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Columnista - 21 octubre, 2016

Reforma Tributaria, al caído caerle

Para algunos, la tan anunciada y esperada reforma tributaria presentada por el Gobierno al Congreso, no es otra cosa que los mismos pañitos de agua tibia a los que nos tienen acostumbrados nuestras autoridades nacionales cada cierto tiempo, cuando el enfermo se agrava; para otros, por fin ahora sí, el gobierno se dio a la […]

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Para algunos, la tan anunciada y esperada reforma tributaria presentada por el Gobierno al Congreso, no es otra cosa que los mismos pañitos de agua tibia a los que nos tienen acostumbrados nuestras autoridades nacionales cada cierto tiempo, cuando el enfermo se agrava; para otros, por fin ahora sí, el gobierno se dio a la tarea de hacer una verdadera reforma estructural que acabará con los males que hace tanto tiempo agobian a nuestra maltrecha economía; a mí lo único que me queda claro es que los ricos que proyectan las reformas y los otros ricos que las aprueban en el Congreso buscan la plata que se necesita, en todos lados, menos en sus bolsillos.

Una verdadera reforma tributaria estructural apuntaría a reducir la brecha en las desigualdades sociales que cada día en nuestro país crecen en forma exponencial, y no golpearía tan inmisericordemente a la clase menos favorecida e incluso a esa clase media que viene abriéndose camino a brazo partido y que es sin duda el motor del progreso de una nación.

Con esta reforma tributaria ya no se habla de sudor y lágrimas, sino de sacrificio y esfuerzo, que, como dice el adagio popular, da lo mismo atrás que en la espalda, pero quienes tenemos que hacer el mayor sacrificio siempre somos los mismos o díganme: con el incremento del IVA del 16 al 19 por ciento ¿quiénes seremos los que llevaremos del bulto?

La base tributaria se amplía y se integrarán 2.7 millones de contribuyentes; el problema es que esos nuevos vigilados no son de estratos 5 ó 6 sino de estrato 2 y 3, a quienes el estado los jalona para abajo, ¿quién ha dicho que una familia promedio de cuatro miembros en la que el cabeza de ella se gana 2.7 millones, vive sin afugias? Por ello, el Estado debe estar pendiente de quitarle directamente una parte de esa plática. ¡No hay derecho!

¿De dónde sacan que con un impuesto a las bebidas azucaradas de $300 por litro se logrará mejorar la salud de los colombianos, cuando sabemos que lo que se hace es golpear la canasta familiar de los más pobres que seguirán comprando la gaseosita para bajar el almuerzo? Sin duda, Ardila Lule le va a incrementar el precio, lo que significa que él no va a sentir los efectos, sino otra vez el mismo el consumidor…

El famoso monotributo según el cual las tiendas de barrios, las peluquerías y mercados pequeños deben pagar el 1 % de sus ingreso totales, es un golpe bajo a la población más vulnerable porque ese impuesto se cargará tarde o temprano al consumidor que no es precisamente de los estratos altos.

Entonces no hay que buscar al ahogado río arriba; lo que se requiere en Colombia no es una reforma tributaria estructural, sino una paz estructural que implica sanear la brecha social y salir del deshonroso cuarto lugar entre los países más inequitativos del mundo.

Columnista
21 octubre, 2016

Reforma Tributaria, al caído caerle

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Para algunos, la tan anunciada y esperada reforma tributaria presentada por el Gobierno al Congreso, no es otra cosa que los mismos pañitos de agua tibia a los que nos tienen acostumbrados nuestras autoridades nacionales cada cierto tiempo, cuando el enfermo se agrava; para otros, por fin ahora sí, el gobierno se dio a la […]


Para algunos, la tan anunciada y esperada reforma tributaria presentada por el Gobierno al Congreso, no es otra cosa que los mismos pañitos de agua tibia a los que nos tienen acostumbrados nuestras autoridades nacionales cada cierto tiempo, cuando el enfermo se agrava; para otros, por fin ahora sí, el gobierno se dio a la tarea de hacer una verdadera reforma estructural que acabará con los males que hace tanto tiempo agobian a nuestra maltrecha economía; a mí lo único que me queda claro es que los ricos que proyectan las reformas y los otros ricos que las aprueban en el Congreso buscan la plata que se necesita, en todos lados, menos en sus bolsillos.

Una verdadera reforma tributaria estructural apuntaría a reducir la brecha en las desigualdades sociales que cada día en nuestro país crecen en forma exponencial, y no golpearía tan inmisericordemente a la clase menos favorecida e incluso a esa clase media que viene abriéndose camino a brazo partido y que es sin duda el motor del progreso de una nación.

Con esta reforma tributaria ya no se habla de sudor y lágrimas, sino de sacrificio y esfuerzo, que, como dice el adagio popular, da lo mismo atrás que en la espalda, pero quienes tenemos que hacer el mayor sacrificio siempre somos los mismos o díganme: con el incremento del IVA del 16 al 19 por ciento ¿quiénes seremos los que llevaremos del bulto?

La base tributaria se amplía y se integrarán 2.7 millones de contribuyentes; el problema es que esos nuevos vigilados no son de estratos 5 ó 6 sino de estrato 2 y 3, a quienes el estado los jalona para abajo, ¿quién ha dicho que una familia promedio de cuatro miembros en la que el cabeza de ella se gana 2.7 millones, vive sin afugias? Por ello, el Estado debe estar pendiente de quitarle directamente una parte de esa plática. ¡No hay derecho!

¿De dónde sacan que con un impuesto a las bebidas azucaradas de $300 por litro se logrará mejorar la salud de los colombianos, cuando sabemos que lo que se hace es golpear la canasta familiar de los más pobres que seguirán comprando la gaseosita para bajar el almuerzo? Sin duda, Ardila Lule le va a incrementar el precio, lo que significa que él no va a sentir los efectos, sino otra vez el mismo el consumidor…

El famoso monotributo según el cual las tiendas de barrios, las peluquerías y mercados pequeños deben pagar el 1 % de sus ingreso totales, es un golpe bajo a la población más vulnerable porque ese impuesto se cargará tarde o temprano al consumidor que no es precisamente de los estratos altos.

Entonces no hay que buscar al ahogado río arriba; lo que se requiere en Colombia no es una reforma tributaria estructural, sino una paz estructural que implica sanear la brecha social y salir del deshonroso cuarto lugar entre los países más inequitativos del mundo.