Un querido amigo mío, después de haber leído la primera columna de esta serie, amablemente me dijo que seguramente habría sido mejor titularla: ‘Distancias y cercanías’. Probablemente sí. Aunque yo, como alternativa, pude haber elegido otro epígrafe, por ejemplo: ‘Regiones afines’; este me gusta mucho, y es el que selecciono para escribir la presente y […]
Un querido amigo mío, después de haber leído la primera columna de esta serie, amablemente me dijo que seguramente habría sido mejor titularla: ‘Distancias y cercanías’. Probablemente sí. Aunque yo, como alternativa, pude haber elegido otro epígrafe, por ejemplo: ‘Regiones afines’; este me gusta mucho, y es el que selecciono para escribir la presente y las sucesivas al respecto.
Había prometido en aquella que en la presente me referiría a dos mujeres excepcionales que vivieron en el siglo Xll; una del mundo, la célebre Leonor de Aquitania, y la otra, la excelsa Santa Alemana Hildegarda de Bingen, religiosa benedictina, como las dos más grandes representantes del amor cortés de aquel tiempo feliz, pero disimiles ante el mundo, pues esta última, diferente de aquella, no entonaba más que la lírica mística .
En realidad, la primera es más a fin con las mujeres de nuestro folclor vallenato, quienes, ora como auspiciadoras del mismo, ora como las que suelen enternecer la musa de nuestros trovadores y juglares, pero no registramos ningún asomo místico, pues aún en algunas alusiones que se hacen en él a personas religiosas, las composiciones son de inspiración mundana, por ejemplo es el caso de ‘La custodia de Badillo’.
Igualmente podemos afirmar que a pesar de los tiempos muy diferentes y la distancia de por medio entre el folclor regional de la antigua Aquitania y la Provenza francesas, y las viejas provincias colombianas de Valledupar y Padilla, el lenguaje de las coplas amorosas de los trovadores y juglares, tanto allá como acá, es bastante semejante, pero como aquellas solían escribirse, de por sí eran más estilísticas que las nuestras, que son mas desembarazadas y cuya tradición es mayoritariamente oral.
Por otra parte, la inspiración de la monja Hildegarda de Bingen es netamente celestial, aunque enmarcada por la emoción del amor cortés del citado siglo; ella fue, por lo demás, una experta polimata: filosofa y teóloga, científica y naturalista, medico y escritora, compositora y poetisa.
Por tanto, no tiene porqué sorprendernos su deferencia por aquella cultura romántica, y siendo una científica sostuvo la legitimidad natural de las mujeres por el placer sexual, que para aquella sensibilidad medioeval no dejaba de ser inmiscuirse en lo que no le correspondía.
Sus afirmaciones de entonces, aportadas en un lenguaje pulquerrimo, en cuanto a las relaciones sexuales de parejas, coinciden con comprobaciones científicas actualizadas. Ella no las experimentó, pero tampoco hace falta a quién tiene la suficiente capacidad intuitiva para darse cuenta de su sublimidad. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected].
Un querido amigo mío, después de haber leído la primera columna de esta serie, amablemente me dijo que seguramente habría sido mejor titularla: ‘Distancias y cercanías’. Probablemente sí. Aunque yo, como alternativa, pude haber elegido otro epígrafe, por ejemplo: ‘Regiones afines’; este me gusta mucho, y es el que selecciono para escribir la presente y […]
Un querido amigo mío, después de haber leído la primera columna de esta serie, amablemente me dijo que seguramente habría sido mejor titularla: ‘Distancias y cercanías’. Probablemente sí. Aunque yo, como alternativa, pude haber elegido otro epígrafe, por ejemplo: ‘Regiones afines’; este me gusta mucho, y es el que selecciono para escribir la presente y las sucesivas al respecto.
Había prometido en aquella que en la presente me referiría a dos mujeres excepcionales que vivieron en el siglo Xll; una del mundo, la célebre Leonor de Aquitania, y la otra, la excelsa Santa Alemana Hildegarda de Bingen, religiosa benedictina, como las dos más grandes representantes del amor cortés de aquel tiempo feliz, pero disimiles ante el mundo, pues esta última, diferente de aquella, no entonaba más que la lírica mística .
En realidad, la primera es más a fin con las mujeres de nuestro folclor vallenato, quienes, ora como auspiciadoras del mismo, ora como las que suelen enternecer la musa de nuestros trovadores y juglares, pero no registramos ningún asomo místico, pues aún en algunas alusiones que se hacen en él a personas religiosas, las composiciones son de inspiración mundana, por ejemplo es el caso de ‘La custodia de Badillo’.
Igualmente podemos afirmar que a pesar de los tiempos muy diferentes y la distancia de por medio entre el folclor regional de la antigua Aquitania y la Provenza francesas, y las viejas provincias colombianas de Valledupar y Padilla, el lenguaje de las coplas amorosas de los trovadores y juglares, tanto allá como acá, es bastante semejante, pero como aquellas solían escribirse, de por sí eran más estilísticas que las nuestras, que son mas desembarazadas y cuya tradición es mayoritariamente oral.
Por otra parte, la inspiración de la monja Hildegarda de Bingen es netamente celestial, aunque enmarcada por la emoción del amor cortés del citado siglo; ella fue, por lo demás, una experta polimata: filosofa y teóloga, científica y naturalista, medico y escritora, compositora y poetisa.
Por tanto, no tiene porqué sorprendernos su deferencia por aquella cultura romántica, y siendo una científica sostuvo la legitimidad natural de las mujeres por el placer sexual, que para aquella sensibilidad medioeval no dejaba de ser inmiscuirse en lo que no le correspondía.
Sus afirmaciones de entonces, aportadas en un lenguaje pulquerrimo, en cuanto a las relaciones sexuales de parejas, coinciden con comprobaciones científicas actualizadas. Ella no las experimentó, pero tampoco hace falta a quién tiene la suficiente capacidad intuitiva para darse cuenta de su sublimidad. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected].