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Columnista - 20 julio, 2015

“Remembranzas de Valledupar”

Asistí gustoso al lanzamiento del libro, el cual tuvo lugar en un recinto cálido y acogedor de esta ciudad, bautizado con el nombre del maestro “que ve con los ojos del alma”. Allí se dieron cita numerosas personas, y con la mayor sencillez y sobriedad se desarrolló el evento, en el que tomó la palabra […]

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Asistí gustoso al lanzamiento del libro, el cual tuvo lugar en un recinto cálido y acogedor de esta ciudad, bautizado con el nombre del maestro “que ve con los ojos del alma”. Allí se dieron cita numerosas personas, y con la mayor sencillez y sobriedad se desarrolló el evento, en el que tomó la palabra el doctor José Luis Urón como director ejecutivo de la Cámara del Comercio, quien disertó sobre la importancia de rescatar las costumbres y tradiciones de otrora, y destacó lo trascendental de escribir sobre temas no relacionados con la violencia.

Seguidamente tomó la palabra la escritora Mary Daza Orozco quien expresó que una vez hubo terminado de leer el libro, lo abrazó llena de sentimiento, dándole con ello, el saludo de bienvenida. Finalmente el compositor Julio Oñate Martinez dio su aval a la citada obra y felicitó a la autora por el aporte histórico-cultural de su libro ‘Remembranzas de Valledupar’.

Debo decir, y es mi apreciación personal, que es un libro escrito con amor. Es una obra no para leer, sino para disfrutar, es el vehículo que comunica al lector con el viejo Valledupar, ese de las “casitas de bahareque con sus palmas caladas…” del que nos hablara ‘El Veje’ Bolaños. En el que se recrean tradiciones que se resisten a desaparecer, como lo es el carnaval, pero además se habla de nuestra gastronomía, de nuestros más encumbrados compositores y de nuestros más humildes artesanos, sin olvidar desde luego a los folcloristas, músicos, galleros, fotógrafos, pintores y educadores, que con su aporte han hecho grande al ‘país vallenato’ como lo dijera el doctor Aníbal Martínez Zuleta, al grado que Valledupar se ha convertido, hoy por hoy, en el centro de atención de propios y extraños.

Irrumpe la autora, doctora Giomar Lucia Guerra Bonilla, a quien ya conocíamos como cronista del Diario El Pilón, en esa selecta pléyade de forjadores culturales que con denodado esfuerzo dejan su huella indeleble en el firmamento vallenato.
Pero no puedo finalizar estas líneas, sin mencionar, además de lo ya expresado, que una de las fortalezas de la citada obra, está en la compilación fotográfica que ubica al lector en contexto con lo que se está diciendo. Allí encontramos muchos de nuestros familiares y allegados en sus años mozos, algunos de ellos ya desaparecidos, departiendo, bien en una fiesta de carnaval o, en sus actividades cotidianas. La frase del punto final a esta breve reseña, es costumbrista, fue tomada del libro ‘Remembranzas de Valledupar’ y dice así: “Desde muy temprano Leandro daba los buenos días con versos de sus canciones a los sandieganos y por la tarde al regresar de las labores del campo, todos sacaban taburetes, los recostaban a las paredes, para hablar de todo y de nada….”.

[email protected]

Columnista
20 julio, 2015

“Remembranzas de Valledupar”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

Asistí gustoso al lanzamiento del libro, el cual tuvo lugar en un recinto cálido y acogedor de esta ciudad, bautizado con el nombre del maestro “que ve con los ojos del alma”. Allí se dieron cita numerosas personas, y con la mayor sencillez y sobriedad se desarrolló el evento, en el que tomó la palabra […]


Asistí gustoso al lanzamiento del libro, el cual tuvo lugar en un recinto cálido y acogedor de esta ciudad, bautizado con el nombre del maestro “que ve con los ojos del alma”. Allí se dieron cita numerosas personas, y con la mayor sencillez y sobriedad se desarrolló el evento, en el que tomó la palabra el doctor José Luis Urón como director ejecutivo de la Cámara del Comercio, quien disertó sobre la importancia de rescatar las costumbres y tradiciones de otrora, y destacó lo trascendental de escribir sobre temas no relacionados con la violencia.

Seguidamente tomó la palabra la escritora Mary Daza Orozco quien expresó que una vez hubo terminado de leer el libro, lo abrazó llena de sentimiento, dándole con ello, el saludo de bienvenida. Finalmente el compositor Julio Oñate Martinez dio su aval a la citada obra y felicitó a la autora por el aporte histórico-cultural de su libro ‘Remembranzas de Valledupar’.

Debo decir, y es mi apreciación personal, que es un libro escrito con amor. Es una obra no para leer, sino para disfrutar, es el vehículo que comunica al lector con el viejo Valledupar, ese de las “casitas de bahareque con sus palmas caladas…” del que nos hablara ‘El Veje’ Bolaños. En el que se recrean tradiciones que se resisten a desaparecer, como lo es el carnaval, pero además se habla de nuestra gastronomía, de nuestros más encumbrados compositores y de nuestros más humildes artesanos, sin olvidar desde luego a los folcloristas, músicos, galleros, fotógrafos, pintores y educadores, que con su aporte han hecho grande al ‘país vallenato’ como lo dijera el doctor Aníbal Martínez Zuleta, al grado que Valledupar se ha convertido, hoy por hoy, en el centro de atención de propios y extraños.

Irrumpe la autora, doctora Giomar Lucia Guerra Bonilla, a quien ya conocíamos como cronista del Diario El Pilón, en esa selecta pléyade de forjadores culturales que con denodado esfuerzo dejan su huella indeleble en el firmamento vallenato.
Pero no puedo finalizar estas líneas, sin mencionar, además de lo ya expresado, que una de las fortalezas de la citada obra, está en la compilación fotográfica que ubica al lector en contexto con lo que se está diciendo. Allí encontramos muchos de nuestros familiares y allegados en sus años mozos, algunos de ellos ya desaparecidos, departiendo, bien en una fiesta de carnaval o, en sus actividades cotidianas. La frase del punto final a esta breve reseña, es costumbrista, fue tomada del libro ‘Remembranzas de Valledupar’ y dice así: “Desde muy temprano Leandro daba los buenos días con versos de sus canciones a los sandieganos y por la tarde al regresar de las labores del campo, todos sacaban taburetes, los recostaban a las paredes, para hablar de todo y de nada….”.

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