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Editorial - 24 agosto, 2011

Reflexiones sobre una agenda pública para el Cesar

En vísperas del proceso electoral que se avecina, en virtud del cual se elegirá un nuevo Gobernador, se renovará la Asamblea del Departamento y también sus alcaldes municipales, consideramos oportuno reflexionar sobre la necesidad de construir una agenda pública colectiva para el departamento del Cesar. Al iniciar estas reflexiones, indudablemente nos asalta una sensación de […]

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En vísperas del proceso electoral que se avecina, en virtud del cual se elegirá un nuevo Gobernador, se renovará la Asamblea del Departamento y también sus alcaldes municipales, consideramos oportuno reflexionar sobre la necesidad de construir una agenda pública colectiva para el departamento del Cesar.
Al iniciar estas reflexiones, indudablemente nos asalta una sensación de orfandad inmensa. Es necesario reconocer que vivimos una aguda crisis de liderazgo en nuestra dirigencia regional.
Estas frescas aún, las heridas por el tema del paramilitarismo y la llamada parapolítica, que tanto daño hicieron en todo el país, pero principalmente en territorios como el nuestro, y en departamentos como Córdoba, Magdalena y Bolívar, para citar sólo algunos caso de la Costa Atlántica.  Esos dirigentes políticos involucrados en el inefable fenómeno, no han sido remplazados. Hay que admitirlo…
Basta ver los nombres y los perfiles de quienes hoy nos representan como voceros en el Congreso de la República, como también los nombres de quienes aspiran a regir los destinos de Cesar y de Valledupar.  Mucho trecho hay de la época dorada de un López Michelsen al frente de la Gobernación, o un de Alfonso Araujo Cotes, cuando hijos de estas tierras ocuparon la Caja Agraria, entonces un verdadero superbanco, el Ministerio de Agricultura, el Insfopal o la Contraloría General de la República. Había un compromiso serio y mancomunado, una sana competencia por hacer realidad ese eslogan de departamento “piloto” de Colombia.
Hoy, las cosas son a otro precio. A pesar de tener más profesionales formados en las mejores universidades del país y también del exterior, a pesar de contar con una hermosa cultura musical, orgullo de la Nación, a pesar de tener la riqueza minera y un gran potencial agropecuario, el futuro se vislumbra sombrío y preocupante. Esa es la triste realidad.
Debemos admitir que no tenemos una sola posición de carácter  nacional, ni en el ejecutivo, ni en el legislativo y mucho menos en la rama judicial, con excepción de una importante abogada vallenata en el Consejo de Estado. ¿Nos preguntamos si estamos pagando el inri de haber sido un territorio fértil para el fenómeno de la parapolítica?. ¿Hasta donde el mismo fenómeno, vale la reflexión, fue producto de la ausencia del Estado?.
La elección del próximo mandatario seccional, de los nuevos diputados y alcaldes, debe ser una ocasión propicia para reflexionar sobre la urgente necesidad de construir una agenda común para el desarrollo del Cesar; que trascienda el corto mandado de cuatro años, que vislumbre caminos de desarrollo y progreso económico y social para los miles de habitantes de esta región del país.
La misma, sin lugar a dudas, debe pasar por un gobernabilidad democrática, por un liderazgo positivo y creativo, por un ejercicio transparente de la gestión pública, y por políticas públicas serias para erradicar la marginalidad y la pobreza; explotar de manera adecuada la riqueza minera y el potencial agropecuario de la región, y buscar la generación de nuevos empleos e ingresos para las familias más necesitadas, y mejorar la cobertura en materia de salud, educación y servicios públicos y vivienda; la equidad de género y políticas de apoyo a las comunidades indígenas y afrodescendientes,  principalmente.
La construcción de esa agenda pública colectiva, implica un compromiso serio del sector privado con la cosa pública, como también de la academia y la masa crítica intelectual de la región. El progreso de Antioquia, el Valle del Cauca, Santander y el Atlántico, para citar sólo algunos ejemplos, surgió de la sociedad civil y a partir de la misma se involucró al sector público, y no a la inversa como en otras ocasiones se ha pretendido. Ese es el inmenso reto que tenemos por delante en la antesala de unas elecciones que tienen una importancia trascendental para el futuro de nuestro departamento.

Editorial
24 agosto, 2011

Reflexiones sobre una agenda pública para el Cesar

En vísperas del proceso electoral que se avecina, en virtud del cual se elegirá un nuevo Gobernador, se renovará la Asamblea del Departamento y también sus alcaldes municipales, consideramos oportuno reflexionar sobre la necesidad de construir una agenda pública colectiva para el departamento del Cesar. Al iniciar estas reflexiones, indudablemente nos asalta una sensación de […]


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En vísperas del proceso electoral que se avecina, en virtud del cual se elegirá un nuevo Gobernador, se renovará la Asamblea del Departamento y también sus alcaldes municipales, consideramos oportuno reflexionar sobre la necesidad de construir una agenda pública colectiva para el departamento del Cesar.
Al iniciar estas reflexiones, indudablemente nos asalta una sensación de orfandad inmensa. Es necesario reconocer que vivimos una aguda crisis de liderazgo en nuestra dirigencia regional.
Estas frescas aún, las heridas por el tema del paramilitarismo y la llamada parapolítica, que tanto daño hicieron en todo el país, pero principalmente en territorios como el nuestro, y en departamentos como Córdoba, Magdalena y Bolívar, para citar sólo algunos caso de la Costa Atlántica.  Esos dirigentes políticos involucrados en el inefable fenómeno, no han sido remplazados. Hay que admitirlo…
Basta ver los nombres y los perfiles de quienes hoy nos representan como voceros en el Congreso de la República, como también los nombres de quienes aspiran a regir los destinos de Cesar y de Valledupar.  Mucho trecho hay de la época dorada de un López Michelsen al frente de la Gobernación, o un de Alfonso Araujo Cotes, cuando hijos de estas tierras ocuparon la Caja Agraria, entonces un verdadero superbanco, el Ministerio de Agricultura, el Insfopal o la Contraloría General de la República. Había un compromiso serio y mancomunado, una sana competencia por hacer realidad ese eslogan de departamento “piloto” de Colombia.
Hoy, las cosas son a otro precio. A pesar de tener más profesionales formados en las mejores universidades del país y también del exterior, a pesar de contar con una hermosa cultura musical, orgullo de la Nación, a pesar de tener la riqueza minera y un gran potencial agropecuario, el futuro se vislumbra sombrío y preocupante. Esa es la triste realidad.
Debemos admitir que no tenemos una sola posición de carácter  nacional, ni en el ejecutivo, ni en el legislativo y mucho menos en la rama judicial, con excepción de una importante abogada vallenata en el Consejo de Estado. ¿Nos preguntamos si estamos pagando el inri de haber sido un territorio fértil para el fenómeno de la parapolítica?. ¿Hasta donde el mismo fenómeno, vale la reflexión, fue producto de la ausencia del Estado?.
La elección del próximo mandatario seccional, de los nuevos diputados y alcaldes, debe ser una ocasión propicia para reflexionar sobre la urgente necesidad de construir una agenda común para el desarrollo del Cesar; que trascienda el corto mandado de cuatro años, que vislumbre caminos de desarrollo y progreso económico y social para los miles de habitantes de esta región del país.
La misma, sin lugar a dudas, debe pasar por un gobernabilidad democrática, por un liderazgo positivo y creativo, por un ejercicio transparente de la gestión pública, y por políticas públicas serias para erradicar la marginalidad y la pobreza; explotar de manera adecuada la riqueza minera y el potencial agropecuario de la región, y buscar la generación de nuevos empleos e ingresos para las familias más necesitadas, y mejorar la cobertura en materia de salud, educación y servicios públicos y vivienda; la equidad de género y políticas de apoyo a las comunidades indígenas y afrodescendientes,  principalmente.
La construcción de esa agenda pública colectiva, implica un compromiso serio del sector privado con la cosa pública, como también de la academia y la masa crítica intelectual de la región. El progreso de Antioquia, el Valle del Cauca, Santander y el Atlántico, para citar sólo algunos ejemplos, surgió de la sociedad civil y a partir de la misma se involucró al sector público, y no a la inversa como en otras ocasiones se ha pretendido. Ese es el inmenso reto que tenemos por delante en la antesala de unas elecciones que tienen una importancia trascendental para el futuro de nuestro departamento.