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Columnista - 18 julio, 2012

Reminiscencias

Desde mí cocina  Por Silvia Betancourt Alliegro Mañana jueves estaré cumpliendo sesenta y tres años; por esta confesión, según Oscar Wilde, soy capaz de decirlo todo –sabia apreciación -. Muchas cosas extraordinarias he disfrutado y padecido, la pérdida del padre de mi hija es la más reciente ¡y cómo duele! Para paliarla, dedico tiempo a […]

Desde mí cocina 

Por Silvia Betancourt Alliegro

Mañana jueves estaré cumpliendo sesenta y tres años; por esta confesión, según Oscar Wilde, soy capaz de decirlo todo –sabia apreciación -. Muchas cosas extraordinarias he disfrutado y padecido, la pérdida del padre de mi hija es la más reciente ¡y cómo duele! Para paliarla, dedico tiempo a la lectura de libros sobre nuestra historia patria.
Ignoro si es una debilidad o una fortaleza que sea mujer que siente gran satisfacción leyendo y edificando ensayos; y como aprendemos por imitación y mis padres fueron lectores y en el hogar donde nací y me crié casi todas las conversaciones giraban en torno a la política del mundo, del continente, de Colombia y por ese silencio obligado, al sentirme sola en esta ciudad, escribir se convirtió en un vicio bendito.
Agradezco a Dickson Quiroz Torres que un día leyó algo mío, le gustó y me incrustó en El Pilón, en esta columna, durante dieciséis años ya, en los que he monologado para ustedes, narrando tal cual como lo hacía con mis ancestros: cargada de razones.

Hay nombres que son parte de la historia patria que me son tan familiares como los de cualquiera de mis once hermanos: Mariano Ospina Pérez, es el primero que recuerdo, nativo de Medellín, recibió la silla de Bolívar de Alberto Lleras Camargo, quien a su vez, tras la renuncia de Alfonso López Pumarejo (nativo de Honda) de su segundo periodo, y después del golpe de cuartel del 10 de julio de 1944 en Pasto; aquí les refiero el cuento: López viajó a esa ciudad con el fin de presenciar unas maniobras del ejército y unos oficiales lo detuvieron y se lo llevaron para una hacienda; y sonó y soñó Darío Echandía para reemplazarlo pues era el designado, pero Alberto Lleras Camargo, que era el ministro de Gobierno, alertó por la radio a toda la nación e invitó a respaldar al primer mandatario, así que el golpe de Pasto duró sólo dos días y López regresó triunfante a palacio.

Como decía, López Pumarejo presentó renuncia ante el Congreso, que se la aceptó, entonces tomó posesión del cargo el doctor Alberto Lleras Camargo, nacido en Bogotá, estaba en la plena efervescencia de sus cuarenta años, era periodista, brillante orador, sereno e imparcial. Encendió el fuego idealista de la juventud, pero no pudo suprimir la violencia; no resolvió ninguno de los problemas básicos de la Nación, pero sí nos endeudó más. Fue el primer representante de la “democracia restringida”: el Frente Nacional que facilitó el reparto del poder entre dos camarillas que de esa manera aplazaron el enjuiciamiento como responsables de ‘la década infame’ que sumando bien, van seis.

Uno de los mayores empeños del doctor Alberto Lleras Camargo fue el de cumplir con el ideal del Libertador, encaminado a establecer la unión entre los países bolivarianos. En efecto, con los aportes de Venezuela, Colombia y el Ecuador; fundó la Flota Mercante Grancolombiana, que no perseguía únicamente intereses económicos sino que buscaba estrechar los lazos culturales, políticos y mantener la mayor armonía entre los países hermanos.

Sería conveniente hacer una investigación por ustedes, estudiantes, sobre la extinción de la Flota Mercante Grancolombiana que fue orgullo de nuestra patria, de nuestros padres, porque en sus barcos jamás transportaron droga, ni contrabandos. Hay que averiguar quiénes y bajo qué pretextos sacaron de la mar los navíos bolivarianos.

Después de Alberto Lleras Camargo han pasado por la Casa de Nariño otros hombres que nos han signado, y de ahí en adelante todo es historia reciente de la que todos estamos enterados, untados, y mamados.

Hay un tema que todos los políticos han manoseado en las plazas públicas de cualquier ciudad del planeta, digno de profundo estudio: La Reforma Agraria, la propiedad de las tierras buenas es la causa única por la que todos los seres vivos –mamíferos- se han trenzado en combates a muerte, y nosotros, que decimos ¡y nos lo creemos! que somos los más inteligentes, hacemos lo mismo que cualquier otra fiera.

Si la Divina Providencia me lo permite, tal vez veré una extraordinaria reforma al respecto, que es lo que prometió el actual Presidente en su primer día de gobierno. Transcurrido otro lustro, revisaré mis columnas y constataré si cumplió; claro que para ese entonces ya estaré mascando hasta el agua y le corresponderá a usted, joven lector, ponerse en la labor de cronista.

[email protected]

Columnista
18 julio, 2012

Reminiscencias

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mí cocina  Por Silvia Betancourt Alliegro Mañana jueves estaré cumpliendo sesenta y tres años; por esta confesión, según Oscar Wilde, soy capaz de decirlo todo –sabia apreciación -. Muchas cosas extraordinarias he disfrutado y padecido, la pérdida del padre de mi hija es la más reciente ¡y cómo duele! Para paliarla, dedico tiempo a […]


Desde mí cocina 

Por Silvia Betancourt Alliegro

Mañana jueves estaré cumpliendo sesenta y tres años; por esta confesión, según Oscar Wilde, soy capaz de decirlo todo –sabia apreciación -. Muchas cosas extraordinarias he disfrutado y padecido, la pérdida del padre de mi hija es la más reciente ¡y cómo duele! Para paliarla, dedico tiempo a la lectura de libros sobre nuestra historia patria.
Ignoro si es una debilidad o una fortaleza que sea mujer que siente gran satisfacción leyendo y edificando ensayos; y como aprendemos por imitación y mis padres fueron lectores y en el hogar donde nací y me crié casi todas las conversaciones giraban en torno a la política del mundo, del continente, de Colombia y por ese silencio obligado, al sentirme sola en esta ciudad, escribir se convirtió en un vicio bendito.
Agradezco a Dickson Quiroz Torres que un día leyó algo mío, le gustó y me incrustó en El Pilón, en esta columna, durante dieciséis años ya, en los que he monologado para ustedes, narrando tal cual como lo hacía con mis ancestros: cargada de razones.

Hay nombres que son parte de la historia patria que me son tan familiares como los de cualquiera de mis once hermanos: Mariano Ospina Pérez, es el primero que recuerdo, nativo de Medellín, recibió la silla de Bolívar de Alberto Lleras Camargo, quien a su vez, tras la renuncia de Alfonso López Pumarejo (nativo de Honda) de su segundo periodo, y después del golpe de cuartel del 10 de julio de 1944 en Pasto; aquí les refiero el cuento: López viajó a esa ciudad con el fin de presenciar unas maniobras del ejército y unos oficiales lo detuvieron y se lo llevaron para una hacienda; y sonó y soñó Darío Echandía para reemplazarlo pues era el designado, pero Alberto Lleras Camargo, que era el ministro de Gobierno, alertó por la radio a toda la nación e invitó a respaldar al primer mandatario, así que el golpe de Pasto duró sólo dos días y López regresó triunfante a palacio.

Como decía, López Pumarejo presentó renuncia ante el Congreso, que se la aceptó, entonces tomó posesión del cargo el doctor Alberto Lleras Camargo, nacido en Bogotá, estaba en la plena efervescencia de sus cuarenta años, era periodista, brillante orador, sereno e imparcial. Encendió el fuego idealista de la juventud, pero no pudo suprimir la violencia; no resolvió ninguno de los problemas básicos de la Nación, pero sí nos endeudó más. Fue el primer representante de la “democracia restringida”: el Frente Nacional que facilitó el reparto del poder entre dos camarillas que de esa manera aplazaron el enjuiciamiento como responsables de ‘la década infame’ que sumando bien, van seis.

Uno de los mayores empeños del doctor Alberto Lleras Camargo fue el de cumplir con el ideal del Libertador, encaminado a establecer la unión entre los países bolivarianos. En efecto, con los aportes de Venezuela, Colombia y el Ecuador; fundó la Flota Mercante Grancolombiana, que no perseguía únicamente intereses económicos sino que buscaba estrechar los lazos culturales, políticos y mantener la mayor armonía entre los países hermanos.

Sería conveniente hacer una investigación por ustedes, estudiantes, sobre la extinción de la Flota Mercante Grancolombiana que fue orgullo de nuestra patria, de nuestros padres, porque en sus barcos jamás transportaron droga, ni contrabandos. Hay que averiguar quiénes y bajo qué pretextos sacaron de la mar los navíos bolivarianos.

Después de Alberto Lleras Camargo han pasado por la Casa de Nariño otros hombres que nos han signado, y de ahí en adelante todo es historia reciente de la que todos estamos enterados, untados, y mamados.

Hay un tema que todos los políticos han manoseado en las plazas públicas de cualquier ciudad del planeta, digno de profundo estudio: La Reforma Agraria, la propiedad de las tierras buenas es la causa única por la que todos los seres vivos –mamíferos- se han trenzado en combates a muerte, y nosotros, que decimos ¡y nos lo creemos! que somos los más inteligentes, hacemos lo mismo que cualquier otra fiera.

Si la Divina Providencia me lo permite, tal vez veré una extraordinaria reforma al respecto, que es lo que prometió el actual Presidente en su primer día de gobierno. Transcurrido otro lustro, revisaré mis columnas y constataré si cumplió; claro que para ese entonces ya estaré mascando hasta el agua y le corresponderá a usted, joven lector, ponerse en la labor de cronista.

[email protected]