Trabajaba en el Colegio Santa María de Bogotá cuando, a finales del 2004, nos reunieron a varios profesores jóvenes para contarnos que había interés de enviar a un grupo de nosotros a participar de la Jornada Mundial de la Juventud, que se realizaría en Colonia, Alemania, en agosto del 2005.
Trabajaba en el Colegio Santa María de Bogotá cuando, a finales del 2004, nos reunieron a varios profesores jóvenes para contarnos que había interés de enviar a un grupo de nosotros a participar de la Jornada Mundial de la Juventud, que se realizaría en Colonia, Alemania, en agosto del 2005. Sería la XX versión de este encuentro maravilloso de jóvenes católicos que se reúnen cada 3 años para recargarse de la fe en Cristo. Algunos de nosotros empezamos el proceso, de la mano del Departamento de Pastoral del colegio, para adelantar todos los procedimientos que nos permitieran hacer parte de la delegación colombiana en tan importante evento.
No puedo dejar de aclarar que tenía 2 motivaciones para hacer parte del grupo: por un lado participar de ese gran suceso, conocer a jóvenes de muchos países pero especialmente, tener la oportunidad de asistir a las diferentes actividades que presidiría el Papa Juan Pablo II. Siempre fui admirador de este Papa, no sólo desde las perspectivas religiosas sino como líder de la geopolítica global. Su rol, junto con Ronald Reagan -el gran presidente de los Estados Unidos- y Mijaíl Gorbachov -último gran líder de la extinta Unión Soviética-, fue determinante para que el Comunismo pasara a mejor vida en occidente. Juan Pablo II participó de varios hechos políticos determinantes para el nuevo orden mundial. Era un Papa carismático, admirado por millones.
Pues nos la jugamos. Los precios de los tiquetes para viajar eran cómodos para favorecer la participación de más jóvenes y la estadía en Alemania sería en casas de voluntarios dispuestos a recibir a cientos de miles de jóvenes. Datos importantes: la jornada sucedería del 16 al 21 de agosto de 2005 en Colonia y en ella estuvimos 1´100.000 jóvenes de 200 países. Éxito total y, sin duda, una de las mejores experiencias de mi vida.
Pero los planes iniciales nos cambiaron drásticamente: pensábamos compartir momentos inolvidables con Juan Pablo II sin esperar que, en abril del 2005 -4 meses antes de la Jornada-, el Papa nos dejara. Fue un golpe duro para todos. No sabíamos qué pasaría, quién lo reemplazaría, debíamos esperar la decisión del Cónclave para conocer con quién estaríamos en Colonia y finalmente el 19 de abril de ese año, surtidas todas las etapas, Joseph Ratzinger fue elegido Papa: Benedicto XVI.
De él se dijeron muchas cosas, unas ciertas y otras no tanto. Que había sido Nazi en su juventud, que era cascarrabias, malgeniado, ultraconservador, que sus gestos intimidaban, en fin… Y resultó que fue un Papa tranquilo, conservador sí, pero intelectual como pocos, todo un pensador de la Iglesia de Roma, un hombre cultísimo, de los más importantes teólogos de la historia. En la jornada nos inspiró a muchos, nos hizo llegar mensajes de unión, de amor, de solidaridad. Nos impactó muy positivamente. Ese viaje a Colonia era el primer viaje a Alemania del nuevo Papa, fue maravilloso.
Mi gran amigo, el monseñor alemán Stefan Drücker, quien fue secretario de Ratzinger en alguna de las Conferencias Episcopales de Alemania en los años 90, compartió conmigo detalles de Ratzinger durante la Semana Santa que disfrutamos juntos en Aachen en el 2010. Efectivamente Benedicto XVI era malhumorado, estricto, hablaba 10 idiomas, discutía mucho basado en argumentos sólidos y era un hombre brillante en todo el sentido de la palabra. Pocos como él conocían los secretos vaticanos y sabían cómo lidiar con ellos. Pero pasados 8 años de su pontificado, en 2013, renunció al papado marcando la historia de la Iglesia Católica: en 600 años eso no había sucedido -Gregorio XII renunció al papado en 1415-. Pasó a ser Papa Emérito.
Fotos de Benedicto XVI tengo muchas, lo recuerdo llegando en barco por el Rhin a Colonia. Los asistentes a la jornada nos sentamos a orillas del río para esperarlo, saludarlo y ovacionarlo. Inolvidable, teníamos a un lado el río y detrás la Catedral de Colonia, majestuosa, hermosa e imponente. A Dios gracias la he visitado muchas veces, en diferentes viajes y cada que camino al Rhin, recuerdo a Benedicto XVI y sus enseñanzas. Descanse en paz…
Por Jorge Eduardo Ávila
Trabajaba en el Colegio Santa María de Bogotá cuando, a finales del 2004, nos reunieron a varios profesores jóvenes para contarnos que había interés de enviar a un grupo de nosotros a participar de la Jornada Mundial de la Juventud, que se realizaría en Colonia, Alemania, en agosto del 2005.
Trabajaba en el Colegio Santa María de Bogotá cuando, a finales del 2004, nos reunieron a varios profesores jóvenes para contarnos que había interés de enviar a un grupo de nosotros a participar de la Jornada Mundial de la Juventud, que se realizaría en Colonia, Alemania, en agosto del 2005. Sería la XX versión de este encuentro maravilloso de jóvenes católicos que se reúnen cada 3 años para recargarse de la fe en Cristo. Algunos de nosotros empezamos el proceso, de la mano del Departamento de Pastoral del colegio, para adelantar todos los procedimientos que nos permitieran hacer parte de la delegación colombiana en tan importante evento.
No puedo dejar de aclarar que tenía 2 motivaciones para hacer parte del grupo: por un lado participar de ese gran suceso, conocer a jóvenes de muchos países pero especialmente, tener la oportunidad de asistir a las diferentes actividades que presidiría el Papa Juan Pablo II. Siempre fui admirador de este Papa, no sólo desde las perspectivas religiosas sino como líder de la geopolítica global. Su rol, junto con Ronald Reagan -el gran presidente de los Estados Unidos- y Mijaíl Gorbachov -último gran líder de la extinta Unión Soviética-, fue determinante para que el Comunismo pasara a mejor vida en occidente. Juan Pablo II participó de varios hechos políticos determinantes para el nuevo orden mundial. Era un Papa carismático, admirado por millones.
Pues nos la jugamos. Los precios de los tiquetes para viajar eran cómodos para favorecer la participación de más jóvenes y la estadía en Alemania sería en casas de voluntarios dispuestos a recibir a cientos de miles de jóvenes. Datos importantes: la jornada sucedería del 16 al 21 de agosto de 2005 en Colonia y en ella estuvimos 1´100.000 jóvenes de 200 países. Éxito total y, sin duda, una de las mejores experiencias de mi vida.
Pero los planes iniciales nos cambiaron drásticamente: pensábamos compartir momentos inolvidables con Juan Pablo II sin esperar que, en abril del 2005 -4 meses antes de la Jornada-, el Papa nos dejara. Fue un golpe duro para todos. No sabíamos qué pasaría, quién lo reemplazaría, debíamos esperar la decisión del Cónclave para conocer con quién estaríamos en Colonia y finalmente el 19 de abril de ese año, surtidas todas las etapas, Joseph Ratzinger fue elegido Papa: Benedicto XVI.
De él se dijeron muchas cosas, unas ciertas y otras no tanto. Que había sido Nazi en su juventud, que era cascarrabias, malgeniado, ultraconservador, que sus gestos intimidaban, en fin… Y resultó que fue un Papa tranquilo, conservador sí, pero intelectual como pocos, todo un pensador de la Iglesia de Roma, un hombre cultísimo, de los más importantes teólogos de la historia. En la jornada nos inspiró a muchos, nos hizo llegar mensajes de unión, de amor, de solidaridad. Nos impactó muy positivamente. Ese viaje a Colonia era el primer viaje a Alemania del nuevo Papa, fue maravilloso.
Mi gran amigo, el monseñor alemán Stefan Drücker, quien fue secretario de Ratzinger en alguna de las Conferencias Episcopales de Alemania en los años 90, compartió conmigo detalles de Ratzinger durante la Semana Santa que disfrutamos juntos en Aachen en el 2010. Efectivamente Benedicto XVI era malhumorado, estricto, hablaba 10 idiomas, discutía mucho basado en argumentos sólidos y era un hombre brillante en todo el sentido de la palabra. Pocos como él conocían los secretos vaticanos y sabían cómo lidiar con ellos. Pero pasados 8 años de su pontificado, en 2013, renunció al papado marcando la historia de la Iglesia Católica: en 600 años eso no había sucedido -Gregorio XII renunció al papado en 1415-. Pasó a ser Papa Emérito.
Fotos de Benedicto XVI tengo muchas, lo recuerdo llegando en barco por el Rhin a Colonia. Los asistentes a la jornada nos sentamos a orillas del río para esperarlo, saludarlo y ovacionarlo. Inolvidable, teníamos a un lado el río y detrás la Catedral de Colonia, majestuosa, hermosa e imponente. A Dios gracias la he visitado muchas veces, en diferentes viajes y cada que camino al Rhin, recuerdo a Benedicto XVI y sus enseñanzas. Descanse en paz…
Por Jorge Eduardo Ávila