación

Los retos actuales de la educación plantean la transformación definitiva del modelo educativo imperante, el cual debe dar paso a un nuevo enfoque pedagógico acorde con las dinámicas sociales y económicas existentes en el mundo. A partir del proceso histórico definido como Modernidad, la educación formal es pilar estructural del Sistema-Mundo configurado.  En ese sentido, […]

Los retos actuales de la educación plantean la transformación definitiva del modelo educativo imperante, el cual debe dar paso a un nuevo enfoque pedagógico acorde con las dinámicas sociales y económicas existentes en el mundo. A partir del proceso histórico definido como Modernidad, la educación formal es pilar estructural del Sistema-Mundo configurado.  En ese sentido, el contexto actual obliga  a repensar  lo que en nuestros países hemos construido desde el ámbito educativo, entendiendo que son fiel materialización del concepto de “totalidad” que procura la noción de orden y progreso.

La educación  como proceso de evolución humana y el aparato en el que se sostiene (los sistemas educativos desde la pre-escolaridad, la educación media,  la formación para el trabajo y desarrollo humano, la educación terciaria, profesional y de cuarto nivel) se manifiestan como uno de los fines esenciales del Estado, que sugiere un modelo de políticas públicas e ideales que al reproducirse garantizan la noción de desarrollo.  Ahora bien, el razonamiento descrito merece consideración especial al analizar el contexto actual en el que predominan los decretos de cuarentena social, aislamiento inteligente y en definitiva el obligatorio encierro y lo que consideramos como un “apagón colectivo” que vive el mundo por la crisis de la covid-19.

      Repensar la educación como proceso esencial y adaptarnos a la situación actual nos lleva a asumir las razones por las que se ha transformado la vida, que cambió de manera  abrupta.  Sin embargo, nuestra necesidad y capacidad de adaptación conllevan a que las actividades no cesen, puesto que ahora debemos trabajar con mayor ánimo, interés y dedicación. Las condiciones actuales obligan a migrar a la tecnología, adecuarnos a ella y asumir las tareas de formación desde un verdadero compromiso social, ético y moral. 

Reconocimiento especial merece la labor de los maestros, la cual es plausible en este contexto. Se marca una etapa en la que cobra importancia la flexibilización del pensamiento, que involucra el apoyo de los padres de familia, componente vital en esta tarea. 

Ciertamente el virus nos sacó de los muros, de las prácticas tradicionales tipo cátedra, modificó además las relaciones y las dinámicas habituales del hecho educativo. Sin duda fue un “remezón” al sistema. De igual manera esta situación ha contribuido a prestarle mayor atención y generar un mayor compromiso por parte de los padres de familia. Este contexto de crisis planetaria -desde el ámbito del maestro- ha servido para que nuestros educadores desarrollen con nobleza el acto sublime de educar, basado en mayor compromiso, amor y entrega a la formación de su razón de ser: los estudiantes.

     Este notable avance en medio de la actual tragedia humana, no lo podemos perder cuando todo vuelva a la “normalidad”.  No debemos desecharlo al final del aislamiento, muy por el contrario es tarea colectiva mantener esta nueva forma de educar, adaptarla al espacio habitual de formación, conservando y reafirmando el actual compromiso, la sensibilidad social, la entrega, la educación tecnológica, la comunión familiar y el respeto por el entorno. Este tipo de aprendizaje basado en la empatía y en la psicoeducación  nunca antes tuvo tanta vigencia y trascendencia y es eso precisamente lo que no debemos perder. 

Desde nuestra institución estamos conscientes de esta gran posibilidad de construcción colectiva en pro del verdadero desarrollo educativo de la sociedad.  Se trata de una “metamorfosis formativa”, de una  genuina oportunidad de transformar la educación con base en herramientas tecnológicas, en el encuentro con lo que era distante antes de la pandemia.

Siempre se ha escrito, afirmado y repetido que las peores crisis generan grandes oportunidades, lo cual ha quedado en total evidencia. Hoy nuestros maestros recurren al ingenio, a la creatividad, a nuevos recursos y elementos pedagógicos y las instituciones educativas deben convertirse en “Tanques de Pensamiento”, en arsenales de creación formativa, reflejo de libertad, de amor por la ética y de una hermosa estética educativa. Esta dinámica educativa en medio de la pandemia ha obligado a desplegar mayores esfuerzos y hoy más que nunca debemos mantenerla, verterla en la práctica docente, hacerla transversal en los contenidos formales sugeridos por el Estado, acciones que contribuirán a esa necesaria transformación educativa que reclama la sociedad.

En esta difícil pero esperanzadora etapa no solo nos limitamos a las aulas de clase, a la relación binaria educador-estudiante. A partir del componente psicoeducativo llegamos al hogar, a ese espacio natural del ser humano centrado en su entorno familiar.

El camino es largo y de esfuerzos constantes.  Acá no se trata de perfección o de un modelo único y universal. Sabemos que en el camino podemos equivocarnos. En este proceso asumimos el error como elemento pedagógico que nos permite avanzar. Tenemos una gran oportunidad de aportar a un real desarrollo educativo. Es momento de establecer alianzas y sinergias entre los sistemas públicos y privados. Es tiempo de aprender uno del otro y remar en una misma dirección. Es por ello que en nuestra institución asumimos este compromiso con la sociedad.

Columnista
10 junio, 2020

Repensar la educación

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Cesar Millano Garcia

Los retos actuales de la educación plantean la transformación definitiva del modelo educativo imperante, el cual debe dar paso a un nuevo enfoque pedagógico acorde con las dinámicas sociales y económicas existentes en el mundo. A partir del proceso histórico definido como Modernidad, la educación formal es pilar estructural del Sistema-Mundo configurado.  En ese sentido, […]


Los retos actuales de la educación plantean la transformación definitiva del modelo educativo imperante, el cual debe dar paso a un nuevo enfoque pedagógico acorde con las dinámicas sociales y económicas existentes en el mundo. A partir del proceso histórico definido como Modernidad, la educación formal es pilar estructural del Sistema-Mundo configurado.  En ese sentido, el contexto actual obliga  a repensar  lo que en nuestros países hemos construido desde el ámbito educativo, entendiendo que son fiel materialización del concepto de “totalidad” que procura la noción de orden y progreso.

La educación  como proceso de evolución humana y el aparato en el que se sostiene (los sistemas educativos desde la pre-escolaridad, la educación media,  la formación para el trabajo y desarrollo humano, la educación terciaria, profesional y de cuarto nivel) se manifiestan como uno de los fines esenciales del Estado, que sugiere un modelo de políticas públicas e ideales que al reproducirse garantizan la noción de desarrollo.  Ahora bien, el razonamiento descrito merece consideración especial al analizar el contexto actual en el que predominan los decretos de cuarentena social, aislamiento inteligente y en definitiva el obligatorio encierro y lo que consideramos como un “apagón colectivo” que vive el mundo por la crisis de la covid-19.

      Repensar la educación como proceso esencial y adaptarnos a la situación actual nos lleva a asumir las razones por las que se ha transformado la vida, que cambió de manera  abrupta.  Sin embargo, nuestra necesidad y capacidad de adaptación conllevan a que las actividades no cesen, puesto que ahora debemos trabajar con mayor ánimo, interés y dedicación. Las condiciones actuales obligan a migrar a la tecnología, adecuarnos a ella y asumir las tareas de formación desde un verdadero compromiso social, ético y moral. 

Reconocimiento especial merece la labor de los maestros, la cual es plausible en este contexto. Se marca una etapa en la que cobra importancia la flexibilización del pensamiento, que involucra el apoyo de los padres de familia, componente vital en esta tarea. 

Ciertamente el virus nos sacó de los muros, de las prácticas tradicionales tipo cátedra, modificó además las relaciones y las dinámicas habituales del hecho educativo. Sin duda fue un “remezón” al sistema. De igual manera esta situación ha contribuido a prestarle mayor atención y generar un mayor compromiso por parte de los padres de familia. Este contexto de crisis planetaria -desde el ámbito del maestro- ha servido para que nuestros educadores desarrollen con nobleza el acto sublime de educar, basado en mayor compromiso, amor y entrega a la formación de su razón de ser: los estudiantes.

     Este notable avance en medio de la actual tragedia humana, no lo podemos perder cuando todo vuelva a la “normalidad”.  No debemos desecharlo al final del aislamiento, muy por el contrario es tarea colectiva mantener esta nueva forma de educar, adaptarla al espacio habitual de formación, conservando y reafirmando el actual compromiso, la sensibilidad social, la entrega, la educación tecnológica, la comunión familiar y el respeto por el entorno. Este tipo de aprendizaje basado en la empatía y en la psicoeducación  nunca antes tuvo tanta vigencia y trascendencia y es eso precisamente lo que no debemos perder. 

Desde nuestra institución estamos conscientes de esta gran posibilidad de construcción colectiva en pro del verdadero desarrollo educativo de la sociedad.  Se trata de una “metamorfosis formativa”, de una  genuina oportunidad de transformar la educación con base en herramientas tecnológicas, en el encuentro con lo que era distante antes de la pandemia.

Siempre se ha escrito, afirmado y repetido que las peores crisis generan grandes oportunidades, lo cual ha quedado en total evidencia. Hoy nuestros maestros recurren al ingenio, a la creatividad, a nuevos recursos y elementos pedagógicos y las instituciones educativas deben convertirse en “Tanques de Pensamiento”, en arsenales de creación formativa, reflejo de libertad, de amor por la ética y de una hermosa estética educativa. Esta dinámica educativa en medio de la pandemia ha obligado a desplegar mayores esfuerzos y hoy más que nunca debemos mantenerla, verterla en la práctica docente, hacerla transversal en los contenidos formales sugeridos por el Estado, acciones que contribuirán a esa necesaria transformación educativa que reclama la sociedad.

En esta difícil pero esperanzadora etapa no solo nos limitamos a las aulas de clase, a la relación binaria educador-estudiante. A partir del componente psicoeducativo llegamos al hogar, a ese espacio natural del ser humano centrado en su entorno familiar.

El camino es largo y de esfuerzos constantes.  Acá no se trata de perfección o de un modelo único y universal. Sabemos que en el camino podemos equivocarnos. En este proceso asumimos el error como elemento pedagógico que nos permite avanzar. Tenemos una gran oportunidad de aportar a un real desarrollo educativo. Es momento de establecer alianzas y sinergias entre los sistemas públicos y privados. Es tiempo de aprender uno del otro y remar en una misma dirección. Es por ello que en nuestra institución asumimos este compromiso con la sociedad.