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Columnista - 2 julio, 2020

Reingeniería o catástrofe moral

La violación masiva de una indígena menor de 12 años por parte de varios soldados nos indica que algo malo está pasando en el Ejército.  Y no es que los ejércitos, en cualquier parte del mundo, sean el paradigma a seguir en materia de valores y comportamientos, pero sí deben ser como la mujer del […]

La violación masiva de una indígena menor de 12 años por parte de varios soldados nos indica que algo malo está pasando en el Ejército.  Y no es que los ejércitos, en cualquier parte del mundo, sean el paradigma a seguir en materia de valores y comportamientos, pero sí deben ser como la mujer del César, dignos, o al menos parecerlo. Lo que vimos en Pereira se sale de estas premisas. Claro, nos dirán, es que el todo es más que la parte, un axioma matemático; que son “manzanas podridas”, pero aquí uno pudiera inferir que el cultivo se está pudriendo todo.

Los hechos dentro de los cuales se han visto involucrados altos oficiales, no los “ineptos y vulgares” soldados, son reiterativos, parece una conducta aprendida. Y eso no ocurre desde esta semana, es un proceso que viene desde hace muchos años. La finalidad de las FF. MM está contenida en el artículo 217 de nuestra constitución, pero a esta definición le falta claridad y creen que todo lo que no prohíba la ley y la constitución se puede hacer.

Los soldados son como los niños, aprenden lo que se les enseña o al menos se les permite; pero esto no es exclusivo de soldados; aquí en Valledupar, recientemente, un oficial de policía violó a una oficial de menor rango, no en un potrero sino en pleno cuartel, según parece. Y no es que los cuarteles sean conventos, en los cuales también se cuecen habas, pero se deben mantener normas mínimas de respeto; las tropas deben ser valientes e intrépidas pero la decencia no quita lo valiente ni el respeto por quiénes no están armados; el respeto a la dignidad de la mujer debe prevalecer así sea la peor delincuente vencida en combate; nada tiene que ver la guerra con el sexo. Parece que mentir, desinformar, chuzar, corromper, amenazar, violar y matar es el marco teórico de una nueva institucionalidad. El Estado está todo relajado porque sus partes lo están o viceversa, cooptado por una mafia que opera transversamente en sus decisiones y acciones, así que no se le pueden pedir peras al olmo.

Cuando se llega a estos estadios de morbo institucional sobreviene el tape-tape recíproco. La acusación que hace la fiscalía a los soldados violadores, banaliza esta acción según los expertos en derecho penal, buscando tal vez, una decisión menos drástica para ellos; incluso, una senadora del CD había dicho que era un falso positivo. Esto es lamentable, hemos tocado fondo y llegado al tedio; necesitamos hacer una reingeniería profunda para conjurar la pandemia que corroe la ética y la moral del Estado que ya trasciende a muchos compatriotas. Muchos pensarán en una nueva Constituyente, pero esta sólo sería parte de la solución; tuvimos una buena, la del 91, que ya mutilaron.

Necesitamos recuperarla y mejorarla y crear un hombre nuevo; es urgente reformar a fondo todos los poderes del Estado, inclusive nuestro régimen presidencial monárquico. Se necesita una asepsia general, nuevas caras, conceptos y estilos para un gobierno multicolor de gente honesta y capaz de convertir a Colombia en una potencia socio-económica, hay cómo hacerlo, la patria por encima de los intereses y de los partidos.    

Columnista
2 julio, 2020

Reingeniería o catástrofe moral

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

La violación masiva de una indígena menor de 12 años por parte de varios soldados nos indica que algo malo está pasando en el Ejército.  Y no es que los ejércitos, en cualquier parte del mundo, sean el paradigma a seguir en materia de valores y comportamientos, pero sí deben ser como la mujer del […]


La violación masiva de una indígena menor de 12 años por parte de varios soldados nos indica que algo malo está pasando en el Ejército.  Y no es que los ejércitos, en cualquier parte del mundo, sean el paradigma a seguir en materia de valores y comportamientos, pero sí deben ser como la mujer del César, dignos, o al menos parecerlo. Lo que vimos en Pereira se sale de estas premisas. Claro, nos dirán, es que el todo es más que la parte, un axioma matemático; que son “manzanas podridas”, pero aquí uno pudiera inferir que el cultivo se está pudriendo todo.

Los hechos dentro de los cuales se han visto involucrados altos oficiales, no los “ineptos y vulgares” soldados, son reiterativos, parece una conducta aprendida. Y eso no ocurre desde esta semana, es un proceso que viene desde hace muchos años. La finalidad de las FF. MM está contenida en el artículo 217 de nuestra constitución, pero a esta definición le falta claridad y creen que todo lo que no prohíba la ley y la constitución se puede hacer.

Los soldados son como los niños, aprenden lo que se les enseña o al menos se les permite; pero esto no es exclusivo de soldados; aquí en Valledupar, recientemente, un oficial de policía violó a una oficial de menor rango, no en un potrero sino en pleno cuartel, según parece. Y no es que los cuarteles sean conventos, en los cuales también se cuecen habas, pero se deben mantener normas mínimas de respeto; las tropas deben ser valientes e intrépidas pero la decencia no quita lo valiente ni el respeto por quiénes no están armados; el respeto a la dignidad de la mujer debe prevalecer así sea la peor delincuente vencida en combate; nada tiene que ver la guerra con el sexo. Parece que mentir, desinformar, chuzar, corromper, amenazar, violar y matar es el marco teórico de una nueva institucionalidad. El Estado está todo relajado porque sus partes lo están o viceversa, cooptado por una mafia que opera transversamente en sus decisiones y acciones, así que no se le pueden pedir peras al olmo.

Cuando se llega a estos estadios de morbo institucional sobreviene el tape-tape recíproco. La acusación que hace la fiscalía a los soldados violadores, banaliza esta acción según los expertos en derecho penal, buscando tal vez, una decisión menos drástica para ellos; incluso, una senadora del CD había dicho que era un falso positivo. Esto es lamentable, hemos tocado fondo y llegado al tedio; necesitamos hacer una reingeniería profunda para conjurar la pandemia que corroe la ética y la moral del Estado que ya trasciende a muchos compatriotas. Muchos pensarán en una nueva Constituyente, pero esta sólo sería parte de la solución; tuvimos una buena, la del 91, que ya mutilaron.

Necesitamos recuperarla y mejorarla y crear un hombre nuevo; es urgente reformar a fondo todos los poderes del Estado, inclusive nuestro régimen presidencial monárquico. Se necesita una asepsia general, nuevas caras, conceptos y estilos para un gobierno multicolor de gente honesta y capaz de convertir a Colombia en una potencia socio-económica, hay cómo hacerlo, la patria por encima de los intereses y de los partidos.